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CRÍTICAS - STREAMING

Jennifer López: Medio tiempo (Jennifer López: Half Time)

“Algunos sostienen que no es buena actriz y otros que ni siquiera es linda. No me doy cuenta.

Cada vez que aparece siento que se acaba de producir un terremoto.” 

                             Quintín. E Amante/Cine N° 102 septiembre 2000. 

 

Hace 22 años Quintín con su clarividencia y agudeza habitual, escribía el texto que antecede sobre Jennifer López en un dossier de 100 actores extranjeros favoritos de la revista que codirigía. Seguramente no hubiera imaginado que en 2022 Netflix iba a estrenar el documental Jennifer López: Medio tiempo que pareciera suscribir a sus palabras en su desarrollo.   

El documental, además de repasar algunos hitos de la carrera de JLo y la relación con su familia, toma como punto de partida el año 2019,  año en el que JLo cumplió 50 años, fue invitada a actuar en el show del medio tiempo del Super Bowl (de ahí el título del documental) y estrenó una película actuada y producida por ella Estafadoras de Wall Street. Actuar en el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl significa para cualquier artista la consagración máxima. Desde que en 1993 Michael Jackson consiguió que su show tuviera más audiencia que el partido, los artistas tratan de superar sus propuestas para brindar el “momento televisivo del año”. JLo fue invitada a actuar junto a Shakira. Como dice el documental: los organizadores creyeron que con una sola artista latina no era suficiente. Ninguna de las dos renunció y a pesar de ese desaire se concentraron en realizar el mejor espectáculo posible. 

En el mismo año y al mismo tiempo, luego del estreno de su película, López recibió muy buenas críticas por su papel como Ramona, una stripper de Nueva York que organiza un sistema para estafar a sus clientes que en su mayoría eran wall street boys. Ese papel le valió una nominación para los Golden Globes 2020 (20 años después de su única nominación anterior por Selena) y el ingreso a la carrera de los premios que culmina con los Oscars. 

El documental se estructura sobre estos dos ejes y aunque en ambos casos conozcamos el final, la película logra mantenernos en tensión sufriendo todos los contratiempos con JLo y la ansiedad por saber si llegará la tan ansiada nominación. 

Cuando desde acá pensamos en Jennifer López pensamos en una mujer con poder, sensualidad, belleza, talento, mucho dinero, que vive una vida sin mayores escándalos más que no haber tenido parejas muy estables.  

Con un gran material de archivo el documental viene a contarnos el lado B de esa imagen. Parece que ser mujer latina, de “color”, haber nacido en el Bronx y portar una cola de curvas envidiables a veces no fue lo mejor que le pudo pasar a Jennifer. La película muestra imágenes en las que, ya siendo una figura consagrada, conductores supuestamente “progres” de late night shows se burlan de ella, la prensa la desprecia asociándola con la mucama, la matan por la elección de un vestido de Versace que se hizo icónico, le preguntan en la cara por su cola. Dicen que hace todo mal y cuentan cuantas veces estuvo nominada a los Razzies o anti-Oscars. 

Como dice Jennifer al final del documental, la clave es nunca perder la paciencia. Una diva de ese calibre sabe enfrentar los embates y salir adelante siempre. 

Embate como el que tuvo que enfrentar en el show de medio tiempo, dura entre trece y quince minutos con un artista único, y ella tendrá apenas seis minutos más el final compartido con Shakira. Lograr algo de excelencia en ese tiempo llevó mucho trabajo y discusiones. La vemos al frente de su equipo direccionando la magia y trabajando a la par. Jennifer no duda en incluir una entrevista vieja en la que ella dice que la política no le interesa, que a ella le interesa hablar de amor. A los 50 años y con el clima político generado por Trump amenazando con el muro, JLo sabe que tiene que aprovechar este show para decir algo sobre la condición de los migrantes latinos. Más allá de cierta indulgencia de la mirada de la película con su figura y sus virtudes, es evidente que JLo es inteligente y sensible. Solo haberla visto en American Idol como jurado nos hablaba de su don de gente.  

Podríamos ver en loop los seis minutos de su espectáculo de medio tiempo, ver sus preparativos le agrega emoción al paroxismo de la emoción. El sueño americano en su máxima expresión encarnado en una chica que habla español.

No todo puede ser perfecto. Solo diremos que quizás Jennifer no sea lo suficientemente de color ni lo suficientemente víctima ni tan influyente su comunidad para merecer el reconocimiento máximo como actriz. Ya había brillado en muchas películas, estuvo a la altura de Jane Fonda en La madre de mi novio y hasta le dio una memorable cachetada. Quizás todavía no se le perdona su poder sexual. Al igual que Ramona su personaje, Jennifer exuda sexualidad, mucho más ahora que antes. Cuando también en el 2019 en Milán desfila con el vestido de Versace que lució en los Grammy de 2000, le queda mucho mejor que hace veintidós años. En el 2000 se desató tal avidez por verla luciéndolo que hizo que se creara Google Imágenes. 

Jennifer lo lleva por la pasarela cual diosa griega, con su falda al viento y la mirada en alto. Y, como diría una amiga, parece gritar: “Mueran campesinas”. 

Después de una hora y media de ver sus mansiones, sus vestidos, sus joyas, sus bailes y su trabajo incansable, la vemos leerle por teléfono a una amiga, en la cama, una crítica en la que parecen descubrir su talento como actriz por primera vez. Y Jennifer llora, como si todo lo que tiene no alcanzara, como si faltara un reconocimiento que la legitime. Quizás su llanto esté guionado, no es importante, es una artista que nos emociona y cuando aparece en escena se produce un terremoto. 

(Estados Unidos, 2022)

Dirección: Amanda Micheli. Con: Jennifer Lopez. Duración: 95 minutos.

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