(Suiza, 2012)
Dirección: Ursula Meier. Guión: Ursula Meier y Antoine Jaccoud. Elenco: Kacey Mottet Klein, Léa Seydoux, Martin Compston, Gillian Anderson, Jean Francois Stévenin. Producción: André Bouvard, Denis Freyd, Jean-Marie Gindraux, Ruth Waldburger. Distribuidora: IFA. Duración: 97 minutos.
Ladrón de esquís.
Además de ganar el Oso de Plata en el Festival de Berlín, el segundo largometraje de Ursula Meier fue casi nominado al Oscar, ya que estuvo entre los nueve finalistas para formar parte de los cinco competidores por el premio al mejor filme extranjero otorgado por la Academia de Hollywood.
Es que la cineasta suiza ha construido otro film de notable calidad dramática, similar a su ópera prima Home, donde abordaba una crisis familiar a partir de un agente externo amenazante. Ahora nuevamente analiza los vínculos consanguíneos aunque esta vez el peligro es interno. El eje del relato es una familia diezmada que se reduce a Louise (Léa Seydoux), la hermana mayor, y el hermano preadolescente Simon (Kacey Mottet Klein). El vínculo es por demás disfuncional: ella se encuentra perdida y confundida, vagando sin rumbo fijo, por lo que continuamente se expone a situaciones que la degradan. Simon, por su parte, arrastra la responsabilidad de solventar los gastos del hogar.
Así las cosas, Simon roba a personas de altos recursos insumos varios de esquí para luego venderlos. De esta manera, no sólo busca sobrevivir en una sociedad que relega a aquellos en una situación precaria, sino que además pretende ganar la simpatía de su hermana. Simon no deja de ser un niño que demanda amor, al cual se le exige una madurez inalcanzable para su edad. Louise, a su vez, vive en una constante fuga y permanece en una posición de adolescente crónica, siempre abrazando conductas que rozan los bordes. Ambos, a su manera, se encuentran desamparados.
Con una modalidad narrativa pausada, que remite a la estructura prototípica de los hermanos Dardenne, la directora se toma su tiempo para ir construyendo las características de cada personaje y los conflictos principales. Meier utiliza un tono intimista tanto para la convivencia en el pequeño departamento como en las instalaciones del centro de esquí, combinando primeros planos que retratan la cotidianeidad del dúo con imponentes tomas panorámicas que ofrecen bellas imágenes del paisaje nevado de los Alpes suizos.
La trama aborda, sin hacer juicios de valor o condenar a los personajes, las diferencias sociales en una Suiza “paraíso del bienestar capitalista” y los estragos que este ideal causa en aquellos que –por los avatares de la vida- están en serio riesgo de quedar fuera del sistema. La Hermana es un drama que se centra en la fragmentación familiar y el intercambio de roles, tópicos abordados con sumo respeto, evitando caer en sensiblerías o golpes bajos.
Por Emiliano Román
