(Estados Unidos, 2015)
Dirección y Guión: David O. Russell. Elenco: Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Bradley Cooper, Édgar Ramírez, Diane Ladd, Virginia Madsen, Isabella Rossellini, Dascha Polanco, Elisabeth Röhm, Susan Lucci. Producción: David O. Russell, Ken Mok, Jonathan Gordon, Megan Ellison y John Davis. Distribuidora: Fox. Duración: 124 minutos.
Altibajos de la economía doméstica.
En el cine, como en la propia vida, la transformación es el único rasgo perdurable y aunque no resulte evidente, siempre hay movimientos -por más que sean mínimos- en el juego de las interrelaciones. Si bien el panorama mainstream a veces parece calamitoso, es posible encontrar ejemplos de una vertiente que se distinga del resto, lo que también implica que ninguna racha es eterna. Joy (2015), el último opus de David O. Russell, viene a “cortar” una seguidilla de obras sublimes compuesta por El Ganador (The Fighter, 2010), El Lado Luminoso de la Vida (Silver Linings Playbook, 2012) y Escándalo Americano (American Hustle, 2013): tan lejos de la mediocridad como de la excelencia, el film cae en un terreno intermedio que desde la humildad vuelca la balanza hacia el saldo positivo y las buenas intenciones, quizás padeciendo en algunos tramos un pulso narrativo un poco inconsistente.
La historia está centrada en el personaje del título, un emblema del carácter agridulce del “sueño americano”: Joy Mangano (interpretada por una perfecta Jennifer Lawrence) es una ama de casa soltera y madre de dos hijos que queda desempleada y debe convivir tiempo completo con su atribulada familia (ex marido, padres divorciados y nuevas parejas de ambos). Luego de muchos años de postergar su desarrollo profesional en pos de satisfacer las expectativas de sus allegados, aprovechará la oportunidad para embarcarse en una gesta de lo más bizarra, basada en los altibajos alrededor del diseño y la venta de un nuevo modelo de trapeador de piso, que a su vez le permitirá canalizar su vocación de inventora. Aquí Russell apuntala una alegoría de reconstrucción personal que esquiva los estereotipos del feminismo y celebra el acto de batallar detrás de un ideal de independencia económica.
Queda más que claro que el director continúa recurriendo a distintos elementos del cine de Billy Wilder a la hora de condimentar el relato con un tono sarcástico (hablamos de salidas narrativas imprevistas, one-liners de índole injuriosa, una progresión relativamente veloz, la apariencia general de “caos controlado”, la interrupción de la ironía cuando la cotidianeidad aplasta a los protagonistas, etc.), asimismo intensifica la incidencia del costumbrismo retro de sus opus anteriores, hoy analizando los primeros años de la década del 90 (con un elenco en el que regresan conocidos del neoyorquino como Robert De Niro y Bradley Cooper, la historia apela a una interesante amalgama entre la comedia de tumultos familiares y el drama de autosuperación, enmarcado en una crítica hacia la falta de ética de los diferentes actores en la cadena de formación de precios del comercio minorista, citadino y doméstico).
Otra característica de Joy, si se quiere “indirecta”, pasa por su emplazamiento dentro de la carrera de Russell, circunstancia que pone de relieve la preeminencia de la película con respecto a la problemática Accidental Love, también conocida como Nailed, un convite que el señor rodó en 2008 y finalmente se estrenó en este 2015. A diferencia de esa propuesta simpática pero fallida, que padeció un sinfín de inconvenientes financieros y creativos, Joy sí se siente como parte de la trayectoria reciente del realizador (Accidental Love, en cambio, se asemejaba a lo que podría ser un exponente de su primera etapa). A mitad de camino entre las miserias laborales y el canibalismo del mercado estadounidense, y evitando toda solución romántica insulsa, la obra funciona como un retrato ameno de aquella génesis de la venta telefónica, los “infomerciales” y el marketing berreta de los productos hogareños…
Por Emiliano Fernández
Una Cenicienta del “llame ya”.
David O. Russell, director y guionista, ha cosechado a lo largo de los años un gran número de adeptos, fieles a su estilo, seducidos por títulos como El Ganador, El Lado Luminoso de la Vida, Escándalo Americano, entre otras; películas dotadas de historias congruentes, sostenidas por actores de calidad impecable, conducidos por un director que sabe lo que quiere decir y más importante aún, cómo decirlo.
Con grandes expectativas, llega Joy, sobre una ama de casa y madre soltera, la cual ha renunciado a todos sus sueños de la niñez, a aquellos dotes natos para inventar cosas, relegados frente a las obligaciones personales y familiares (cabe mencionar un detalle: si bien la protagonista tiene dos hijos, una nena y un nene, éste último pareciera desaparecer del cuadro familiar en varias escenas, quizás como una metáfora del rol menor y peyorativo que se le da al género masculino a lo largo del film).
Uno de los puntos más sobresalientes es la brillante actuación de Jennifer Lawrence, a quien muchos han tildado de “sobrevalorada”, sin embardo es justo decir que interpretando a Joy Mangano eleva la trama en aquellos momentos donde el ritmo narrativo pareciera no sostenerse del todo. Desempleada y viviendo en la misma casa junto a su madre (una adicta a las telenovelas), su padre (un desdibujado Robert De Niro), su ex marido instalado cómodamente en el sótano, una abuela preocupada por no dejar morir los sueños de su nieta mayor, una hermanastra digna de aquellas de los cuentos de niños; deberá encontrar la manera de no dejarse absorber por el entorno que la rodea.
Este podría considerarse el cuento de una Cenicienta, sólo que en vez de ir en busca de un príncipe azul, el sueño es otro, el de la independencia económica y la superación personal. Así es cómo nuestra protagonista batalla contra todos los obstáculos que la sociedad y su propia familia le imponen, y logra dar con un invento, el famoso trapeador mop, aquel que no es necesario tocar al escurrir (otra analogía en concordancia con el cuento de la pobre sirvienta convertida en princesa). Dicha invención la convertirá en una millonaria y en una reina del telemarketing, llevando al máximo la utopía del sueño americano.
Existe un dejo de feminismo a lo largo de toda la trama aunque probablemente la intención haya sido la opuesta, pero tanto remarcar el punto de la valoración de la mujer, de su indepencia, de las guerras unilaterales en contrapunto con el rol del hombre, siempre considerado como un obstáculo, invita a una sensación de ambigüedad, dejando por debajo a los valores que intentan ponderarse en la historia relatada.
El film es correcto, mantiene el tempo narrativo gracias a la combinación de momentos dramáticos con buenas ironías, las cuales funcionan como salvavidas en los instantes en que el pulso decae (varios de ellos tienen que ver con el fallido personaje construido por la inigualable Isabella Rossellini, quien al menos -en el papel de la nueva novia del padre de Joy- bordea lo bizarro durante todas sus escenas). Seguramente no encabezará la lista de los mejores films del director de Tres Reyes, y muchos de sus seguidores quedarán algo insatisfechos, sin embargo la obra supera la línea de lo aceptable, no cae en clichés ni en resoluciones fáciles e ilustra de manera detallada la contienda entre el feroz mundo del comercio y los sueños que nos persiguen hasta cumplirlos.
Por María Paula Putrueli