La Epidemia (The Crazies, EE.UU., 2010)
Dirección: Breck Eisner. Guión: Scott Kosar y Ray Wright basado en el guión de George A. Romero. Producción: Michael Aguilar, Dean Georgaris, Rob Cowan. Elenco: Timothy Olyphant, Radha Mitchell, Joe Anderson, Danielle Panabaker, John Aylward. Distribuidora: Diamond Films. Duración: 99 Minutos.
(Crítica publicada con motivo del 11º Festival Rojo Sangre de Buenos Aires http://www.asalallenaonline.com.ar/festivales/11o-festival-buenos-aires-rojo-sangre/1349-peliculas.html)
En 1972, George A. Romero estrenaba su cuarta película: The Crazies (también conocida como Code Name: Trixie, y que en Argentina se estrenó en video con el nombre de Contaminator), en la que los habitantes de un poblado comenzaban a matarse entre sí por el efecto de una sustancia experimental esparcida en el agua. Como es su costumbre, Romero hizo una película con abundantes tintes políticos y repartía palos al accionar de las Autoridades frente a una amenaza, sobre todo para tapar errores propios. Es verdad que por momentos la película se concentra demasiado en ese aspecto y se descuidan otros aspectos, como el ritmo y las actuaciones.
La nueva versión mantiene la premisa de la original, pero es más frenética, sangrienta y todavía más apocalíptica. Esta vez la historia está contada desde el punto de vista de quienes intentan sobrevivir en medio de aquel caos de locura y violencia: dos policías (Timoty Olyphant y Joe Anderson), y la doctora esposa de uno de ellos (Radha Mitchell), quienes deberán enfrentarse a la milicia y a los infectados en su objetivo por escapar del pueblo.
Como sucedió con El amanecer de los muertos, de Zack Snyder (remake de Dawn of the Dead), La epidemia logra superar a la película en la que se basa. De todos modos, Romero es y seguirá siendo el más grande.
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Adiós a las armas
John Carpenter hace cine de terror. Wes Craven hace cine de terror. Darío Argento hace óperas de terror. Takashii Mike ya es repugnante (pero en el buen sentido). Roger Corman bordea entre la comedia y el terror, lugar donde se puede incluir, por ejemplo a Sam Raimi y Peter Jackson en sus primeras y mejores obras o los chicos de Farsa.
Pero George A. Romero hace dramas políticos, disfrazados de películas de horror, lo cuál es una falacia, porque en realidad cada película de Romero está inspirada en un western. La mayor relación que tiene Romero con el terror es cuando adapta cuentos o novelas de Stephen King, que en realidad no dejan de ser dramas psicológicos.
Por lo tanto George A. Romero no hace cine de terror. El morbo, las tripas y la sangre no hacen al género de terror. Mondo Cane es horrible, pero es un documental.
Y eso es algo que nunca entendieron aquellos que buscan hacer remakes de películas de Romero. Ese es el punto que más fallaba en la remake de El Amanecer de los Muertos del sobrevalorado Zack Snyder.
Una película que crítica la práctica del consumismo, la influencia de los noticieros, el capitalismo más salvaje y la adicción a la violencia, más que una película de terror es un documental de Michael Moore, pero Romero le agregaba zombies, vísceras y la transformaba en una divertidísima e inclasificable obra maestra.
Snyder, en cambio, con su estilo cool y video clipero la convertía en un impresionable y tensionante film de horror, efectista, previsible y con muertos vivos que corrían a los protagonistas.
“Si vos te despertás de la muerte, ¿de donde sacás energía para correr?” – decía Romero refiriéndose a la remake del film de 1979 y a Exterminio – “ ¿Acaso los zombies toman jugo de naranja, un energizante o se inscriben en un gimnasio para estar en forma?”
El humor ácido pero punzante y real, del director es algo que no falta en ninguna de sus magníficas obras tampoco.
Todos estos argumentos sirven para explicar porqué La epidemia, si bien no es decepcionante, se suma a la larga lista de films industriales, hechos por encargo; una de terror más para ver un sábado a la noche en compañía de un/a novio/a y/o amigo/s.
El film original era realmente una aplanadora de emociones. Empezaba con toda la fuerza. En sí no tenía principio siquiera. Uno iba entiendo lo que pasó en el pueblo a medida que iba avanzando el relato de estas personas que se tenía que escapar de su ciudad natal, porque las fuerzas militares imponían una rígida ley marcial por pandemia de “locura”. Locura… generada químicamente por ellos mismos y contagiada a la población de este pueblo granjero a través del agua. Los malos en esta obra no eran tanto los “locos” como los militares y la adicción a la violencia que tienen los estadounidenses más conservadores.
Romero se quedó adentro del cuerpo de un joven anarquista hippie revolucionario y su grito de protesta son sus films (igual que Godard), solo que en vez de ensayos hace terror con muertos vivos, pero particularmente no hay diferencias. A Romero no le interesa tanto la forma, como el fin… como el mensaje final, incluir grandes dosis de ironía, cinismo y humor negro, con algo de melancolía pesimista, solemnidad, morbo y mucho, mucho clase B.
Todo lo lindo e imperfecto del cine de Romero, Eisner lo pierden en esta escuálida remake.
El comienzo es prometedor. La historia se desarrolla rápidamente y con ritmo hasta llegar al conflicto principal: el encuentro con los militares. Hasta ahí estamos bien. O sea, si están los típicos efectos de sonido y música que ayudan a acrecentar el suspenso, y los gritos de susto en las plateas. Linda fotografía, lindo maquillaje y un interesante protagónico de Olyphant (un actor interesante que compuso al villano de Duro de Matar 4). El personaje de este alguacil honesto e idealista recuerda un poco al de Will Kane (Gary Cooper) en A la Hora Señalada, lo cual emparenta nuevamente al cine de Romero con el western. De hecho, Eisner (cuyo única antecedente es la flojísima Sahara) copia al mejor plano de A la Hora…
Hasta la demorada aparición de los militares estamos bien. Ya nos pegamos un par de sustos, nos tensionamos con una muy buena escena en una funeraria y nos dimos cuenta de la mano romeriaza (esta vez superviso la película porque figura como productor ejecutivo) cuando pone de manifiesta la critica hacia tres cazadores furtivos.
El problema es la persecución, aquello en lo que Romero se esmeraba más en desarrollar en el film original. Si bien los militares siempre están dando vueltas por ahí, amenazando con matar a la pareja protagónica: el alguacil y su esposa (la hermosa y brillante actriz, Radha “Melinda” Mitchell), con su comisario (Anderson) y una chica que cayo en el medio (Panabaker), los verdaderos perseguidores terminan siendo “los locos”. Si no estabas contagiado, te contagian. Una fábula que debería ser más política y social, acerca de la paranoia, la forzada claustrofobia, etc., se transforma en una banal obra más, del montón sin destellos de personalidad, con alguna que otra ingeniosa escena de suspenso (me gustaron individualmente las escenas del hospital, del lava autos y la de la estación de servicio como si fueran viñetas independientes de la película) y tensión constante.
Está bien. Pido demasiado quizás. Eisner hizo un film distinto. No es Romero ni esperaba que lo sea. La Epidemia tiene su independencia, tiene su fidelidad y produce tensión, aún con sus lugares comunes, clisés, frases inverosímiles y personajes de cartón. Los climas están bien logrados y las interpretaciones de Olyphant y Mitchell, si bien no están a la altura de trabajos anteriores, convencen. No la pase mientras la veía (todo lo contrario, me sentía cómodo y entretenido), pero el efecto posterior es lo que te cuestiona la calidad del espectáculo que viste. ¿Es realmente tan bueno… o tan malo?
Esta mañana varios críticos la lapidaron y subvaloraron el género, lo cuál me produce tristeza porque me gustan los films de terror. Hay muchos que tienen algo que decir, y más me produce tristeza que no hayan visto el original que SI tenía algo que decir.
Acá no. Eisner no cuenta algo nuevo. Los militares y la adicción a la violencia son secundarias (en ese sentido lo más cercano a Romero fue la secuela de Exterminio, una película muy política antimilitar dirigida por un español con Jeremy Renner). Importa solo el efecto. Cumple, aún cuando el final del film es DEMASIADO inverosímil y hollywoodense (y visto).
Pero George A. Romero está detrás. Algo queda de su magia, pero la mayor parte no. ¿Dónde está el espíritu anárquico? ¿Dónde está el incómodo, absurdo y melancólico humor negro? ¿Dónde está la crítica política, económica, social, militarizada de sus propias obras? ¿Se nos estará aburguesando o estará juntando la plata para realizar su próxima gran creación política con zombies asumiendo cargos legislativos, ejecutivos o judiciales?
Me juego que esta opción es la adecuada y Romero no se vendió. Solo ahorrando. Espero que de resultados. Sin duda, a él lo voy a seguir. Eisner ya es parte del olvido.
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