Sam Peckinpah fue uno de los directores cuya producción mayoritaria estuvo dedicada a los westerns y con los que La leyenda regresa, título poco feliz con que Netflix acaba de presentar Old Henry, podría relacionarse. La película ya tiene sus años, dado que fue presentada en competencia en el Festival de Venecia en 2021, pero dado su género no envejece en absoluto.
Comparte con el director de La pandilla salvaje escenas de gran violencia, aunque en otros momentos recuerda a films más “tranquilos” como La balada del desierto, así como a varios más de sus títulos del Lejano Oeste.
Lo que si diferencia a esta de otras anteriormente nombradas es la ausencia de grandes nombres actorales. El protagonista central, Old Henry como se lo conoce, es interpretado por Tim Blake Nelson, nombre fácilmente reconocible por los cinéfilos, pero poco por el resto del público.
Nelson se ha desempeñado, tanto como director (aquí solo se conoció la discreta Crímenes y virtudes/Anesthesia) y como actor entre otras numerosas películas, en La balada de Buster Scruggs y en ¿Dónde estás, hermano?, ambas de los hermanos Coen. Su caracterización, con barba y un ojo dañado, lo hacen poco reconocible.
Por otra parte, en el inicio quien aparece no es él sino otro personaje central a la trama, Ketchum (Stephen Dorff, también con barba) en una escena violenta en que acompañado de otros dos asistentes (deputies), el sheriff hace justicia por mano propia con un personaje, del que nada se sabrá más adelante.
Cuando la acción presenta a Henry lo veremos como agricultor y criador de cerdos, habitando una modesta propiedad en el Estado de Oklahoma. Su única compañía es su hijo Wyatt (Gavin Lewis), con quien se adivina que tiene un conflicto generacional, ya que el joven le cuestiona no conocer nada sobre su padre, cuando aún vivía su madre.
En lo que podría considerarse una obra dividida en capítulos, aunque los mismos no aparezcan, se llega a una tercera instancia en la que Henry descubre el cuerpo de un hombre gravemente herido, Curry (Scott Haze), al que transporta a su finca. Sospecha que es un forajido al descubrir al lado de su cuerpo una alforja con dinero. Logra salvarle la vida al extraer una bala en el pecho (escena muy cruda y bien lograda) y al dejarlo solo con su hijo (busca un médico), Curry logra desatarse las manos y amenaza a Wyatt, pero Henry llega a tiempo solo, y vuelve a maniatarlo.
Es en ese tramo que el film plantea un gran interrogante ya que Curry sostiene que él es un alguacil y que Ketchum y sus acompañantes son unos farsantes.
Y es entonces que se asiste al cuarto y último tramo, el más extenso, cuando los tres personajes, munidos de estrellas de los servidores de la ley, se encuentran en la puerta de la casa de Henry, reclamando que éste les entregue a Curry.
Como la acción tiene lugar en 1906, época que señala la decadencia de los “cowboys”, resulta comprensible el choque entre padre e hijo, ya que éste último no termina de identificarse con el mundo que vivió su progenitor.
La gran habilidad del director Potsy Ponciroli, un nombre desconocido pese a que no es este su primer largometraje, es haber planteado grandes dudas en el espectador acerca de las identidades de los diversos personajes.
Sin embargo, para sorpresa de muchos, se develarán varias incógnitas en una escena final de gran violencia, que el espectador asociará de más de una manera con Sam Peckinpah, comprendiendo porqué esta nota lo vuelve a citar.
(Estados Unidos, 2021)
Guion, dirección: Potsy Ponciroli. Elenco: Tim Blake Nelson, Scott Haze, Gavin Lewis, Stephen Dorff. Producción: Michael Hagerty, Shannon Houchins. Duración: 99 minutos.