(Estados Unidos, 2014)
Director: Christopher Spencer. Guión: Richard Bedser, Christopher Spencer, Colin Swash y Nic Young. Elenco: Diogo Morgado, Roma Downey, Louise Delamere, Darwin Shaw, Amber Rose Revah, Andrew Brooke. Producción: Richard Bedser, Mark Burnett y Roma Downey. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 138 minutos.
Amarás al cine como a ti mismo.
“¿Qué es la verdad?”, expresa un desorientado Poncio Pilato al abandonar su confrontación dialéctica con Jesús y entender que a este no parecía interesarle lo que podía llegar a ocurrir con su vida, futuro poco auspicioso por cierto. ¿Qué tan difícil puede ser calificar una película que proviene de un guión escrito hace más de dos mil años? Detrás de lo sagrado, del mito y la épica que nadie pretende -al menos desde este lugar- poner bajo la lupa, hay una forma de narrar, una manera de presentar los personajes y una elección que afecta al desarrollo de una historia. ¿Será la mejor? No lo sabremos nunca.
Es en este sentido entonces que tenemos que apreciar la obra de Christopher Spencer, Hijo de Dios (Son of God, 2014), adaptación cinematográfica de la miniserie La Biblia, que pudo verse hace poco tiempo por la pantalla de History Channel. Una vez más se nos presenta la vida de Jesús, haciendo especial hincapié en los acontecimientos ocurridos durante esa semana tan cara a los sentimientos cristianos. Es decir, desde el Domingo de Ramos hasta la Pascua de Resurrección.
Tres categorías conceptuales nos servirán como ejes de análisis para comprender concretamente en qué aspectos Christopher Spencer pretendió diferenciarse de las obras predecesoras y cómo buscó acercarse y movilizar a un espectador que -seguramente él lo cree así- no verá con buenos ojos encontrarse con alguna extraña sorpresa.
En primer lugar destacamos el orden cronológico en que se desarrollan los hechos en la obra. Es idéntico al que se lee en los primeros libros del Nuevo Testamento. En ciertas ocasiones, además, se juega con el paralelismo y la simultaneidad de las acciones, algo que la Biblia no nos permite hacer: los “mientras tanto…” no existen lamentablemente en ella. La estructura no se toca y el espectador tiene siempre el poder de saber exactamente qué es lo que sigue a continuación.
El desarrollo de los personajes es otro de los puntos fuertes. En un grotesco, desagradable y terco Herodes, un Poncio Pilato impiadoso y totalmente indiferente al sufrimiento ajeno y, por supuesto, un Jesús máxima figura de la caridad, el perdón y la comprensión -aún en sus momentos “más humanos”- vemos algunos de los ejemplos en donde la exageración de las características en su total plenitud es utilizada como recurso narrativo. La búsqueda de una identificación tanto positiva como negativa en el espectador en este sentido es abusiva y no deja lugar a la libre elección.
Por último, se coloca una fuerte impronta en la reconstrucción de ciertos pasajes bíblicos claves, momentos especiales en la vida de Cristo que llevan consigo una carga simbólica demasiado importante desde el punto de vista religioso. Desde su nacimiento, pasando por las pruebas en el desierto y su crucifixión, para terminar con sus últimas palabras a sus discípulos. El rol emotivo que se le da a la música en estas escenas es, en algunas ocasiones, demasiado simple. Y junto a la voz en off, que sirve de guía, intentan apelar nuevamente a la memoria espiritual de los espectadores.
Dirigida a un sector del público -especialmente sensible y susceptible en estas fechas- Hijo de Dios va por un camino seguro, simple, sin complicaciones. El no arriesgarse demasiado le augura una buena recepción por parte de aquellas personas que sólo deseen ver una vez más a Jesús en pantalla. Pero va a sufrir las opiniones de los que, más de allá de lo santo, quieran encontrar una buena historia que los cautive.
Por Darío Cáceres
