Luego del éxito de la primera Transformers, se veía venir otra película basada en una línea de muñequitos que durante los ’80 originaron una serie de dibujos animados con el fin de hacerles propaganda. Un servidor recuerda haber tenido algunos de esos juguetes.
A la sinopsis que figura con la ficha se le puede agregar un drama romántico y familiar entre Duke (Channing Tatum, una nueva estrella de acción), la mortífera Baronesa (Sienna Miller) y un tercer individuo del que no conviene hablar mucho.
El director Stephem Sommers supo darnos grandes entretenimientos como Aguaviva y las exitosas La Momia y La Momia Regresa. De hecho, en G. I. Joe repite elementos de esos films: desiertos, pirámides, Brendan Fraser (simpática su aparición como instructor) y el sudafricano Arnold Vosloo, quien hace de Zartan, uno de los Malos.
Luego de la fallida Van Helsing: Cazador de Monstruos levanta la puntería —un poco, al menos— con esta nueva película de aventuras. G. I. Joe no le cambiará la vida nadie. Es más una típica película de fórmula: acción sin parar, tecnología militar, comic relief (y negro, como lo es Marlon Wayans), villano con acento british… Pero está bien. Cumple. De hecho, las secuencias de acción son más comprensibles que las de Transformers.
Dentro del elenco hay bastante para destacar. El artista marcial escocés Ray Park le pone el cuerpo a Snake Eyes, el karateca de los Buenos. Park tuvo su momento de gloria cuando hizo de Darth Maul en el Episodio 1 de La Guerra de las Galaxias y del Sapo en X-Men. Aunque viene trabajando en Hollywood desde hace tiempo, sorprendente la presencia de Saïd Taghmaoui. Este actor francés de origen marroquí se hizo famoso por El Odio, polémico film francés de los ’90, junto a Vincent Cassel. Por su parte, Jonathan Pryce vuelve a componer a un presidente (en este caso, de Estados Unidos) ajeno a su nacionalidad. Recordemos que fue Juan Domingo Perón en Evita.
Ah, el final deja todo servido para una secuela, como corresponde.