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CRÍTICAS - CINE

Los Muppets, por Uriel De Simoni

Un muñeco, con rasgos de animal y una gracia que…

Con la frase que encabeza esta nota, Homero Simpson resuelve de forma difusa la concepción cognitiva y pragmática de un Muppet. Pero como enunció Woody Allen “Qué importa! Si son tan graciosos!”.

Es entonces cuando nos paramos frente a un conjunto de figuras antropomorfas que se corresponden con la denominación de “mito” en su conjunto, por tanto, toda premisa de origen o explicación en flashback de un pasado que se condiga con la linealidad dramática, será superfluo y enfático. The Muppets ya está contada y realizada desde el momento en que nos sentamos en la butaca, pero contada para no desprendernos de la misma.

En resumidas líneas The Muppets relata la historia de un Muppet, Walter, fuera del universo de los mismos ya que creció con humanos y más precisamente de la mano de su hermano Gary, que, al sentirse distinto, descubre a los muñecos y cuenta con la posibilidad de visitar el contexto donde la magia se consumó tiempo atrás. Ver devastados los escenarios de un show que constituyó infancia, sueño, risas (el tercer mejor regalo), supone el cuestionamiento de factores que realizaron semejante debacle. Derivción obligada en el conflicto mismo: Richman, un empresario petrolero quiere hacerse del Teatro Muppet y Walter debe organizar un show que reuna a los especiales muñecos para juntar una suma de dinero que salve ese universo y todos los posibles. Es entonces cuando se sucede la búsqueda de René/Gustavo devenido en Kermit y la posterior reunión de la melancolía hecha terciopelo bajo el nombre de Fozzie, Piggy, Animal y Gonzo, entre demás paradójicas esencias, que, como era de suponerse, se abrieron paso en el mundo por otras direcciones. La risa como factor determinante hará lo propio mientras la gestación de un nuevo monstruo televisivo batalla contra el magnate del petróleo en lecciones tan cotidianas como mágicas.

Sin más detalles que una previa nostálgica, el film nos abre las puertas a un mundo conocido y preconcebido en una serie de largometrajes que, contando esta oportunidad, suman nueve, y una serie televisiva (The Muppet Show, EE.UU. 1976) que volvería, entre baches, a la pantalla a mediados de los noventa para continuar abarcando generaciones sedientas de humor ácido “no burdo” y celebridades a montón en sketches por demás delirantes.

Hay una cuestión en Los Muppets que es tratada desde una sutileza proverbial, que la nostalgia en general, tanto la que puede destacarse en un clima de añoranza post adolescencia, como la que puede surgir dentro de los personajes y caracteres centrales del film, comprendiendo por eso a las reacciones de Kermit y compañía respecto del todo y toda aquella cantidad de tiempo entre su final y la realización de una nueva etapa para la vida “teleñeca”. Entonces, la faceta nostálgica de Los Muppets, radica su existencia como paródica en si misma, ya que es parte clave de la obra pero a la vez carece de importancia esencial a menos que se la vea como un disparador hacia el origen del terciopelo parlante en manos de Jim Henson.

1. Reinvencine. Destacamos un nombre en el inciso anterior: Jim Henson, sin duda alguna genio de un microcosmos que supo transmitir a través de diversas obras en materia de muñecos, títeres, animatronics y demás variantes de la misma temática que se comprenden desde El Cristal Encantado (The Dark Crystal, EE.UU., 1982) a Fraggle Rock (Fraggle Rock, EE.UU., 1983). Es entonces cuando, en un camino que parecía extinto, otro genio, pero del humor en este caso como lo es Jason Segel, retoma la obra de Henson y, dejando de lado todo CGI posible, adapta la versión 2011 de lo que posiblemente será la Reencarnación de Los Muppets, debido a su vuelta a la gloria en la confección de un nuevo Show televisivo pero para cine. El tiempo dirá si volveremos a los 70´s o a rememorar a los Muppets por sus películas en formato hogareño.

2. Level Muppet. Hay una cuestión que merece un destacado en todo lo que comprende a la obra de Los Muppets, pero más específicamente a la obra de Jason Segel y James Bobin. La Técnica (si, en mayúsculas) se compone a partir del diseño básico de un Muppet, es decir, todo el universo que se recrea en el cuadro de la pantalla de cine, es y existe gracias a que Los Muppets son. Entonces el avatar técnico se pone al servicio de las escalas de planos y pone al nivel de muñecos a todos  los personajes que acontecen en el filme, dejando en claro qué es lo que realmente importa. Por otro lado, los recursos narrativos y de diálogo se componen del ingreso y egreso de los factores al nivel detrás de cámara y en cuadro. Antológico es el quote de resolver el rejunte a través de un montaje que, obviamente, corresponde a una noción básica del cine que se remonta a los albores del mismo, haciendo reminiscencia consciente o no a Eisenstein y Pudovkin.

Hay en Los Muppets una magia que se acontece en los interiores y decorados que hacen al show, incluso en interiores móviles como el auto que hace de medio a la reunión. Es la magia que crea un mundo interno, el que acontece en esa articulación humano-Muppet-comedia-fantasía-cotidianeidad, que pasan a ser indisolubles y, como diría un siniestro Rasta de Verano del 98, “nada malo nos puede pasar”. Distinta es la otredad, aquello que acontece fuera del mundo Henson-Segel (permitamos licencias que se viene fin de año), ilustrado/opacado mediante sonidos y o voces (claro caso el de la sirena de policía sonando toda la película), que remiten a una peligrosidad, oscuridad, falto de fantasía inherente a todo aquello que compone un contexto aparte, aquello que hace a una estructura no cimentaría del universo Muppet.

3. Expresionismo Hensoniano. Es admirable como trapos antropomorfos que remiten a las pinturas del monje Toba, transmiten sensaciones diversas de toda índole y perfectamente aplicables a la confección del sentimiento humano, es decir, hay un cambio en el manejo de los hilos que mueven a un Muppet, desde la motivación de la hilaridad, hasta la gesticulación que enternece y emociona dependiendo de la estructura dramática que se teja. Como ejemplo ilustrativo Kermit aparece como la piedra angular de toda mueca del mundo terrenal. Hay en él, un dejo de resignación que, si bien no termina de abandonar su gracia característica, provoca cierto ruido en la noción acostumbrada para el espectador promedio de The Muppets Show. Esto, se debe a cierto carácter que se desea insuflar ante la llamativa imposibilidad de concretar ciertas metas (lease la suma de diez millones de dólares, la recuperación del teatro, etc), pero no deja de lado el factor hiperbólico que se escapa de una rana plagada de descontrol, en un filme que parece quedarle chico como personaje central que es. Detalle menor si se lo compara con la causa, con la descontractura de todo precedente y futuro, ya que Los Muppets son, y serán eso que arrastraron desde el 76, aggiornados pero sin carencia de la quintaesencia grupal, moraleja y lección incluida sin rasgos de patetismos y lo políticamente correcto. SI existió descontrol, que se vuelva a notar como premisa básica de una vuelta a la miscè in scene.

Por comodidades literarias y cuestiones espaciales dentro del todo que nos convoca, The Muppets se corresponde al ejemplo contemporáneo del buen cine, demostrando que una adaptación de la serial televisiva al cine es posible, siempre y cuando se tengan en cuenta factores de origen que resultan claves a la causa de una unidad forjada en la década de la magia plena. Buenas historias, buenas ideas, nostalgia renovadora como cúlmine de una curva ascendente de dramatismo, comedia y pleno lenguaje cinematográfico a la orden de las expectativas y demandas artísticas y populares.


Por Uriel De Simoni

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