Sencillamente insalvable.
No hay mucho más para decir de un film que prometía tanto –al menos, eso parecía con la campaña de prensa que la precedió– y que finalmente decepciona de principio a fin. Si al menos se hubieran jugado con un buen elenco… pero ni eso.
Para hacerse una idea de lo que es La Huérfana, transformen al pequeño Demian, de La Profecía, en niña, pónganla en el lugar de Macaulay Culkin en El Ángel Malvado y réstenle todo aspecto cinematográficamente positivo a ambos guiones, y quizás puedan hacerse una idea de lo predecible y aburrida que esta película puede resultar.
Los primeros minutos plantean una estética más onírica y bien gore, pero rápidamente estos rasgos se pierden en una historia obvia, plagada de clichés de esos que el cine de terror viene repitiendo desde hace más de 20 años.
Como si todo esto fuera poco para hacer una película pésima y soporífera, parece que al guionista se le ocurrió buscarle una “vuelta de tuerca” original. Pero tampoco funcionó, no solo porque no es nada creíble –hasta resulta ridículamente hilarante–, sino porque para poner de manifiesto esa resolución utilizaron el peor recurso al que un guionista puede apelar: poner a un personaje “vomitando” en un monólogo (encima en una llamada telefónica de larga distancia) todo lo que estuvimos esperando saber durante una hora y media.
Después de esto apenas resta un forzado clímax, durante el cual lo único que pensamos es cuánto tiempo más seguirán estirando una película que no se sostiene por ninguna parte.
Cuando terminamos de ver La Huérfana, sólo podemos preguntarnos: ¿hasta cuándo seguiremos ocupando nuestras pantallas con películas de terror importadas y malas, mientras que en nuestro país el cine independiente está dando cada vez mejores exponentes del género, que nunca llegan a las salas oficiales?