Vocación de servicio.
Y Disney continúa segmentando su público dentro de esa línea tradicionalista y hueca de los últimos años que enajena a muchísimos adultos, en función de un molde que la va de “progre” aunque en realidad está más ajado que Bambi (1942), y ningunea las conquistas alcanzadas por Pixar durante su período intermedio, léase Buscando a Nemo (Finding Nemo, 2003), Los Increíbles (The Incredibles, 2004), Ratatouille (2007), WALL-E (2008) y Up (2009). De un tiempo a esta parte la estrategia comercial del estudio se reduce a ofrecer más y más de lo mismo: por un lado secuelas de productos ya establecidos y por el otro un aggiornamiento del ideario que todos conocemos, pero en envases un poco menos vetustos.
Mientras que propuestas extremadamente anacrónicas como La Princesa y el Sapo (The Princess and the Frog, 2009), Enredados (Tangled, 2010) y Frozen: Una Aventura Congelada (Frozen, 2013) procuraban satisfacer a las señoritas a través de una inversión feminista e hipócrita de roles que generaba vergüenza ajena, Grandes Héroes (Big Hero 6, 2014) es el segundo intento en la parcela masculina luego de la excelente Ralph, el Demoledor (Wreck-It Ralph, 2012). Como era de esperar, a la Disney la jugada no le sale del todo bien ya que los directores Don Hall y Chris Williams son muy torpes y complacer a los gamers es más fácil que apelar a los fans del manga y el anime, como hoy se pretende.
Aquí nuevamente los detalles contextuales de turno están subordinados al tríptico de siempre: protagonista huérfano/ tragedia adicional con tintes sádicos/ villano en pos de venganza. Bien lejos de las reflexiones profesionales y la parodia del narcicismo de Ralph, el Demoledor, la historia se centra en la investigación de Hiro Hamada, un joven de 14 años, y Baymax, el robot enfermero inflable de su hermano, en torno a un incendio que le terminó costando la vida a éste último. Luego de una intro a la Gigantes de Acero (Real Steel, 2011), el film coquetea con la encantadora fórmula de Pixar (humor tierno con hondura existencial y apuntes irónicos), en especial vía el conocimiento recíproco del dúo.
Lamentablemente a posteriori entra en escena una horda de secundarios patéticos y el relato tuerce el volante hacia las secuencias de acción, los chistes bobos y una sátira mal ejecutada de las películas de superhéroes y demás exploitations contemporáneos del Batman de Christopher Nolan. Es en este momento cuando nos damos cuenta hasta qué punto se ha desperdiciado la potencialidad cómica del personaje de Baymax y su vocación de servicio para dejar lugar a una andanada de clichés retro-sensibles destinados a que los palurdos de la crítica se autoconvenzan que “todo tiempo pasado fue mejor”. Sin llegar al desastre, la realización por lo menos nos saca una sonrisa sutil con un puño cohete símil Mazinger Z…
Por Emiliano Fernández