Fito Páez
Martes 11 y miércoles 12 de octubre
Teatro Gran Rex
Una noche de ricos corazones
La previa generaba una expectativa importante entre los seguidores del popular músico rosarino. No sólo porque era su primer presentación después de la polémica carta publicada en Página 12, donde expresaba cierto asco por la decisión electoral de los porteños, lo que generó un gran revuelo y hasta le valió algunos problemas judiciales, sino por otro motivo mucho más válido: venía a Buenos Aires a hacer el tipo de show íntimo que realizó en varias ciudades de Europa. El resultado de aquello fue el bello y cálido disco No sé si es Baires o Madrid.
Se podía suponer que el ambiente post polémica iba a generar un clima contestatario e ideologizado, pero afortunadamente la política quedó afuera del teatro y fue una noche de grandes canciones, en su mayoría clásicos, un piano, e invitados de lujo.
La noche arrancó bien arriba; empieza a sonar “Desarma y sangra” y de repente se ve no sólo a Fito sentado en su piano, sino a su maestro, Charly García, recorriendo el escenario y cantando como hace tiempo no se lo veía. El dueto desencadenó la excitación de los más de tres mil espectadores que colmaron el teatro. Charly por momentos es el gran protagonista, pero él mismo se encarga de presentar a la estrella de la noche: “Con ustedes Fito Paéz”.
Retirado el bigote bicolor del escenario, el santafecino se apodera de la escena, y solo con su piano hace un popurrí de grandes hitazos de su carrera, acompañado por los coros de toda la platea: “Dale alegría a mi corazón”, “She’s mine”, “Tema de piluso” y “El Amor después del Amor”.
Inmediatamente presenta a la que él llamó su musa, hermana, amiga y novia, y sale a escena una ovacionadísima Fabiana Cantilo con look morocho y más hermosa que nunca; interpreta la bellísima versión de “Cable a Tierra” y luego un tema que el Rey Sol hizo hace varios años pero que nunca se grabó. “Este es un estreno que escribí cuando las tropas gringas invadieron Panamá”, relata. Al despedirse la dama del rock nacional le brinda estas intensas palabras: “Yo quiero agradecer a Fito Paéz por estar en este mundo.”
Siguieron los clásicos “11 y 6”, “Dos días en la vida”, y un gustazo de cantar “Instantáneas”, con un coro de lujo integrado por Juan Absatz, Diego Olivero y Carlos Vandera. Fito nos relata lo prolífico que es nuestro país en todo su territorio en cuanto a talentos musicales, para presentar desde Viedma a Lisandro Aristimuño, que interpreta de manera maravillosa una muy dulce versión de “Ámbar Violeta”.
Promediaba el concierto y las emociones ya habían sido demasiadas; el que escribe, en más de una ocasión, había experimentado la grata y conmovedora sensación de piel de pollo, pero aún venía lo mejor. El anfitrión se sentía como en el living de su casa; así nos los hizo saber, nos dijo que le gusta homenajear a las personas en vida y nos propuso: “Lo tenemos a Charly acá, ¿por qué no le cantamos a él? En una de esas capaz nos escucha y viene.” Lejos de sentir asco agregó: “Esta ciudad maravillosa, que lo ama, le hace un homenaje”. Este es un punto interesante; el rosarino siempre se encargó de destacar por el mundo entero, a través de su obra musical y de sus dichos, lo fascinante que es Baires, con las ambivalencias y puntos oscuros que tiene cualquier gran urbe. Ama esta ciudad, con el odio que también acompaña a todo gran amor.
Comienza a tocar “Confesiones de Invierno”, cantada por toda la multitud, y Charly vuelve a escena, el público se contagia de la alegría que demuestran estos dos grandes en el escenario. A “Confesiones…” le siguen “Estación”, “Tuve tu amor”, “Promesas sobre el bidet”, “No soy un extraño”, “Canción del 2X3”, “El Fantasma de Canterville”, para cerrar con el gran himno “Los Dinosaurios”. Ya ahí, la emoción se había encarnado en el cuerpo de todos los presentes.
Mientras sonaba “El fantasma de Canterville”, Charly arremete contra el público y nos dice “son un asco”. Las respuestas fueron risas y ovaciones, junto con la aliviante sensación de que el maestro del rock aún mantiene su picardía e ironía intactas.
Retirado el hijo de la lágrima, Rodolfo invita a Leo Sutajovich para hacer un cover de Pablo Milanés “El breve espacio que no estás”, para después volver a tocar un set con grandes canciones suyas, como “Tumbas de la gloria” y “Un vestido y un amor”, dándole un toque tan intimista que en un momento el teatro quedó a oscuras y solo se escuchaban las voces del público coreando a capella esa clásica balada.
Seguían cayendo invitados a la gran fiesta. Esta vez fue el turno del Chaqueño Palavecino, que según Páez, se cruzaron este año por Posadas y, como todo encuentro de ruta, termina en algún escenario. El chaqueño viene con su banda y le dan el toque pintoresco y autóctono al recital. Dueño de un carisma notable y gran dominio de escena, canta “Valderrama”, y ya todos nos habíamos trasladado a una gran peña norteña, solo faltaba el tinto y las empanadas.
Una estremecedora versión a piano del maravilloso tema “Al lado del camino”, seguida por la potente “Ciudad de pobre corazones”, comenzaron a marcar el final de la noche, quizás el momento que más nos remitió a alguna crítica social del chico de la tapa, pero siempre a través de la música, excepto cuando interpreta el tema de Sui Generis “Confesiones de Invierno” en la frase que dice: “Y la radio nos confunde a todos”, pero él se encarga de aclarar “no, a todos no”.
Llega el momento de los bises, y lo abre con una peculiar versión a capella y sin micrófono de “Yo vengo a ofrecer mi corazón”; el silencio era absoluto, solamente la particular voz del hombre nacido en el 63 que volvió a dar otra sobredosis de emoción, algo que ya había hecho allá por 1993, en su momento de mayor popularidad, cuando presentó su multiplatino trabajo El Amor después del Amor.
Los nuevos amigos también se dieron cita y aparecieron los Onda Vaga, que brillaron al interpretar su éxito “Mambeado”; realmente sonaron de maravillas, y le dieron al espectáculo otro de los momentos más altos de la noche. Esta mezcla de estilos tan peculiar de esta banda aporta a una particular pero magistral y encantadora versión de “Sasha, Sissí y el círculo de baba”. El cierre es a toda exaltación y alegría con “Dar es dar” y “Mariposa technicolor”.
Tremenda vibra era imposible aplacar con las luces encendidas del teatro y la bajada del telón; el público quería más. Se improvisa una singular versión de “Dale alegría a mi corazón” que se coreó por más de quince minutos, una y otra vez, cada vez con más fervor, hasta que sale Fito nuevamente a escena, dando el broche de oro a una noche inolvidable con a “A rodar mi vida”. De más está decir que volaba por el aire cualquier atuendo disponible, despidiéndose definitivamente de toda esa gente con swing en estado de plena felicidad.
Siempre es motivo de celebración reencontrarse con aquellos artistas que pusieron canciones en nuestro walkman, que forman parte de la banda sonora de lo que vivimos, y que en más de una vez colmaron de alegría nuestros corazones, como lo fue esta noche de octubre.