EL ROCKY DE LA COMEDIA
De la misma manera en la que Tom Cruise es considerado un hombre del cine, mucho más allá de la interpretación, Adam Sandler también es más que un actor que hace un papel en cada película. Puede percibirse esa búsqueda de una autonomía (y control) de sus películas desde la creación de su productora Happy Madison, la camaradería con colegas de mal pasar para que participen en sus proyectos hasta en la construcción de un propio arquetipo de actor dentro de un género bastardeado históricamente como lo es la comedia. Siempre parado en el lugar indicado, Sandler también supo sacarle provecho a los momentos de una nota más baja en su carrera como lo puede ser su contrato por varias películas con Netflix, una suerte de regreso al viejo sistema de estudios de los 40 y 50 cuando las estrellas eran empleadas de las grandes corporaciones cinematográficas. Los primeros esfuerzos en su sociedad con el servicio de streaming más popular hacían pensar que su chispa podía apagarse, más por su filmografía de un humor menos amable que el de otros contemporáneos, en las antípodas de lo que la compañía de Ted Sarandos pretende para un público sin segmentos. En la actualidad, el actor y productor parece haber timoneado su suerte con prestancia y buen tino al pensar proyectos que exuden intereses más personales, no tan expuestos en sus proyectos anteriores. El amor de Sandler por el básquet es algo que, hasta esta película, se divisaba más por fuera de sus películas que dentro de ellas.
Hustle es una oda a un producto: la NBA, una liga que ya no es de Estados Unidos sino del mundo. En estos aires de expansión y globalización total es que aparece Hustle; ya no hay fronteras ni una mirada centrífuga sobre los jugadores que pueden jugar en alguna franquicia, ni tampoco un público que por vivir en Europa, América del Sur u otra parte del mundo no pueda tener un sentido de pertenencia (rara, sí pero así funciona) con un equipo de una ciudad desconocida. Para graficar, el nombre “Sixers” aparece en la campera de Stanley Sugarman (Sandler) en el primer plano de la película, y el primer jugador profesional tiene su presencia en cámara a los pocos segundos. Desde ahí no hay más que una lista de nombres, figuras y personajes involucrados con la NBA que no dejan de mostrarse a lo largo de dos horas. De todos modos, al ser un producto también cinematográfico es necesario que la magia de un guión clásico moldee en forma de aventura y cuento de superación lo que es una pretensión de revalorizar una marca y su status.
Stanley Sugarman es un caza talentos de Philadelphia 76ers (no es casualidad la cita a Rocky) cansado de viajar por el mundo, con ganas de asentarse en su hogar y, especialmente, poder cumplir su sueño de ser entrenador o al menos estar lo más cerca de eso. Su plan se trunca cuando fallece el dueño de la franquicia, quien le había prometido un puesto nuevo donde podía empezar a sumar peldaños como técnico. El heredero (un desperdiciado Ben Foster) lo ubica nuevamente en su puesto de descubridor de nuevas joyas. Esa vuelta de tuerca del destino lo posiciona dentro del marco “desgracia con suerte” porque en España halla, por azar, a un joven con un talento descomunal, pero desconocido por el ambiente del básquet. Se forma una sociedad, entre la veteranía de Sugarman y la juventud impulsiva de un novato sin experiencia deportiva pero con cualidades superlativas. El camino entre España y Filadelfia no es un lecho de rosas porque el “diamante en bruto” en esto último expone un costado que atenta contra su potencial ilimitado, y también con las aspiraciones personales de Stanley.
Con más deporte que drama, Hustle se erige en la construcción del ascenso de un underdog (ese que no tiene chances ante unas probabilidades abrumadoras en contra) dentro de un mundo tan cercano y lejano al mismo tiempo. La amabilidad de los productos de Netflix es lo que podría ponerse como motivo de acusación frente a lo que un drama de mayor espesura prometía ser en los primeros minutos, el cual se disipa en el último tercio para darle rienda suelta a la carrera de la gloria que ambos personajes principales parecen estar obligados a correr. La capacidad de Sandler, quien entendió que era pertinente ser más acústico que eléctrico, hace que la película también se cubra de un tenor luminoso para narrar esta historia clásica y vista en múltiples oportunidades, pero con una cuota propia y personalísima.
Dirección: Jeremiah Zagar. Guion: Will Fetters, Taylor Materne. Elenco: Adam Sandler, Juancho Hernangomez, Queen Latifah, Ben Foster, Kenny Smith, María Botto, Robert Duvall. Producción: Maverick Carter, LeBron James, Jeff Kirschenbaum, Joe Roth, Zack Roth. Duración: 118 minutos.
1 comentario en “Garra (Hustle)”
Demasiado benevolo con la propuesta y el actor.