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CRÍTICAS - CINE

Mad Max: Furia en el Camino, según Matías Orta

¿Qué pasaría si la civilización se derrumbara? ¿Caeríamos en la barbarie más absoluta, matándonos entre nosotros con tal de sobrevivir? ¿Quedaría algún vestigio de humanidad? Preguntas que generan los films de corte postapocalíptico, con la saga de Mad Max como estandarte.

George Miller era un cirujano cuando le dio forma a su ópera prima. Estrenada en 1979, Mad Max presentaba a Max Rockatansky (el por entonces desconocido Mel Gibson), un simple policía de carretera enfrentado a una pandilla en un mundo al borde del fin. “Dicen que la gente ya no cree en héroes. ¡Malditos sean! Tú y yo vamos a devolvérselos”, le dice su jefe, pero no es sencillo ser un héroe cuando uno termina emocionalmente quebrado. Un combo de autos, choques, violencia, sangre y venganza que enloqueció al público, catapultó a la ola de cine de género australiano -conocida como ozploitation- y fijó las miradas en el prometedor intérprete. Miller subió la apuesta en Mad Max 2 (The Road Warrior), de 1981, que transcurre en un planeta ya devastado. Más acción, más locura, más proezas a cargo de Max, devenido en el héroe que se necesitaba. Un éxito en el que Miller expandió su pesadilla futurista y que le permitió a Mel llegar a Hollywood. El director siguió redoblando la apuesta en Mad Max: Más Allá de la Cúpula del Trueno (Mad Max: Beyond Thunderdome) que tenía a Tina Turner como coprotagonista punk y también autora de canciones originales, como el inolvidable “We Don’t Need Another Hero”.

Aunque parecía haber quedado en trilogía, llega desde el tenebroso futuro Max Max: Furia en el Camino (Mad Max: Fury Road). Max (ahora, Tom Hardy) es capturado por una tribu liderada por el despótico Inmortan Joe (Hugh Keays-Byrne), quien dispone de agua y otros recursos, pero para uso propio mientras esclaviza al resto. Emperatriz Furiosa (Charlize Theron), su mano derecha, es designada para conducir un camión equipado para cargar abundantes provisiones, pero aprovecha y escapa junto a un grupo de muchachas que su nada simpático jefe mantenía cautivas con fines reproductivos. Por accidente, Max termina del lado de las chicas y se una a su causa, que consiste en viajar al Lugar Verde, paraíso del que Furiosa supo ser extraída. Pero durante todo el trayecto, Inmortan Joe, su ejército y otros clanes salvajes no dejarán de pisarles los talones.

Al igual que las tres anteriores, funciona a la manera de un western -sobre todo los que incluyen diligencias-, con Max nuevamente oficiando de versión mugrienta de Shane, El Desconocido. Las dos horas de película consisten en la más terrible y despiadada persecución automovilística a través de un paraje tan desolado y letal como el alma de aquellos brutos del mañana moribundo. La esencia es la del tercer acto de Mad Max 2, pero multiplicada por mil y con un delirio y un despliegue de producción que superan a Más Allá de la Cúpula del Trueno. Muy meritorio que Miller haya decidido filmar a la vieja usanza, en escenarios naturales, con vehículos y disparos y explosiones de verdad, en lugar de engolosinarse con efectos digitales sólo usados en momentos específicos y de un modo no invasivo. En medio del frenesí, Miller coloca un par de guiños a la trilogía original -sin caer en el autohomenaje-, e introduce en el guión giros audaces, atípicos en los tanques multitaquilleros contemporáneos.

Desde el principio, la atención estaba puesta en Tom Hardy. Por más de que sea el actor del momento, ¿podría con un papel icónico, inmortalizado por un astro como Gibson? Evitando imitar a Mel, estuvo a la altura del desafío: recio, lúgubre, temerario, atormentado, pero con un costado compasivo. Rockatansky en estado puro. Charlize Theron se luce a la par de Hardy, a veces incluso más; una guerrera en la búsqueda de un mejor porvenir para ella y sus compañeras. Nicholas Hoult es Nux, un soldado que también se une a los buenos y, enfervorizado, pronuncia la frase del film: “What a lovely day!” (“¡Qué hermoso día!”). Mel no volvió ni siquiera para un cameo, pero sí regresó a la franquicia Hugh Keays-Byrne. Este actor nacido en La India supo interpretar a Toecutter en la primera parte y ahora regresa en la piel (deforme) de un villano aún más poderoso y perverso.

Ante una obra como Max Max: Furia en el Camino, los adjetivos más entusiastas no alcanzan para expresar su magnificencia y ferocidad visual y narrativa. Una epopeya demencial, imparable, que sigue hablando de horror y de esperanza. Porque el mundo, por más destruido que esté, y pese a lo que cante Tina Turner, seguirá necesitando héroes.

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