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Happy Gilmore 2

REFLUJO DE LOS SALVAJES 90

La sociedad entre Adam Sandler y Netflix propició una salida posible a las producciones de Happy Madison (la productora del actor) que en el cine ya mostraban algún signo de desgaste para la taquilla. Pixeles de 2015 fue la última de las producciones estrenadas en salas de cine, en ese mismo año nace la seguidilla de películas para Netflix con The Ridiculous 6. Las películas de HM son caras para una industria agrietada entre la gran apuesta a un proyecto de bajo presupuesto y el sostenimiento del blockbuster. Da la sensación que la dinámica de Sandler es la de hacer una (o dos) para “ellos” y una para “mí”, es de esta manera que se destacan Sandy Wexler y Hustle, una comedia anacrónica y un drama deportivo de redención respectivamente, en estos dos ejemplos se podría trazar extremos de un interés en la carrera de Sandler, a quien se le acusa de hacer solo películas de un humor grueso. 

Happy Gilmore 2 es tan simple como su título, no hay nada escondido ni socavado. Como sucede con las secuelas de éxitos que no tuvieron nunca una secuela o alguna continuación en décadas, existe una ausencia de definición hacia el público al que puede estar apuntado el regreso a un mundo narrativo, que puede resultar conocido o nuevo, dependiendo de la generación del espectador que se cruce con la película. Han pasado muchos años después de los eventos de la primera película, en la cual Happy Gilmore salía victorioso de su revolución en el mundo del golf, un deporte signado por el conservadurismo y las reglas estrictas. Como sucede con las comedias salvajes, la secuela no podía ofrecernos a ese héroe en un estado de esplendor, sino todo lo contrario, es por ello que cruzamos camino con el personaje en su estado más espinoso: su esposa falleció, sus cinco hijos quedaron a su cargo, es alcohólico y no parece tener ninguna ambición en la vida. Ya no hay dinero ni gloria, mucho menos un interés por continuar jugando al golf. 

Charlotte (su única hija) tiene un talento innato para la danza clásica, la única manera de proyectar su crecimiento es enviándola a una academia costosa en París. Ese objetivo es el que impulsa a Happy por regresar a los campos para ganar el dinero necesario. No solo la oxidación por la falta de práctica atenta contra ello, también la vuelta de ciertos personajes y la aparición, principalmente, de uno nuevo: Frank Manatee (Bennie Safdie), un joven multimillonario dueño de un emporio de una bebida energizante de dudosa calidad, ahora interesado en refundar el golf a partir de una nueva liga, algo similar a la Kings League con el fútbol. Entre los viejos conocidos, el más importante que retorna es nada menos que Shooting McGavin (el enorme Christopher McDonald), el villano de la primera película. Tiene todo el sentido del mundo que ahora ese personaje sea un aliado de Happy, ambos representan a una tradición que debe ser cuidada frente al embate de una posible degeneración absoluta, aquí está recortado en algo muy pequeño, pero no deja de ser una pequeña muestra del mundo actual donde gobiernan la ignorancia y la mendacidad. Más allá de los diferentes conflictos que ambos personajes tuvieron, el que provocaba la mayor fobia de McGavin era el de la irrupción de un personaje marginal, que corporizado en un ex jugador rebelde de hockey sobre hielo no significaba más que la banalización de un deporte como el golf, siempre impoluto y dotado de una complejidad, que de ninguna manera podía ser bajado a tierra para que cualquiera lo pudiera jugar. 

Si hay algo que se le puede destacar a esta secuela es la de un sostenimiento firme de la salvajada. En ese aspecto Sandler no se muestra maduro o corrido hacia una época que prefiere evitar el conflicto en la comedia, que no permite ni siquiera una conversación sobre los chistes o situaciones puntuales. También colabora la mayor presencia de otros viejos personajes, como el caso de Hal L. (Ben Stiller) que tiene mayor densidad narrativa y, al mismo tiempo, aportan más desparpajo. También funciona para ilustrar la diferencia con los nuevos, en especial el camero que interpreta Bud Bunny, probablemente lo menos gracioso de toda la película, a quien no le ayuda para nada sus diálogos ni mucho menos sus intentos por actuar. Lo peor de esta segunda parte está en la falta de confianza que se desprende del exceso de inserts o de flashbacks para recuperar la memoria sobre ciertos momentos o en ciertos personajes en la mente del espectador, a quien parece subestimarse en muchas oportunidades. Sobre este último punto es donde radica esa duda sobre el tipo de espectador al que está dirigida esta continuación: si a uno nostálgico o a uno nuevo.

(Estados Unidos, 2025)

Dirección: Kyle Newacheck. Guion: Tim Herlihy, Adam Sandler. Elenco: Adam Sandler, Julie Bowe, Christopher McDonald, Benny Safdie, Ben Stiller, Bad Bunny, Dennis Dugan, Haley Joel Osment, Steve Buscemi, Margaret Qualley, Jon Lovitz. Producción: Jack Giarraputo, Tim Herlihy, Adam Sandler, Robert Simonds. Duración: 114 minutos.

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