Luna de Miel en Familia (Blended, Estados Unidos, 2014)
Dirección: Frank Coraci. Guión: Ivan Menchell y Clare Sera. Elenco: Adam Sandler, Drew Barrymore, Kevin Nealon, Terry Crews, Wendi McLendon-Covey, Emma Fuhrmann, Bella Thorne. Producción: Adam Sandler, Mike Karz y Jack Giarraputo. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 117 minutos.
Una paradoja en Sudáfrica.
Por lo general cualquier intento por definir la figura de Adam Sandler rápidamente deriva en apreciaciones muy coloridas sobre su incapacidad interpretativa, la mediocridad de los productos en los que participa, qué puesto ocupará el film en cuestión en el ranking de las “peores películas del año” o la vergüenza ajena que despiertan los colegas que lo acompañan en dichas “aventuras cinematográficas”, por utilizar un eufemismo a la altura de las circunstancias. Si bien siempre encontramos algún que otro desubicado que reconoce ver sus opus, aunque por suerte casi nadie osa defenderlos, lamentablemente su nombre es sinónimo de bazofia vulgar y un sinfín de insultos -para nada diplomáticos- hacia el señor.Lo cierto es que en el trajín de este desprecio merecido, muchas veces se pasa por alto el hecho de que no toda la obra de Sandler es un desastre absoluto: llegado este punto conviene aclarar que no nos referimos a la excelente Embriagado de Amor (Punch-Drunk Love, 2002) de Paul Thomas Anderson, el único indicio real de que el actor puede ir más allá de esa comedia ingenua y grasienta que lo caracteriza, sino más bien a la amplitud cualitativa -escueta, por supuesto, pero innegable- de una carrera que a simple vista parece girar sobre sí misma y morderse la cola. Tampoco deberíamos indignarnos tanto ante su “propuesta promedio” ya que asalariados de un género/ estilo determinado hubo siempre.
En buena medida Luna de Miel en Familia (Blended, 2014) tiene el curioso privilegio de ser una de sus realizaciones más “amenas” a nivel formal aunque a costa de haber adoptado los esquemas del conservadurismo estadounidense más cuadrado. En ocasiones, a lo largo del metraje, la paradoja genera sonrisas involuntarias: este nuevo exponente de Happy Madison Productions, la compañía desde la que concibe sus propios proyectos, funciona como una oda vetusta al matrimonio tradicional, léase el de “marido y mujer” con sus vástagos correteando por ahí cual animales pastando en el prado. Precisamente todo el relato está encausado hacia la legitimación paulatina de ese modelo de felicidad petrificada.
Así las cosas, la historia se centra en Jim (Sandler), un viudo con tres niñas, y Lauren (Drew Barrymore), una divorciada con dos varones, otra de esas parejas desparejas que por la “magia hollywoodense” termina haciendo turismo en una Sudáfrica de cartón pintado y descubriendo el amor, o -en otras palabras- la necesidad de combinar clanes para “reparar” esa miseria crónica que arrastran por vivir “en soledad”. A partir de un devenir que se extiende más de lo debido pero que por lo menos reduce al mínimo el cúmulo habitual de chistes retrógrados, infantiles, racistas, escatológicos y/ o de citas banales, el convite lleva su mediocridad con relativa cautela y construye un verosímil tan fatuo como ridículo…
Por Emiliano Fernández
Drew Barrymore trae suerte.
Hacía bastante que Adam Sandler no hacía una buena comedia, sus últimos trabajos no fueron muy buenos y parecían hechos a las apuradas. Acá no ocurre esto. Desde el principio al final el espectador conoce a Jim (Sandler), un viudo padre de tres niñas, y a Lauren (Barrymore), madre divorciada con dos niños, quienes tras haber tenido una desastrosa cita a ciegas coincidirán en un viaje a África y allí florecerá el amor.
Durante el film vemos cómo ambos se complementan y benefician a los hijos del otro con tan solo unos pequeños toques, como por ejemplo el cambio de look de una de las hijas de Sandler, modificando un corte carre que la asemejaba a un chico. Estos factores enriquecen a la pareja y si se le suma la química que hay entre los actores, realmente es un trabajo bien logrado donde el espectador tal vez crea que los protagonistas son pareja en la vida real.
Si bien es un guión bastante previsible donde uno sabe cómo va a terminar todo, esta película no es para buscarle el pelo el huevo y puede disfrutarse a lo grande. África constituye un buen escenario que de seguro atraerá a los turistas. De esta forma, Adam Sandler volvió con una comedia a su medida y de la mano de Drew Barrymore, con quien ya había trabajado previamente en dos ocasiones.
Por Alan Martínez
Es posible que todos los estereotipos rancios y la estupidez general de los chascarrillos de Luna de Miel en Familia no sean lo más importante de la película. Pero ahí están. Densos, de principio a fin. Los negros más siervos de la historia y la chica que es fea porque es masculina son los ejemplos más representativos de la idiotez reinante que atrasa un siglo. Y digo que posiblemente no sean lo más importante porque la película se va superando a medida que avanza. En el primer acto, donde conocemos a los personajes, no hay un solo chiste gracioso; las penosas escenas cómicas anuncian lo peor. Sin embargo, el tedio inicial va desapareciendo gradualmente con el avance de un ritmo en el que los chistes disfuncionales importan menos.
Adam Sandler interpreta en piloto automático a un empleado de clase media americana. Richard Brody, en su crítica de Luna de Miel en Familia en The New Yorker, dice que la burbuja en la que viven las estrellas de Hollywood no les permite entender e interpretar vidas ordinarias. Y esto puede llegar a ser cierto en algunos casos y podría serlo todavía más en un contexto naturalista. Pero no lo es en el caso de las películas de Happy Madison, donde la realidad suele estar más cerca del cuento de hadas. En esta oportunidad, Sandler es un viudo padre de tres hijas que sale en una cita a ciegas con una divorciada (Drew Barrymore) madre de dos varones. En la cita se odian pero por esas cuestiones de los guiones perezosos, se vuelven a encontrar en un hotel de Sudáfrica donde pasarán juntos las vacaciones.
Y a medida que pasan los minutos, Luna de Miel en Familia no sólo se va superando en el dinamismo con el que nos cuenta la historia, se supera también en el foco; porque a medida que avanza, los chistes pedorros dejan de ser centrales para darle protagonismo a la historia de amor, donde la simetría de las vidas y los lugares comunes no restan. En esa historia, la importante, que trasciende toda la pelotudez del hotel de Sudáfrica, está el núcleo duro; y es ahí donde se evaporan los delirios reaccionarios involuntarios del discurso, involuntarios porque se percibe que Sandler o Coraci o los escritores pecan más de imbéciles que de racistas o de conservadores. De hecho, esta “luna de miel” propone un aggiornamiento de las películas familiares, es consciente de las nuevas familias (de dos padres, de dos madres, de millones de separados) y propone una historia de romanticismo familiar donde los lazos de sangre y la estructura de otros tiempos importan un bledo.
Por Ernesto Gerez
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