Gladiador II

AVE, RIDLEY

“Roma no paga traidores”, habría dicho el cónsul Quinto Servilio Cepión durante las guerras lusitanas. En Hollywood, en cambio, la traición está permitida y hasta recomendada. En este caso, la traicionada es nada menos que la Historia, así, con mayúscula, porque Gladiador II, la secuela que se estrena 24 años después, de la mano de un Ridley Scott octogenario, descarta cualquier tipo de intento de rigor histórico. No solo su cronología es imposible con la de Roma, la traición ya está en los detalles: en el imperio romano de Scott ya se jugaba a la pelota y se leía el diario, por dar algunos ejemplos de la importancia con la que la película se toma la recreación histórica. Tales libertades también se dan con la visión de un imperio decadente y temible -no exenta de cierto etnocentrismo cultural del presente- que solo empeoró desde el final de la película del 2000, aunque nunca se explica cómo. Esto minimiza la victoria de Maximus y su sacrificio final. Es curioso porque Gladiador II trata a la primera película como si fuera un texto sagrado y postula a Maximus como el héroe definitivo. Prácticamente todos los personajes de la secuela lo conocieron o son capaces de citar algunas de las frases que popularizó Russell Crowe. Esta centralidad de la figura de Maximus genera un vacío que el irlandés Paul Mescal, que interpreta a Lucio, el protagonista, el hijo que el general romano tuvo en secreto con Lucinda (Connie Nielsen), se exilió después de los hechos de la película original y es arrastrado como prisionero a Roma para pelear en el Coliseo, no puede llenar. Mescal, uno de los it boys de internet desde la serie Normal People (2020), es un buen actor (Todos somos extraños y Aftersun) y cumple en las escenas de acción, pero no tiene ni de cerca la fotogenia de Crowe, una de las claves de la película del 2000, ni el carisma para el desarrollo de su personaje. A lo mejor para compensar este déficit, gran parte del peso dramático de Gladiador II recae en Nielsen, en Pedro Pascal y en un Denzel Washington felizmente exagerado, que se relame en cada parlamento, estira y deforma las palabras a piacere y recuerda a su rol en Día de entrenamiento. 

La otra clave de Gladiador está de regreso en la secuela: Ridley Scott, con 87 años, es uno de los pocos directores capaces de filmar una historia así. Con una filmografía prolífica pero irregular que se expande más de cuatro décadas y tiene obras maestras como Los duelistas (1977) y Alien (1979), clásicos de culto como Blade Runner (1982), películas subvaloradísimas como Cruzada (2005), Prometeo (2012) y Alien: Covenant (2017) y horrores como 1492: Conquista del paraíso (1992) y Robin Hood (2010), entre muchas otras, Scott se regodea haciendo una super producción titánica, ruidosa, bruta y brutal, carísima y ridícula pero muy, muy divertida. Napoleón (2023), otra película que tenía una relación abierta con la Historia, decepcionó y no hacía esperar nada auspicioso del regreso de Scott a Roma, encima con David Scarpa, el mismo guionista, pero una vez superada una introducción puramente rutinaria, cuando la película llega a la arena del Coliseo se vuelve irresistible. Entre batalla y batalla, además, se desarrolla un drama palaciego con Macrino (Washington), el general Marco Acacio (Pascal), Lucinda y los emperadores, los hermanos Geta (Joseph Quinn) y Caracalla (Fred Hechinger) y es tan entretenido y cruel como los combates. No importa la falta de gracia de Mescal, ni el abuso del CGI cuando Scott inunda el Coliseo para que los gladiadores participen en la recreación de una batalla naval (está demostrado que esto pasó) y además le agrega tiburones al agua (una licencia poética feliz) para hacerla completa. “¿No están entretenidos? ¿No vinieron para eso?”, increpaba Maximus a la audiencia sedienta de sangre en la original. Aunque nadie cita esa frase en Gladiador II, es difícil pensar que no fue lo único que se preguntaba Ridley Scott entre risas mientras la filmaba.

(Reino Unido, Estados Unidos, 2024)

Dirección: Ridley Scott. Guion: David Scarpa. Elenco: Paul Mescal, Pedro Pascal, Connie Nielsen, Denzel Washington, Derek Jacobi. Producción: Lucy Fisher, David Franzoni, Michael Pruss, Ridley Scott, Douglas Wick. Duración: 148 minutos.