A Sala Llena

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CRÍTICAS - CINE

La terminal

Supongamos que en plena pandemia un observador extraterrestre (alien en su terminología más fílmica) se instalara en una terminal de La Falda, Córdoba y registrara subrepticiamente el movimiento de personas (mejor dicho viajantes con las ventajas que nos da el gerundio) y a su vez grabara (robara) las voces de los pasajeros que cuentan sus amores y desamores conformando un catálogo de voz en off que mucho nos recuerda el libro de Barthes “Fragmentos de un discurso amoroso”.

Así podría ser, primeramente interpretada, La terminal, última película de Gustavo Salvador Fontán. Film de intensos tonos de azul y grises nocturnos con mínimas apariciones de luces y momentos radioactivos del amanecer.

¿Documental? Si y no.

¿Ficción? Si y no.

¿Registro antropológico? Si y no.

Condensando todos estos géneros nos encontramos con una pieza inclasificable, intensa, noctámbula y extrañada que también tiene un claro tono popular, son trabajadores y estudiantes que, como fantasmas, se aprestan al viaje, donde sueños, amores, tiempo (relojes que se pierden más que se ganan en esas máquinas con fichas) y mimos se intercambian como en una cinta sin fin, como el proceso del trabajo en serie de las fábricas, como si la historia fuera la misma y solo los actores cambiaran. 

Como en su anterior film El piso del viento, también La terminal oficia como un purgatorio, allí esos personajes fantasmales confiesan en off sus amores y desamores, aciertos y desaciertos emocionales como si el viaje mismo fuera purificador y exigiera la confesión para seguir, como si las valijas fueran fuertes ropajes sentimentales que pesan más que el alma misma.

Ese estado permanente de flotación de la cámara hace que la película sea muy líquida, muy maleable, no encuentra punto de donde sujetarse, procedimiento usado magistralmente en el El limonero real y aquí se vuelve central, la cámara fija (trípode clásico mediante) le daría un tono de permanencia a la imagen, la fijaría al tiempo y espacio del film, al volverse ondulante la vuelve cambiante y pasajera, es la genial forma de reflejar el vaciado y el llenado de esta terminal de trabajadores y estudiantes, ese flujo es lo que intenta reflejar la fotografía de una gran Ezequiel Salinas y un diseño de sonido a cargo de Atilio Sanchez que realmente transforma a la terminal en una maquina fabril, viva y fluctuante.

Si en La deuda el centro estaba en el viaje en un suburbano profundo cuya significación central estaba en el dinero, aquí presenciamos el comienzo de un viaje con significación abierta, una plataforma de despliegue y despegue de vidas, amores y destinos lanzados al espacio. Un film sobre el amor, el destino y el pasaje de un estado a otro, de una vida a otra como si pudiéramos fabricar un artefacto para reencarnar, abierto como nuestras vidas, con la esperanza y la desesperanza como lados de una misma moneda.

Como en aquel hermoso e inquietante film Under the Skin de Jonathan Glazer, aquí los aliens no se llevan cuerpos, solo voces como cicatrices de vidas que amaron y desamaron con la misma fluidez con la que entran y salen trabajadores, estudiantes y micros de la terminal.

(Argentina, 2023)

Guion, dirección: Gustavo Fontán. Producción: Eva Cáceres, Ana Lucía Frau. Duración: 63 minutos.

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