La sensación de hogar y pertenencia empiezan mucho antes de la palabra. Acaso toda lengua materna consiste, antes y después del habla, en la capacidad de cualquier ser vivo para desenvolverse entre imprevistos. Varias fortalezas de Flow (2024), animada en 3D, sugieren esto al despojar su trama del habla, nuestro mayor rasgo intrínsecamente humano.
Así la atención está en el periplo de un gato, un perro labrador, un capibara, un lemur y una familia de aves secretarias en medio de una inundación. ¿Cómo logra el realizador letón Gintz Zilbalodis entonces mantener nuestra concentración por más de hora y veinte minutos sin diálogos articulados? La primera respuesta estaría en el uso del reconocimiento a la par y por encima de la narración. En la escena inicial, el gato protagonista mira su reflejo en el agua. Es una proyección invertida, como lo será la de la escena final cuando está junto a los animales protagonistas. Por su parte, el uso de espejos y ventanas reitera la importancia simbólica de saber ver a través de las grietas o quiebres circundantes. Por ejemplo, para que el personaje principal pueda entrar a su cuarto atraviesa, en dos ocasiones, la parte rota de una ventana.
Aun cuando Zilbalodis incentiva el reconocimiento de sus personajes en el entorno, siempre evita la primera persona. Vemos las acciones junto a o lejos de los animales, nunca desde su respectivo punto de vista. Además los elementos mencionados antes están presentes para poner en perspectiva sus figuras frente a paisajes a cielo abierto.
En manos del realizador, su película posterior a Away (2019) integra a los animales, con desplazamientos constantes de la imagen, como una pequeña manada en la que podemos reconocer todo lo no dicho. Tal soltura en su estilo y temas hace que la obra se parezca a un videojuego de mundo abierto o un documental animado, pero acá los alcances son diferentes a esos medios. Por ejemplo, los encuentros con la bandada de aves contrastan comportamientos entre ambos grupos y sugieren maneras de ver lo que se siente familiar y amistoso sin que haya una narración oral, ni los espectadores podemos escoger las decisiones de los personajes.
Con todo el apoyo de la crítica, los festivales y el público para esta coproducción; Away también tiene su valía. En ella había explorado el mundo de sus protagonistas con tantos o mayores hallazgos audiovisuales. Los pasajes creados en esta ocasión tenían además la ambigüedad de estar visitados por una sombra polimorfa, enigmática por sus intenciones.
Poco a poco se sentía una frustración más reveladora sobre lo hogareño: la ausencia total de lo hablado generaba más paradojas puesto que uno de los protagonistas era humano. Este recurso del silencio casi absoluto se diluía de otras maneras capitulando la historia en cuatro partes con sus respectivos títulos.
Con todo, ambas creaciones exploran el inimaginable alcance de la sencillez. Al prescindir de la palabra, estas animaciones recuerdan a obras de principios o mediados del siglo pasado donde los personajes, humanos o no, se desenvuelven en su mundo con pocos recursos estilísticos. Mencionarlas quedará para otro momento, más alejados del asombro despierto por las múltiples destrezas de Zilbalodis.
(Letonia, Bélgica, Francia, 2024)
Dirección: Gints Zilbalodis. Guión: Gints Zilbalodis, Matiss Kaza, Ron Dyens. Duración: 85 minutos.