(Cuba/ España, 2011)
Dirección y Guión: Alejandro Brugués. Elenco: Alexis Díaz de Villegas, Jorge Molina, Andros Perugorría, Andrea Duro, Jazz Vilá, Eliecer Ramírez, Susana Pous. Producción: Claudia Calviño, Inti Herrera y Gervasio Iglesias. Duración: 92 minutos.
Patria o muerte.
Existen subgéneros que tienen un desarrollo prolongado y un poco tormentoso acorde con las apreciaciones culturales y los paradigmas cinematográficos de turno de los distintos períodos por los que tuvieron que atravesar. El inefable “horror hecho comedia” nace prácticamente con el cine de la mano de propuestas aisladas más o menos conscientes en lo que respecta a los engranajes cómicos voluntarios/ involuntarios, adquiere preponderancia en las décadas de los 60 y 70 mediante muchos exploitations subversivos y alcanza su cúspide en los 80 gracias a un cúmulo de films que llevaron al extremo los componentes específicos hasta eventualmente solidificarlos, otorgándole a la vertiente determinadas características que se reproducen incluso en nuestros días en realizaciones del mismo tenor.
Dentro del campo que nos compete, Juan de los Muertos (2011) constituye una anomalía exótica, no tanto por su idiosincrasia, que resulta algo conservadora para lo que ha sido el subgénero desde Shaun of the Dead (2004), sino por su origen cubano y las referencias al régimen socialista de la isla. De hecho, la obra combina el terror, la comedia negra, la sátira política, el retrato costumbrista y esa típica farsa familiar de acento agridulce. Con una hilarante jerga -entre autoparódica y absurda- centrada en dardos contra los “imperialistas”, “sodomitas” e “iconoclastas”, el guión del también director Alejandro Brugués presenta una dinámica semi televisiva apuntalada en un ritmo hiperquinético, un humor tan cáustico como ingenuo y una estructura de sketchs hilvanados al compás de una sitcom enajenada.
Aquí el contexto está dado por un apocalipsis zombie que escapa a la comprensión de los protagonistas, quienes desconocen el concepto de resucitado y se vuelcan a la teoría de los disidentes contrarrevolucionarios que obedecen a los designios de Estados Unidos. Así las cosas, el Juan del título (Alexis Díaz de Villegas) se transforma de buscavidas sin futuro a jefe de una suerte de pyme que se dedica a matar -por segunda vez- a los seres queridos de sus clientes. En el emprendimiento comercial lo ayudan su amigo Lázaro (Jorge Molina), los hijos de ambos y otros personajes variopintos de La Habana marginal. Más allá de algunos lugares comunes, el relato analiza con eficacia la apatía, voracidad y arrogancia de una patria cuya identidad se asemeja bastante a la estándar de Latinoamérica.
Desde el inicio en la balsa hasta que suena My Way por Sid Vicious vemos desfilar una colorida comparsa que incluye a un travesti altanero, un fisicoculturista que se desmaya al ver sangre, hurtos de pasacassettes, masturbación ocasional, sexo oral por lástima y un montón de accidentes fatales. El opus de Brugués sorprende con su buena factura técnica y su amplia utilización de los CGI, detalles formales que definitivamente implicaron mucho esfuerzo y sacrificio. La poca originalidad del convite está compensada en parte por el correcto desempeño de Díaz de Villegas y sus camaradas, el encanto bizarro de la película en su conjunto y un puñado de escenas memorables, entre las que se destacan la de los turistas españoles, la de los milicianos y la que se desarrolla en la Plaza de la Revolución…
Por Emiliano Fernández
Pese a los antecedentes en films como Zombie Blanco, de 1932, el subgénero de los zombies emergió en 1968, con el estreno de la fundacional e imprescindible La Noche de los Muertos Vivos, cortesía de George A. Romero, todavía referente de estos monstruos. Fueron llegando más obras maestras con resucitados devoradores de gente, pero las sorpresas más divertidas aparecieron cuando se les dio un enfoque de comedia: El Regreso de los Muertos Vivos (revividos que comen cerebros, punks y referencias a La Noche…), Braindead (obra cumbre gore de Peter Jackson), la trilogía argentina de Plaga Zombie (donde los monstruos son parte de una invasión extraterrestre), Zombieland (con el mejor elenco en una película de estas características), Mi Novio es un Zombie (incluye romance entre un “caminante” y una muchacha), y Shaun of the Dead (conocida en Argentina como Muertos de Risa), ópera prima de Edgar Wirght, de la que no se aleja mucho la reciente Juan de los Muertos.
Los zombies siguen invadiendo latitudes. Esta vez le toca el turno a Cuba. Hordas hambrientas van de acá para allá, devorando gente y generando terror. El inefable Juan (Alexis Díaz de Villegas), junto a su inseparable Lázaro (Jorge Molina), aprovecha el caos para crear un extraño pero fructífero emprendimiento: “Juan de los Muertos”, empresa dedicada al exterminio de resucitados a los que da culpa exterminar. ¿Tu padre se convirtió en un cadáver asesino pero no te atrevés a volarle la cabeza de un escopetazo? No te preocupes, que Juan de los Muertos llegó para solucionar tus problemas. Por algo el slogan es “matamos a sus seres queridos”.
Fenomenal sátira política y social cubana, repleta de humor -negrísimo, por supuesto- y sangre. El director Alejandro Brugués no se guarda nada y jamás vacila a la hora de meterse con temas delicados del pueblo cubano, como el bloqueo económico, los escapes en balsas y la enemistad con el imperialismo. De hecho, en los primeros minutos del film, los medios locales afirman que la amenaza zombie consiste en “un grupo de disidentes pagados por el gobierno de los Estados Unidos”. Además de darle importancia al guión y a las dobles lecturas, el realizador también se despacha con secuencias apocalípticas, escenas subacuáticas y explosiones que no tienen nada que envidiarle a las mejores producciones del género.
Alexis Díaz de Villegas se roba la película como Juan, un perdedor que ve la oportunidad de su vida -en medio de la muerte, vaya paradoja- al tiempo que debe recomponer la relación con su hija (la española Andrea Duro), quien al principio de la historia quiere irse a Miami. Lo acompaña un elenco secundario repleto de individuos tan antiheróicos como el protagonista.
Salvaje, inesperada, desopilante, cinematográfica, Juan de los Muertos no sólo es una enorme sorpresa: también es uno de los mejores film con zombies, tanto en tono de comedia como en general. Y, por sobre todas las cosas, prueba que, incluso si ya no hay lugar en el Infierno y los muertos caminan sobre la Tierra, siempre se puede crear una fuente laboral y brindar un servicio público, aunque eso signifique volar algunos cráneos.
Por Matías Orta