SOLO LOS ÁNGELES TIENEN ALAS
Es ya un viejo lugar común la idea del autor que impone su visión del mundo, su propia sensibilidad e incluso su autobiografía más íntima, aún en el sistema de estudios de Hollywood. Pero no por ser un lugar común deja de ser, en muchos casos, una gran verdad. Estuve revisando una de mis películas favoritas de todos los tiempos: Solo los ángeles tienen alas (Howard Hawks, 1939). Les dejo algunos apuntes.
Es un retrato de un grupo de profesionales, clásico tópico hawksiano. Muestra gente que quiere hacer bien su trabajo. No les interesa ser geniales ni brillar, sino hacer lo que debe hacerse y de la forma más eficaz posible. Para Hawks, el oficio del cine también parece haber sido eso. Sin embargo, a pesar de ser el retrato de un grupo hay una tensión entre los deseos individuales y los objetivos grupales. Pareciera que lo que se termina privilegiando es el conjunto, pero el individuo tensa y presiona. Otra metáfora del cine y más precisamente del rol del director: un trabajo en equipo pero que requiere de una visión personal y única. En la película el rol de director está encarnado en la figura del personaje de Cary Grant. Es el alter ego perfecto de Hawks como director: el que tiene que tomar las decisiones, el que tiene que decidir cuando ser un compañero complaciente y cuando ser firme y mostrar autoridad. El “Holandés”, el dueño de la compañía aérea, sería el equivalente al productor.
Como casi siempre en Hawks, aparece la amistad y la camaradería masculina. La amistad tiene igual o más peso que el amor romántico. En las películas de Hawks, las amistades son como historias de amor solapadas. Bonnie (Jean Arthur) le pregunta a Kid (el mejor amigo del personaje de Cary Grant): “¿Vos también sufrís cada vez que Carter sale en el avión?” La amistad y el amor importan, pero el trabajo también. Hay un dilema. ¿Qué elegir? Creo que para Hawks las personas son más importantes que el trabajo. Es decir: la vida es más importante que el cine. Pero por un cachito nada más.
Porque además hay una ética hawksiana. Los personajes asumen que algo propio deben perder o poner en riesgo para beneficiar al otro. Por otro lado, la ética es otra cara del profesionalismo. El buen profesional es un buen compañero, es leal y honesto. Carter cuenta que le debe plata al piloto que murió, cuando nada lo obligaba a hacerlo. El “Holandés” no cuenta que la empresa está en mala situación económica para proteger a sus empleados.
Los personajes de Hawks parecen simples pero son muy complejos. El Carter de Cary Grant es un tipo sensible, comprensivo y solidario, pero simula ser duro, implacable e insensible. Celebra el pragmatismo y sacrifica lo emocional, pero tal vez sea un pragmático porque es la única forma que encuentra para protegerse de sus propias emociones y de las heridas del pasado. Como ya se ha dicho varias veces, las mujeres hawksianas son fuertes y decididas, tienen algo muy masculino. Son mujeres independientes a las que les gusta meterse en “cosas de varones”. Son las que toman la iniciativa en lo sexual y lo afectivo, frente a hombres dubitativos y un poco neuróticos. El héroe masculino hawksiano se enamora de mujeres que se comportan de forma no muy distinta a sus mejores amigos. Cary Grant se enamora de Jean Arthur porque se divierte con ella, porque lo hace reír y porque le genera confianza. La mujer hawksiana es para el hombre un par, alguien con quién compartir y disfrutar de la vida. Muy diferente a las películas de Ford, en las que los hombres suelen enamorarse de mujeres que encarnan la figura de la madre, una madre santa y virginal. En Fuimos los sacrificados, obra maestra de 1945, John Wayne se enamora de una enfermera angelical que lo cuida en su estadía en un hospital de campaña. El personaje de la enfermera es presentado al espectador desde el punto de vista de Wayne con un halo de luz detrás de su cabeza. Wayne la mira embelezado, mientras ella cura y cuida enfermos. Y allí se enamora inmediatamente. Eso sería inversoimil en una película de Hawks.
En Solo los ángeles tienen alas un personaje dice: “Las cosas pasan muy rápido acá.” Es cierto. Hay un gusto en Hawks por la velocidad y el vértigo narrativo. No se detiene casi nunca. En eso también es muy distinto a Ford, un cineasta al que le gusta la contemplación y la pausa poética. Hawks amaba los autos deportivos y los aviones; a Ford le gustaban los barcos.
En Solo los ángeles tienen alas aparece otra constante de Hawks: la tensión entre el adentro y el afuera, principal influencia hawksiana en el cine de John Carpenter. El adentro como refugio, la protección del grupo; el afuera como el lugar del peligro, del riesgo. Esto es importante, porque es una película sin villano, algo raro en una película clásica. Podríamos decir que el villano, el antagonista, es el peligro, la cercanía permanente de la muerte como posibilidad. En este sentido es muy sofisticado el uso del sonido y el fuera de campo. Se nos hace sentid el exterior en el interior a través del ruido de los aviones. En la puesta en escena nunca se integran el interior y el exterior en el mismo plano. Puede haber sido por limitaciones de producción, pero termina ayudando a generar esa tensión entre el adentro y el afuera.
Hawks no es un sentimental. Otro rasgo de Hawks que también lo separa de Ford y de casi todo el cine americano de su época. Eso se ve muy bien en la escena en la que Carter le dice a Kid que no va a volar más. Es una decisión crucial en su vida, un momento intenso y emocional, pero Hawks lo filma sin énfasis, sin música incindental, sin sentimentalismo alguno. Otro momento notable en ese sentido es cuando muere el primer piloto. Ni la película ni los personajes se detienen para evocaciones sentimentales o lamentos. Simulan que no pasó nada y vuelven al trabajo. Esa es su forma de superar el dolor. En Ford abundan las escenas de entierros; no recuerdo ninguna en Hawks. Para Hawks no ser sentimental es dar verdadera importancia a los sentimientos. Cuando muere Kid en brazos de su amigo, se produce este diálogo brutal y genial:
– Me siento raro.
– Tenés el cuello roto.