En los últimos años, el cine de superhéroes tuvo una interesante restructuración con narrativas más complejas, la construcción de universos en común y una calidad visual generalmente destacada. Toda buena época también tiene sus inconvenientes, y en este caso debido a constante dicotomía entre de DC y Marvel y la sobreproducción de una gran cantidad de obras provocó -en parte- un deterioro en la calidad de este tipo de películas.
Por el lado de DC, ya hace rato habían quedado atrás películas brillantes como Batman: El Caballero de la Noche (The Dark Knight, 2008) y el año anterior con otras pésimas como Batman v Superman: El Origen de la Justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) o Escuadrón Suicida (Suicide Squad, 2016) habían tocado fondo. En el universo de Marvel, donde todo solía ser más prolífico, sus films se volvieron genéricos, repetitivos y sin la frescura e impacto de títulos como Los Vengadores (Avengers, 2012) y Guardianes de la Galaxia (Guardians of the Galaxy, 2014), siendo que otros como Avengers: Era de Ultrón (Avengers: Age of Ultron, 2015) o Capitán América: Civil War (Captain America. Civil War, 2016) bajaron bastante su calidad y lo que antes solía ser divertido se volvió intrascendente. Era algo que se venía venir, y el hecho de subir la cantidad antes que preocuparse por la calidad es un claro síntoma de lo que está sucediendo en el género de películas de superhéroes.
Pero por suerte llegó Logan: Wolverine (Logan, 2017) con una propuesta completamente diferente. El film de James Mangold es autoconsciente del género como pocos, es el que expone este deterioro actual y aquel abuso de hacer casi siempre lo mismo a través de una historia de superhéroes sin ser de superhéroes.
Logan transcurre en el futuro sin ser futurista, mostrando un presente en crisis, post (casi) eliminación del universo mutante que solíamos conocer, aunque este nuevo film está más cerca de una virtual y cruda realidad que de un escenario fantástico. Wolverine puede ser el protagonista, pero esto resulta como una especie de excusa, ya que tranquilamente él como los demás protagonistas podrían ser gente común, no mutantes. No es un dato menor el título del film: su nombre de pila, y no como se hacía llamar en los X-Men. Esta obra aparenta ser más un western urbano con reminiscencias visuales a películas de los setenta como Tráiganme la Cabeza de Alfredo García (Bring Me the Head of Alfredo García, 1974), de Sam Peckinpah, o Wake in Fright (1971), dirigida por Ted Kotcheff, que a una historia de ciencia ficción. Lo sepia ante lo colorido y la violencia extrema por sobre lo apta para todo público.
Pero lo más interesante de la película es cómo anuncia el presente poco feliz del universo cinematográfico de los superhéroes y la muerte del género a través de sus personajes, los cuales –justamente- son de los más populares de la historia de Marvel. El film muestra al mítico Profesor Charles Xavier (uno de los mutantes más poderosos del mundo) en su lecho de muerte, completamente débil y hasta pasando lástima; o sea, el lado humano del súper hombre, desde su sufrimiento hasta la ternura de un anciano al que le queda muy poco de vida. Por otro lado está un envejecido Wolverine siendo chofer de Uber y muy lejos de una actividad heroica, que ve su reflejo olvidado en cómics antiguos. Logan expone como ninguna otro película del género la cruda realidad y el escape del universo fantástico, que venía mostrándose bastante trillado en varias de las últimas producciones de DC y Marvel. La obra de Mangold es el la muerte del cine de superhéroes que veíamos hasta la fecha, y no está nada mal, más bien todo lo contrario: un portal hacia algo diferente, una película que cierra una etapa, la cual sería interesante que sea usada como ejemplo y no pase desapercibida en todo sentido, porque este nuevo film –por sobre todas las cosas- no solo es muy bueno sino que lleva a este tipo de cine a un escalón de mayor interés.
Tomás Maito | @tomasmaito