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CRÍTICAS - CINE

Lo que quisimos ser

Alejandro Agresti, al igual que Daniel Burman, es un realizador al cual se extrañaba, dada su ausencia de las pantallas de cine. Así como el director de El abrazo partido regresó hace apenas dos semanas con Transmitzvah, luego de casi una decena de años, ahora acontece algo similar con el realizador de El acto en cuestión.

Lo que quisimos ser es su festejado retorno donde, como en muchas oportunidades anteriores, es además autor del guion. La diferencia es que no están algunos de sus habituales actores, como el recordado Carlos Roffé (récord de nueve actuaciones hasta su fallecimiento en 2005) o Mirta Busnelli. 

El apropiado título del film da alguna pauta sobre el contenido de la trama, que bien podría calificarse como una historia de amor, al que se interponen circunstancias que no conviene detallar. Por ello esta nota se circunscribe mayormente a lo que trascurre en algo más de la primera media hora inicial, señalando que el conjunto tiene, como la mayoría de sus films anteriores, una duración que no supera los noventa minutos. Además, demuestra que, ir a contramano de la tendencia mundial (sobre todo norteamericana) de superar las dos horas, no redunda necesariamente en beneficios para los espectadores.

Es indudable que Agresti ama al cine, y la primera escena de su nuevo opus es testigo. Como la acción se inicia en el otoño de 1998, no resulta difícil, para cualquier cinéfilo local, identificar la sala de cine (ahora rebautizada Cine Arte Cacodelphia), casi vacía, en la que se encuentran (en el doble sentido de estar ubicados y conocerse a la salida) el dúo central de personajes. Hasta hay un cartel de la librería LIBRO FILM, que identifica el sitio cuando ambos se dirigen hacia la avenida Corrientes.

Es una típica costumbre argentina la de juntarse, a la salida de un espectáculo, en algún sitio gastronómico, sea un bar, pizzería o restaurant. El que eligen Yuri (Luis Rubio) e Irene (Leonora Wexler) lleva el nombre de The Brighton y, por lo visto, es caro. Él le comenta que el lugar le parece muy “pituco”, a lo que ella responde que no se preocupe, ya que es la que invita.  

La película que han venido de ver (se ven algunas imágenes durante la proyección) es His Girl Friday (Ayuno de amor), el clásico de 1940 de Howard Hawks, con Cary Grant y Rosalind Russell. Mientras que Irene reconoce que es la primera vez que la ve, Yuri le dice: “Me la sé de memoria, aunque siempre descubro algo nuevo”.

Ella le propone de entrada “convenir algunas reglas”, consistentes en no develarse mutuamente sus nombres y permanecer siendo dos “completos extraños”. Beto (tal su verdadero nombre) elige el del célebre cosmonauta ruso, dado que afirma que es esa su ocupación. Ella, a su vez, se identifica como una escritora famosa, y pronto sabremos que ninguna de ambas profesiones es la verdadera. 

Hay un tema que está presente en toda la obra, y son los libros, los que seguramente son una de las preferencias intelectuales del director, ya presente en obras anteriores, como la ya mencionada El acto en cuestión; Quiroga (Roffé) robaba libros usados. 

De hecho, Beto es dueño de un negocio de libros usados, consagrados a dos temas centrales: el cine y la ciencia ficción, género este último que también debe ser del gusto de Agresti. Por la librería desfila algún personaje excéntrico al que el dueño echa, otro al que le regala unos libros e inclusive una mujer con su hijito al que el librero le recomienda un autor (Silverberg) y hasta le muestra una maqueta de un barco “hermano menor del Titanic”, que inclusive tiene un cine. 

El tema literario también abarca a un tercer personaje, Sebastián (Antonio Agresti), el hijo de la “escritora” que justamente estudia Letras y tendrá un rol significativo en la segunda mitad de la historia. Le indicará a su madre que le gustaría conocer a Yuri, dado que ella le ha comentado que todos los jueves se encuentran en una especie de ritual. Logrará finalmente su cometido, merced a unas servilletas de The Brighton que la madre trajo a la casa. 

Uno de los méritos del nuevo film de Agresti es la gran cantidad de temas que abarca. No está ausente la situación política y económica a inicios de este siglo y que hace que The Brighton se quede sin clientes (incluidos ellos) y que Fermín (Carlos Gorosito), el mozo que todos los jueves los atiende, se quede sin trabajo. Cambiarán a una pizzería (San Antonio, seguramente ficticia) más económica y será su dueño don Cosme (Juan Carlos Kuznir) quien tendrá un digno gesto.

Hay, como se señalaba al inicio, mucha cinefilia de Agresti en su nuevo largometraje, con referencias a Marlene Dietrich, cuyo film Testigo de cargo era el que se había proyectado una semana antes que el de Hawks y del que se muestra un afiche a la salida del cine.  

Otro afiche que aparece (en la casa de Beto) es el de Sea Wife (La intocable, de 1957), del poco conocido Bob McNaught, con Joan Collins y Richard Burton. ¿Por qué habrá elegido Agresti dicha película?  

En los rubros técnicos se destaca la fotografía de Marcelo Camorino y la música original de Leo Caruso, donde sobresalen sus arreglos de piano.  

El comentario que hace Beto sobre la película de Hawks, en el sentido de que al verla otra vez se “descubre algo nuevo”, bien puede aplicarse a Lo que quisimos ser, y que este cronista experimentó al verla dos veces.  

(Argentina, 2024)

Guion y dirección: Alejandro Agresti. Elenco: Luis Rubio, Eleonora Wexler. Producción: Fernando Sokolowicz, Analía Pérez, Teresa Pacitti, José Paquez. Duración: 84 minutos.

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