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CRÍTICAS - CINE

Las Aventuras de Tintín, según Matías Orta

Realizó toneladas de éxitos, es multimillonario, ganó premios Oscar. Descubrió nuevos talentos, potenció a artistas consagrados. Está considerado el mejor director de cine vivo. Lejos de dormirse en los laureles, Steven Spielberg sigue detrás de nuevos desafíos. Esta vez, se asoció con el no menos exitoso y virtuoso Peter Jackson para llevar al cine la obra cumbre de Georges Prosper Remi (mejor conocido como Hergé) y un icono de la cultura popular: Tintín.

Las aventuras de este joven e intrépido periodista nacieron en formato gráfico, pero no entran en la categoría de comics o novelas gráficas. Se trata de un Bande Dessinée (BD), formato oriundo de Francia y Bélgica, que consiste en libros de viñetas muy exitosos en Europa.

A lo largo de las décadas, Tintín fue adaptado al teatro, a la televisión —como serial, entre los ’50 y los ’60, y luego como dibujos animados— y al cine: primero, en El Cangrejo de las Pinzas de Oro, de 1947, hecha con la técnica de stop motion, y dos veces más, ahora en live action y con resultados bastante ridículos: Tintín y el Misterio del Toisón de Oro y Tintín y las Naranjas Azules.

Basada —libremente, según los fanáticos más acérrimos— en el BD El Secreto del Unicornio, la película de Spielberg nos muestra al protagonista (interpretado por Jaime Bell) comprando un barco del XVIII de colección a escala, conocido como Unicornio. A partir de allí, su vida corre peligro, ya que el barco también es codiciado por el misterioso Ivanovich Sakharine (Daniel Craig). Nuestro héroe, siempre ayudado por su fiel perrito Milú, no tardará en descubrir la verdad: existen tres réplicas del Unicornio, y cada una contiene elementos que, una vez unidos, sirven como mapa para encontrar un tesoro. Y es ahí cuando aparece en escena un personaje crucial: el Capitán Haddok (Andy Serkis).

Una vez más, Spielberg demuestra por qué, junto con Martin Scorsese y David Cronenberg, es el mejor cineasta surgido de fines de los ’60: nunca para de evolucionar, y le presta atención a cada aspecto de una película, incluso a los nuevos chiches tecnológicos, que siempre utiliza mejor que sus colegas. Sabe aprovechar la animación por captura de movimiento (muchísimo más que su otrora discípulo Robert Zemeckis), sabe aprovechar la tercera dimensión, y no sólo para que las cosas vuelen hacia la cara del espectador. Su envidiable talento para filmar secuencias de aventuras y su sentido de la narración están en todo su gloria, y siempre se preocupa por rodearse de enormes guionistas: Las Aventuras de Tintín fue escrita por Steven Moffat (sensación de la TV inglesa, por la versión más nueva de Dr. Who y por Sherlok), Edgard Wright (director de Muertos de Risa, Arma Fatal y Scott Pilgrim vs. Los Siete Ex de la Chica de sus Sueños, lamentablemente nunca estrenadas en la Argentina, por lo que esta vez Wright tiene algo de revancha) y Joe Cornish, responsable de la reciente Ataque Extraterrestre o “Super 8 en clave wachiturra”.

(Tipos como George Lucas y James Cameron deberían tener la misma humildad de Steven y permitir que otras personas más aptas escriban sus respectivos films, aunque seguro el guión seguirá importándoles menos que continuar mejorando los avances en términos de efectos especiales).

Andy Serkis es el Robert De Niro de la motion capture. Gollum, Kong, César, ahora el Capitán Haddok, el actor inglés no se cansa de descollar. Por supuesto, suma su importante experiencia vistiendo la malla repleta de censores. El resto del elenco tampoco lo hace nada mal, aunque Bell y Craig terminan siendo opacados por Serkis. Imposible dejar de mencionar a Nick Frost y Simon Pegg, también fetiches de Edgard Wright.quienes encarnan a los torpes detectives Thompson y Thompson (o Hernández y Fernández, como se los conoce en castellano).

A la manera del mejor Indiana Jones, incluso a un nivel más elevado de perfección (en el aspecto visual, gracias a su carácter de film animado, y en el aspecto narrativo ya lo sabemos), Las Aventuras de Tintín es sinónimo de aventura pura y dura. Un fresco y delicioso coctel de acción, suspenso, humor, amistad y vibrantes persecuciones en parajes exóticos. Y, además, la adaptación definitiva del mítico BD a la pantalla grande.

El único defecto: hay que espera varios años para ver la secuela, que será dirigida por Peter Jackson cuando se desocupe de El Hobbit. Pero, al menos, será una espera que lo valdrá.

Larga vida a Tintín, a Spielberg, a Jackson. ¡Nunca dejen de entretener!

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