Misión Imposible – Protocolo Fantasma (Mission: Imposible – Ghost Protocol, EE. UU., 2011)
Dirección: Brad Bird. Guión: Josh Appelbaum y André Nemec. Producción: Tom Cruise, J.J. Abrams, Bryan Burk. Elenco: Tom Cruise, Jeremy Renner, Paula Patton, Simon Pegg, Michael Nyqvist, Vladimir Mashkov, Léa Seydoux, Josh Holloway, Anil Kapoor. Distribuidora: UIP. Duración: 133 minutos.
Dos Potencias se Saludan
Antecedentes
La unión hace la fuerza. Cada generación renueva a la anterior. En los años ’70, directores como Spielberg, Scorsese o Coppola vinieron a agarrar la posta. El puesto vacante que dejaron Ford, Kazán o Hawks, por nombrar algunos ejemplos. Directores cinéfilos que se nutrieron de los mejor del cine clásico para crear su propia filmografía épica. Hoy en día, el presente de esa antorcha, la tomaron los directores estadounidenses J.J. Abrams y los genios de Pixar (Lasseter, Bird, Stanton, Docter, entre otros). Hasta ahora ambos caminos no se había cruzado. Tan solo compartían compositor: Michael Giacchino. Y por supuesto, el talento de combinar autoría cinematográfica, con fluidez narrativa, y entretenimiento puro.
Por eso, la unión utópica entre Abrams y Bird para Misión Imposible: Protocolo Fantasma es efectiva.
J. J. ya había dirigido (con poca fortuna) la tercera entrega de la saga de espionaje creada por Bruce Geller en la serie televisiva de los ‘60s, tomando al personaje de Ethan Hunt como protagonista absoluto. Acaso se trató de la entrega más floja y decepcionante. Pero, pienso, que la ególatra manía de Cruise por controlar todo desde la posición de productor fue lo que perjudicó la ópera prima de Abrams. Demasiado romanticismo, demasiado solemnidad. La última media hora era demasiado torpe y tonta narrativamente. Misión Imposible nunca se destacó por la verosimilitud, pero el final ya tomaba al espectador como estúpido. Durante el desarrollo tenía un par de secuencias de acción de interesantes (el escape del hospital, la huida en el puente), bastante adrenalina y un villano muy bien interpretado por Phillip Seymour Hoffman.
Brad Bird, por su parte, proviene del cine de animación. Tras el éxito sorpresivo de El Gigante de Acero, Pixar lo contrata y realiza dos obras cumbres: Los Increíbles y Ratatouille. La primera de todas, una idea original de él, combinaba el cine de súper héroes con el del espionaje de los años ’70 (que Lassetter volvería a tomar para Cars 2) y se notaba mucho la influencia de Misión Imposible. Por lo tanto la elección de Bird para dirigir esta cuarta entrega, que tenía que recuperar lo perdido en la tercera parecía acertada en papel. La cuestión es, ¿podría Bird confirmar sus cualidades narrativas en un producto con actores de carne y hueso?
Pueden decir que esta saga representa lo más grasa de la cultura estadounidense y del pensamiento, “nosotros siempre estamos acá para salvar al mundo”; que Tom Cruise es de madera, inexpresivo, sobreactúa siempre, pone los mismos gestos y muecas; que las escenas de acción son exageradas, absurdas e inverosímiles, pero hay que admitirlo, elige buenos autores para la saga.
Cada uno supo aportar su personalidad a cada entrega. De Palma destrozó a la serie original. Me costó varios años perdonarlo. Villanizar al personaje de Jim (en la serie Peter Graves, en la película Jon Voight) no tiene precio, desestructurar la idea del trabajo en equipo para convertirlo en la saga de un solo hombre con compañeros sigue sin convencerme. No es Misión Imposible. Pero a medida que la volví a ver, analizar cuanto de De Palma había, me empezó a gustar un poco más. El director le aportó su cuota de suspenso hitchcoiano, su obsesión por los planos secuencia y pantallas divididas, etc. A fin de cuentas, era bastante interesante. La secuela, en mi opinión mejoró a la saga con la llegada de John Woo, quien impuso sus coreografías esterilizadas, en cámara lenta, persecuciones casi poéticas, y por supuesto, no pueden faltar sus palomas blancas. El maestro honkonés hizo su mejor obra en Hollywood. De Abrams ya hablé.
La Nueva Misión
¿Qué le aportó Bird? Básicamente se quedó con lo mejor de la primera y la tercera, el suspenso, la trepides, la tensión; redujo al mínimo lo sentimentaloide y romántico, que perjudicaban a las últimas dos entregas, y le agregó mayor fluidez narrativa, mucho más humor y guiños cinéfilos.
El argumento, conceptualizado por los guionistas de la serie Alias es bastante simple y conocido. Parece sacado de alguna película de James Bond de hecho: un físico ruso se vuelve loco y quiere empezar una guerra nuclear entre Rusia y Estados Unidos. Para eso debe robarse un código que maneja un arma nuclear desde el Kremlin. Ethan Hunt con su nuevo grupo, deben impedirlo. Tan simple como eso. Por supuesto hay miles de idas, vueltas, complicaciones, cosas que no salen bien, persecuciones por Moscú, Budapest, Dubai y Bombay, asesinos a sueldo, un agente ruso que los sigue a todas partes, etc. Básico, pero efectivo, redondo, sin fisuras.
Lo importante no es tanto de que va, sino como va. Y ahí Brad Bird le aporta esa mágica naturalidad para narrar y llevar adelante la acción con pulso firme y gran timing humorístico. Por primera vez, hay un comic relief que funciona. Esta fue la mejor decisión de Abrams/Bird, darle más participación a Simon Pegg. El actor británico es la mejor elección del elenco. Contrasta notablemente con la constipada cara de Cruise. Paula Patton puede ser muy bella, pero es tan poco creíble como Cruise. Jeremy Renner y Michael Nyqvist (en el rol de villano) están bastante bien, pero no son suficientemente aprovechados ni sus personajes ni sus interpretaciones.
Bird aporta ritmo, tensión, dinamismo. Una escena de acción le sigue a la otra. Sorpresa. Solo en el final, hay un pequeño lugar para lo sentimental. Pero es sutil, cruce de miradas que dicen todo. Como cada una de las partes, hay algunas explicaciones para que nada quede afuera, pero no molestan, no le saca fluidez a la narración y eso es importante. Tampoco hay demasiadas explosiones (bueno, solo una y muy grande) pero nada que sature la pantalla de fuego. Hay tiros, escenas de enfrentamiento físico, peleas bien coreografiadas. Se mantienen varios elementos de la serie original. Esta vez, el trabajo en equipo es muy importante. Cada parte hace lo suyo. Hay un gag muy divertido relacionado con el mensaje autodestructivo, y por supuesto, el leit motiv de Lalo Shiffrin se repite varias veces a lo largo del relato, acompañando la banda de sonido de Michael Giacchino. La fotografía de Robert Elswitt (Petróleo Sangriento), también es un grato aporte visual.
Hay escenas que son realmente muy ingeniosas en su planteamiento y Bird, agrega a cada una, pequeños gags típicos del cine de animación o del humor de Buster Keaton.
Para los cinéfilos, que afilen la mirada y el oído porque Bird hace guiños a Pixar, James Bond y El Gran Escape.
Suspenso y acción de qualité, esta Misión Imposible, confirma que cuando dos potencias, como un Abrams y un hijo de Pixar, se juntan pueden lograr un producto sólido, solvente, inteligente y entretenido. Si bien, sigo quedándome con la secuela de John Woo (gustos culposos), en varios aspectos apoyo a los que dicen que Protocolo Fantasma, es la mejor de las misiones. Nada es imposible.
La Experiencia Imax
Por primera vez fui al cine Imax. Las escenas de la película Bird filmadas en tal formato, aportan mayor tensión al espectador. Permite que se adentre en la acción, ya sea volando por los techos de Budapest, sobrevolando Dubai o colgarse con Cruise de un edificio de 130 pisos. Pero lo cierto es que lo mejor de verla en el Imax, no tiene que ver con esta obra, sino con el “trailer” que la acompaña. Antes de Misión Imposible se proyectan 8 minutos de Batman: El Caballero de la Noche Asciende, filmada con la cámara Imax también. La escena sirve para presentar al personaje de Bane. ¿Qué decir? Toda la escena es más atractiva que Misión Imposible completa sin dudas. Mucha tensión con la firma de Nolan. Para la película de Cruise es contraproducente. A la salida de la función de prensa, los primeros comentarios fueron:“ ¡Que bueno que estuvo el trailer de Batman!”
Por Rodolfo Weisskirch
weisskirch@asalallenaonline.com.ar
Son innumerables las series de televisión (sobre todo estadounidenses) tienen su versión cinematográfica. Muy pocas realmente lo valen, y casi ninguna logra tomar vuelo propio. Casi, porque los films de Misión Imposible ya constituyen una verdadera saga cinematográfica. Producidos y protagonizados por Tom Cruise, se despegaron de la serie —suceso catódico de fines de los ‘60 y principios de los ’70— y crearon una mitología nueva.
La primera película fue estrenada en 1996, con la dirección de Brian De Palma. El guión era inentendible, pero tres impactantes secuencias bastaron para volverla exitosa. En 2000 llegó Misión Imposible 2, de John Woo. Una vez más, tampoco había demasiado guión, pero a la mayoría no le importó: unas inspiradas secuencias de acción bastaron para recaudar millones y dejar contentos a los fanáticos del talentoso cineasta chino.
Lo cierto es que estas dos primeras películas tuvieron interminables problemas de producción, sobre todo en lo referente al script (en el caso de MI2, seguían rescribiéndola durante la prostproducción). El resultado: productos manieristas, que exhiben las marcas autorales más superficiales de cada realizador. Pero, como dijimos, el público igual quedó feliz.
Para 2006, J.J. Abrams se sumó como director en Misión Imposible 3 y demostró por qué es uno de los pocos grandes cineastas que impiden la decadencia del Hollywood moderno: los tiros, las peleas, las explosiones, todo estaba justificado por un guión muy bien trabajado. Atrás quedaron las poses cancheras y los esfuerzos por poner el estilo por sobre la sustancia.
Ahora, con Abrams produciendo junto a la estrella, tenemos la cuarta película: Misión Imposible – Protocolo Fantasma.
El intrépido y siempre sonriente espía Ethan Hunt (Cruise) y su nuevo equipo son inculpados de un atentado terrorista contra el Kremlin. La FMI (Fuerza de Misiones Imposibles) queda desestabilizada. El gobierno estadounidense pide la cabeza de los agentes. El jefe (Tom Wilkinson) es asesinado. Parece ser el fin de Hunt y los suyos. Pero, con el mundo en su contra, utilizando los pocos recursos de los que disponen, irán tras el verdadero culpable del atentado para poder limpiar sus nombres. La más arriesgada Misión imposible.
Esta cuarta parte sigue fiel al matrimonio guión-escenas de acción, y toma elementos —incluso potencia— lo mejor de las anteriores. Por ejemplo, manera en que el grupo queda desequilibrado por un ataque sorpresa remite a la película de De Palma. Además, como las secuelas de Identidad Desconocida, deja de lado los convencionalismos que entorpecían el ritmo, como la historia de amor, y le da prioridad a los conflictos internos en los personajes.
Sin dudas, los méritos son de Brad Bird. El nuevo director venía de trabajar casi exclusivamente en el terreno de la animación: fue parte del equipo creativo de Los Simpson, dirigió El Gigante de Hierro (ignorada en su momento pero hoy de culto), y ya en la factoría Pixar, se despachó con Los Increíbles y Ratatouille. MI-PF es su debut en live action. Lejos de abusar de la tecnología digital que tantas alegrías le venía dando, optó por un enfoque de la acción más artesanal, realista, utilizando la computadora sólo lo justo y necesario. La persecución en medio de la tormenta de arena, en Dubai, hacen pensar en un William Friedkin modelo XXI. Todo esto, sin jamás descuidar ni la historia ni los personajes.
La música de Michael Giacchino nunca olvida la partitura de la serie de TV. Una prueba de lo poderoso que sigue siendo el trabajo de nuestro Lalo Schifrin.
A pocos meses de cumplir 50 años, Tom Cruise sigue demostrando que su estrella aún no se apaga y que no le teme a las piruetas más peligrosas. De hecho, la impresionante secuencia en el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo (828 metros de altura, para ser preciosos) corta el aliento. Y la hizo él solo, sin dobles de riesgo.
El elenco secundario también tiene lo suyo. Simon Pegg venía de sumarse en MI3, pero ahora tiene mucha más participación. Una vez más, aquí es un comic relief, pero uno de los mejores de los últimos años. Paula Patton, la nueva Chica Hunt, es correcta actuando y desplegando su belleza, aunque nunca hace olvidar a Maggie Q. Pero el foco de atención pasaba por el lado de Jeremy Renner. El actor estadounidense del momento interpreta a William Brand, el nuevo e inesperado co-equiper de Ethan; un individuo misterioso, conflictuado, con inesperados pasos de comedia (sus escenas con Pegg hacen pensar en una prometedora dupla cómica). Se dice que Renner podría heredar el protagonismo en las próximas secuelas, en lugar del narigón. Sería interesante, ya que queda mucho por conocer sobre su personaje. Por lo pronto, lo veremos formar parte de otro supergrupo, en Los Vengadores.
Por su parte, los fanáticos de Lost festejarán la breve pero intensa participación de Josh Holloway.
Pero, ¿y el villano? Esta vez, quien pone en aprietos a Hunt es Michael Nyqvist, en el rol del terrorista Kurt Hendricks. Este actor sueco, famoso por su papel de Mikael Blomkvist en los films de la trilogía Millennium, parece consolidarse como el nuevo “malo hollywoodense”, ya que hace poco se lo vio como tal en Identidad Secreta. Pese a que su labor es buena, sigue sin estar a la altura del temible Owen Davian (un brillante Philip Seymour Hoffman) de MI3.
También hay una villana: la francesa Léa Seydoux es Sabine Moreau, una asesina a sueldo que pondrá nerviosos a los heroicos agentes. Gracias a su extraña sensualidad, la Seydoux está pisando fuerte, y pronto actuará para Michel Gondry.
Gracias a su formidable mezcla de acción imparable, suspenso, comedia y un guión ingenioso, Misión Imposible – Protocolo Fantasma es la mejor entrega de la saga. Una saga que sigue con vida, y parece no disminuir en calidad. Siga Cruise o siga Renner como protagonista, esperemos que nunca dejen de contratar grandes directores y eximios guionistas.
Esta crítica se autodestruirá en 5, 4, 3, 2…
Por Matías Orta
Misión cumplida
Cuando una saga se prolonga con el tiempo y se anima a dejar de ser un joya del cine, o de al menos un género, pocas veces ese experimento sale bien. Misión: Imposible podría ganarse un premio al mérito. La primera, allá en 1996, sorprendió de la mano de Brian DePalma. No por la famosa escena de Tom Cruise colgando del techo, sino por una modernización de las tramas de espías. Un guión un tanto rebuscado, original; una historia que atrapó, entretuvo y quedó en la memoria. Todos saben que existe una película que se llama así, ¿no?.
Después hubo, contando la recién estrenada, tres partes más. Los elogios o críticas fueron desiguales. La segunda estuvo dirigida por John Woo en el año 2000. Pura acción, una enfermedad nueva, otro romance y el protagonista con pelo largo. Entretenidísima. Persecuciones de autos y una escena con motos para el final que, por más cliché que parezca, era para abrocharse los cinturones. La serie sobrevivió por poco. Había signos vitales. ¿Lo dejamos así o estiramos su vida un par de cientos de millones más?.
Obviamente la respuesta ya la sabemos. La tercera fase de la historia de Ethan Hunt vino hace poco. En 2006, J.J. Abraham, el creador de Lost y una de las figuras más buscadas de la televisión, se animó a montar el toro. Lo hizo muy bien. Tenía a Phillip Seymour Hoffman como un gran villano y la historia era más oscura y sádica que la anterior.
Cuando se anunció quién iba a dirigir la cuarta misión, todos quedaron boquiabiertos. No por espanto, sino por lo arriesgado. Brad Bird dirigió Los Increíbles, una importante película animada de Pixar, un gran homenaje a las películas de espionaje. La destreza que demostró ahí seguramente lo candidateó a debutar en el cine de carne y hueso, y con un mega tanque.
Los resultados esta vez fueron vistos en IMAX. La mega pantalla todo lo mejora. Los detalles son protagonistas y la acción es maximizada.
Misión Imposible 4: Protocolo Fantasma, como en la primera, lo vuelve a poner a Cruise como fugitivo, esta vez por haber volado supuestamente el Kremlin de Moscú, cuando en realidad los verdaderos terroristas están apuntando (casi literalmente) con sus armas nucleares hacia los Estados Unidos.
El equipo 2012 de Hunt se conforma por Paula Patton, una espía sufriendo la muerte de su pareja (fanáticos de Lost, se van a sorprender cuando sepan quién es el actor), la vuelta de Simon Pegg, valioso como el sostenedor de los momentos graciosos, y Jeremy Renner, elegido por Cruise como su sucesor en la saga si en algún momento el se aburre de participar en ella.
Y hablando del galán por excelencia en Hollywood, hay que reconocer que Cruise tiene aguante. Con 49 años no le tiene que envidiar a las estrellas de acción de la generación que lo sigue. Más allá del estado físico y de que, según se dijo, él hizo todas las escenas de alto riesgo, el timming y el liderazgo siguen intactos, en una película de este calibre que muchas veces es infravalorada. Hablando mal y rápido, “hay que bancársela”.
Después, la garantía de una maquinaria que funciona como bomba con reloj. Los aspectos clásicos de Misión: imposible (su música, su mensaje autodestructible), los efectos visuales que se afianzan y, repetimos, la originalidad para elegir al director. Esa es la apuesta que más merece nuestros aplausos.
Por Damián Hoffman