Abyecto: sirve para referirse a directores de cine que no nos gustan y, de paso, para que sepan que uno sabe quiénes fueron Serge Daney y Jaques Rivette.
Abonado: director cuyas películas se seleccionan siempre en el Festival de Cannes.
Adocenado: es más elegante que decir “mediocre”, vulgar” o “malo”, pero significa más o menos lo mismo.
Ascetismo: usar para referirse a una puesta en escena despojada, especialmente si se trata de una película de Robert Bresson.
Asordinado: se usa luego de “humor”, para indicar que algo no nos dio gracia pero que no se lea como una crítica negativa.
Autor: suele usarse para referirse a directores de cine que persiguen las mismas obsesiones en todas sus películas, sugiriendo que eso es algo siempre bueno. Si al crítico no le gusta dicho director, en vez de calificarlo como autor, hay que decir “se repite con la misma fórmula”. Si se dice en francés, “auteur”, queda mucho mejor.
Canto del cisne: una forma exquisita de decir que es la última película de un director antes de morir.
Cineasta: es mucho mejor que decir “director de cine”.
Clasicismo cinematográfico: suele utilizarse para películas que no tienen nada de clásicas.
Controvertido: se usa para calificar films que no nos gustan mucho, que nos dieron un poco de asco, pero que no nos animamos a confesarlo.
Crepuscular: sirve para decir algo de un western posterior a 1960 cuando no se nos ocurre nada para decir.
Croisette: bulevar emblemático que bordea la costanera de la ciudad de Cannes. Queda muy elegante citarlo en una crónica sobre el Festival que allí se desarrolla cada mes de mayo.
Extraordinario: más que “notable”, un poco menos que “deslumbrante”.
Fallida: una película mala que deseábamos que fuera buena.
Film: la forma exquisita para no decir “película”.
Gore: se nota si uno sabe de cine si se usa este término para películas o escenas de terror muy sangrientas. Se usa más en la crítica escrita que en la oral, porque casi nadie sabe si hay que pronunciar o no la “e” final.
Gran: Menos que “notable”, más que “destacado”.
Híbrido: cuando no sabemos si es un documental o una ficción; tiene una connotación generalmente positiva.
Hierático: queda muy bien para referirse a un actor poco histriónico.
Ineluctable: significa lo mismo que “inevitable”, pero uno queda como mucho más culto.
Interesante propuesta: cuando la película no te gusta, pero el director te cae bien.
Lyncheano: adjetivo al que se recurre cuando la película no se entiende.
Martel, Lucrecia: se la invoca como referencia cuando en una película hay piletas.
Necesaria: dícese de una película que trata temas importantes, aunque nunca se entiende para quién sería necesaria.
Notable: menos que “extraordinario” pero más que “gran”.
Ominoso: queda muy bien en una crítica de una película de terror “fina”, para no usar otros adjetivos no tan exquisitos, como “desagradable”, “horrible” o “feo”.
Ópera prima: suelen ser sorprendentes, novedosas, frescas o bienvenidas.
Ostensible: casi nadie sabe qué significa, pero queda bien usarlo, sobre todo en Córdoba.
Ovni cinematográfico: metáfora gastadísima; los que la usan creen que la están inventando cada vez.
Patchwork visual: no se sabe muy bien qué significa, pero queda muy bien en cualquier película premiada en Locarno, Valdivia, FIDMarseille o Jeonju, entre otros.
Palmarés: es mucho más exquisito que decir “premiación” o “lista de premiados”.
Plano secuencia: a los críticos exquisitos les encantan. A veces se lo confunden con planos de larga duración. Queda bien citar el comienzo de Sed de mal.
Realismo: categoría que suele generar confusión y malentendidos, pero en general se acepta que si una película incluye pobres seguramente es más realista que una en la que abundan los ricos.
Sorprendente: dícese para referirse a óperas primas.
Tour de force: no suele usarse según los significados que estas palabras tienen en francés (dificultad extrema, hazaña, alarde de virtuosismo), pero no importa, porque los galicismos siempre son bienvenidos en una crítica exquisita.