Una mujer se muda con su esposo y las hijas de éste a la casa que la vió crecer de niña. Ella es artista, además de escribir cuentos para niños y él un músico al que las giras con su banda lo suelen alejar de su familia. En la casona, revolviendo viejos fantasmas, la más pequeña de las dos hermanas comienza a sufrir extraños cambios en su humor y emociones. A ésto se suma la rebeldía adolescente de la más grande y su oposición a la nueva pareja del padre, con la que entabla todo tipo de choques. En medio de algún que otro bloqueo laboral, la partida de su pareja con su respectiva banda, los reproches de una joven con las hormonas en ebullición y una vecina extraña y entrometida, Jessica su protagonista, oficiará de madre protectora para afianzar los vínculos con sus hijastras. De a poco se dará cuenta que la más pequeña oculta un secreto aterrador, lo que pondrá a prueba su resistencia emocional y psicológica y que se trata de un mal que habita la casa desde que ella era pequeña.
Ésta es la trama de Imaginario, película de la factoría Blumhouse sobre ese amigo que solemos tener de pequeño y que acá se manifiesta como una perversa entidad sobrenatural. Si tomamos los típicos tropos de casas embrujadas, malditas, poseídas, o como quieran llamarlas, Imaginario se presenta como una obra que elude ciertos parámetros un poco trillados en éste tipo de relatos y que augura de ésta forma un aire fresco a las ya gastadas películas sobre entidades que acechan en la oscuridad del hogar. Lo que llama la atención es que el film no logra sobrepasar dichas ideas y llevarlas a buen puerto, principalmente porque parece abarcar, en cierto punto, toda la parafernalia que suele identificar al cine de terror comercial actual en su aspecto menos logrado. Eso, más allá de llamar a la identificación estilística y ética de la cuestión, la confieren a una película que acaba por caer en la reiteración de varios elementos que jamás despegan porque su comodidad anula su trascendencia. Una especie de grandes éxitos del género en la actualidad, un deja vu urgente que genera en el espectador una imagen fantasma, casi especular, pero en el peor sentido de la palabra: aquella que elude la copia, el calco.
Acá hay buenas ideas muy mal ejecutadas, que se despliegan a lo largo de la película mediante decisiones involuntarias que se caen precipitadamente en sus acciones resolutivas: la casa que no es nueva y pliega la relación pasado/trauma irresuelta de la protagonista, el arco dramático sobre ésta última y su espejo con una de ellas, la distancia emocional con su padre, la ausencia no forzada de personajes masculinos, etc. Todas y cada una de éstas cuestiones (sumadas otras más) se disuelven fácilmente porque su realizador Jeff Wadlow (Truth or Dare , Kick-Ass 2 y Fantasy Island) no profundiza desde la técnica, la que se manifiesta superficial y genérica y que desperdicia en gran parte del tiempo. Hay en todo esto una película competente que nunca llega a madurar, a concretar.
Para el final, con un acercamiento a la fantasía y el horror, con claras alusiones a películas como Boogeyman (2005), Hellraiser (1987) y hasta la saga Insidious, Imaginario termina por caerse a pedazos no sólo por lo poco efectivo que resulta el último tramo, para nada creíble y anticlimático, sino porque la relación entre lo estético y narrativo es poco interesante ante nuestros ojos. Ésto termina por hundirla completamente, sin medias tintas, ni vistas gordas que intenten rescatar un mínimo de su dignidad.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: Jeff Wadlow. Guion: Jeff Wadlow, Greg Erb, Jason Oremland. Elenco: DeWanda Wise, Taegen Burns, Pyper Braun, Betty Buckley. Producción: Jason Blum, Paul Uddo, Jeff Wadlow. Duración: 104 minutos.
