La Chica del Tren (La Fille du R.E.R., Francia, 2009) de André Téchiné.
Crítica previamente publicada con motivo de exhibición en el encuentro Pantalla Pinamar 2011.
Dormir en el Cine
Hace unos meses publicaron en El Amante una nota sobre el placer de dormir en el cine cuando la película que estamos viendo es un bodrio espantoso y el único recurso disponible para que los minutos vuelen y la sensación tortuosa de fumarse semejante esperpento resulte fugaz es pegarse una buena siesta en la butaca.
No hablamos de un descanso largo y profundo –aunque en algunos casos eso sería una bendición divina– sino de una especie de dormitación, un intermitente cerrar de ojos para luego abrirlos, volver a corroborar la bazofia monumental, y decidir cerrarlos de nuevo, algo así como una ensoñación mezclada con los diálogos de fondo y algunos ruidos de la sala, como por ejemplo el de la tarada de atrás que mascaba chicle con ruido y a quien hubo que pedirle que por favor llevara a cabo tan simple actividad como una persona normal. En fin…toda esta introducción viene a colación de que anoche mi amigo y colega Jose tuvo el placer de salir de la sala en la que se estrenó La Chica del Tren y expresar con una paz y una serenidad que solo la más plácida de las siestas puede brindar: “No se si me gustó o no porque me dormí casi la mitad de la película”. Y, ante semejantes palabras, mi cabeza solo pudo esbozar este pensamiento: “¿Y por qué mierda yo no me dormí también?” La respuesta: porque, ¿quién iba a escribir esta crítica? Y aquí estoy, y dado que la introducción fue larga, lo que sigue va a ser extremadamente conciso.
Película francesa, con Catherine Deneuve (no sobresale ni se luce y tiene la misma expresión durante toda la película aunque no termino de discernir si eso se debe a que las cirugías no le permiten mover los músculos de la cara o a que interpreta el papel de una madre medio boluda y con poco carácter); una joven muy linda, la hija del personaje de Deneuve (el director parece querer resaltar constantemente ese rasgo ya que nos muestra alrededor de 100 planos de su cara y de su cuerpo), que no sabemos si está loca, deprimida, es mitómana o simplemente es una boluda como la madre; un chico que persigue a la chica linda y se enamora de ella, pero no sabemos si en cualquier momento la va a cagar a trompadas, si es un psicópata sexual, o si es un buen tipo, y resulta ser un traficante de drogas romántico; un tren que va y viene 80 veces (claro, claro, por si no entendimos el título); una familia judía compuesta por un ex marido y una ex mujer que al principio se odian pero después vuelven a estar juntos; el padre de él, un abogado de renombre, que estuvo o está (no me queda claro a pesar de no haberme dormido) enamorado de la Deneuve; el hijo de la pareja que parece un chico bastante inteligente pero actúa tan mal que termina pareciendo lo contrario; el antisemitismo en ciertos lugares de Francia; una mentira de la chica linda con respecto a un ataque antisemita; una visita a la casa de la familia judía para que la chica reflexione y confiese su mentira. Lo único muy rescatable, una banda de sonido hermosa (piezas de Haendel y Vivaldi, entre otros), que acompaña una fotografía linda pero absolutamente redundante. Aparentemente, todo esto basado en hechos reales aunque al final de la película nos dicen que todo lo que vimos es ficción. En resumen, una historia que solo invita a hacer la siguiente reflexión: ¿Por qué mierda yo no me dormí también?.
Por Cecilia Martinez
Porque Nuestra Crítica no se Durmió en el Cine
Antes de ir a ver la última película estrenada del veterano André Techiné, leí la crítica realizada por mi colega, Cecilia Martínez. Es cierto lo que dice en cuánto a qué hay películas que parecen hechas para que uno se duerma.
Por una cuestión de ritmo, monotonía, densidad dramática, solemnidad, hay obras que son insoportables. Admito haberme dormido en varias películas durante el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires o en Mar del Plata. Pero también es cierto, que mucho tiene que ver las circunstancias en las que uno ve la películas: horario, horas de sueño, comida previa, entusiasmo.
Uno tiene que ir con predispocisión a ver películas. Sé que a veces, cuando uno saca la entrada está con un estado de ánimo y cuando llega a la sala, eso puede cambiar, pero muchas veces me he encontrado con sorpresas cuando los estados anímicos no estaban en su mejor momento.
También confieso que para mí a partir del mediodía, se me hace más dificil mantener completamente la atención hasta las 18:00 Hs digamos. En algún momento dado aparece el temido “cabeceo”. Quizás dura solo un minuto, pero alcanza para sentirse un poco defraudado sobre sí mismo. Aunque hubo veces que he disfrutado más de la “siesta” que de la película.
Y todo este parloteo, viene al caso, porque antes de ver La Chica del Tren, estaba convencido que me iba a aburrir. Pero no fue así. No solamente me pareció una película entretenida, sino que además me pareció bastante profunda. No se trata de una obra maestra, ni tampoco intenta serlo, pero dentro de ella, se encuentan matices de un cine francés puro y clásico, con reminiscencias a Chabrol y Rohmer.
Techiné evalúa con cinismo el racismo y el antisemitismo desde una perspectiva crítica hacia la burguesía francesa. Todas las acciones se van sucediendo, dependiendo de cómo los personajes se mienten continuamente, haciendo cómplices a los espectadores de sus mentiras.
Es muy “jovial”: filmada cámara en mano, con cortes en movimiento, agilidad, una cuidadosa puesta fotográfica, llena de colores, coexistencia de música de moda con clásica, que no representan la oscuridad y el vacío interior que tienen los personajes.
El director de Mi Estación Preferida, se caracteriza por una estética similar a la que usaba Renoir en sus obras, con reminiscencias del impresionismo. El 80% de las acciones se suceden en el exterior. Más allá del entorno urbano, los personajes están rodeados por la naturaleza.
Se destaca Emilie Dequenne, como la ápatica y misteriosa protagonista, cuyo frío carácter da pie a varias conjeturas relacionadas con el personaje; Catherine Denueve aporta su acostumbrada naturalidad y delicadeza, El resto del elenco, con menos presencia y profundidad, también es sólido.
No se trata de una película innovadora que dará pie a demasiadas reflexiones. Todas las cartas están puestas sobre la mesa. No hay sutilezas, todo el lenguaje es directo. Las conclusiones sobre la visión de Techiné vienen aparte.
Respondiendo al dilema de mi colega, Cecilia, me permito decir, que si La Chica del Tren no provoca sueño, es porque no contiene elementos que posibilitan el mismo: es un film dinámico, atrapante, de temática oportuna y actual, y sólidas interpretaciones. Gustos son gustos, es cierto, pero Cecilia, si no te dormiste con esta película, es porque, sencillamente, no se trata de una película para dormir.
Por Rodolfo Weisskirch
weisskirch@asalallenaonline.com.ar