UNA CRISIS DE IDENTIDAD NARRATIVA
Nadie (Naishuller, 2021) es una película que es más fácilmente comprendida si se la piensa en función de sus raíces creativas; tanto Derek Kolstad como David Leitch están detrás de esta primera entrega, dirigida por quien nos trajo allá por 2015 Hardcore Henry, un experimento casi multimedial, parado más cerca de la realidad virtual narrativa que del cine. Hablo del ruso Ilya Naishuller, cuyo sello inicial había sido un humor negro radicado en empujar los límites gráficos de la ultraviolencia en el cine de acción, sin filtro y directo a la cara del espectador. Esto es importante para llegar a la segunda entrega, la que hoy nos convoca, de cuyo director también hablaremos más adelante.
Volviendo a Kolstad y Leitch, dupla ya iniciada en la dirección, en el guión y en la producción, hay que mencionar sus trabajos anteriores para ver sus marcas personales. Por supuesto, la saga John Wick como primer gran referente (Kolstad la escribe y Leitch, experto, prolífico, coordinador de dobles de acción trabaja en la producción), pero también otros títulos que suma Mr. Leitch en su repertorio directorial como Atómica (2017), Deadpool 2 (2018), Profesión peligro (2024) o Tren bala (2022).
Mientras que la saga Wick de Kolstad se vuelca a una propuesta de híper-estilo, con una técnica fotográfica deslumbrante y un trabajo conjunto de cámaras, coreografías de acción y montaje, la actuación, los personajes, la narrativa en general se estira a lo largo de 4 películas para contar no mucho más de lo que cuenta: el estado de guerra constante que lleva a Wick en un viaje por el supra-mundo criminal de élite. No hay personajes en esta saga; hay objetos, estetizados al extremo, que se mueven evidentemente entre los hilos del demiurgo. Responden con frases “cool”, cancherean, demuestran por qué se creen tan cancheros, y pagan un precio final. El pastiche es extremo, el producto es efectivo, y la propuesta deja atrás al personaje, sus dimensiones, visibles o encriptadas, para trabajar al paroxismo algunas características que los definan hasta el fin.
Por otro lado, las películas de Leitch, que también incorporan estas secuencias de acción híper elaboradas en la técnica sonora y visual, desde las coreografías de los cuerpos hasta las de las cámaras, luces y el montaje, las concentran y distribuyen en momentos específicos para tener espacios de respiración, de presentación y desarrollo dramático de los personajes y narrativo de los films más allá de su literalidad posmoderna, híper estilizada, híper formal. Hay acción, pero la acción puede ser un duelo de seducciones en un bar, una conversación de amantes, o simplemente un duelo, el duelo de un personaje de luto (la primera John Wick abre con una secuencia donde veremos que tras la máquina de matar hay en efecto un humano, pero cuando la máquina despierta no veremos ya ese lado del hombre que vive solo en una casa y debe encontrar las fuerzas para despertarse viudo cada día). Hay acción en un sentido más abarcativo.
Cuando llegamos a Nadie 2 (Timo Tjahjanto, 2025), llegamos a una película con una fuerte crisis de identidad. Esta le trae graves problemas, además de una cuestión que llamaremos síndrome de resolución precoz, algo que padecen los films contemporáneos en gran medida a mi entender.
Esta crisis identitaria reside en que la propuesta narrativa de la película deja atrás en principio los autómatas hiperestéticos de John Wick y apuesta por personajes y un desarrollo dramático fuerte, y muy interesante, algo que ya habíamos visto en la entrega original: Odenkirk es un padre de familia con un pasado particular, feroz, y que se siente castrado por su mecánica vida cotidiana y laboral como un ciudadano más en el sistema productivo norteamericano. Sus hijos empiezan a crecer y a independizarse de a poco, su esposa tiene un trabajo que empapela la ciudad con su rostro al que conduce su propio vehículo, mientras que él se toma el transporte público todas las mañanas para ir a trabajar a la empresa de su suegro, donde es maltratado por su cuñado petulante.
En la película del indonés Tjahjanto, que es su debut en el cine norteamericano, notoriamente menos violento que sus trabajos previos en Asia, Odenkirk ha logrado recuperar, al parecer, aquél pasado y aggiornarlo a su vida familiar. Vuelve a sus andanzas como asesino, su mitad violenta se desagota en su trabajo forzado (mata para pagar una deuda que deja pendiente en el primer film) y vuelve a su casa más contento… o eso cree. Quien está castrada ahora es su esposa, interpretada por Connie Nielsen, que sufre algo similar a lo que Odenkirk sufría en la película inicial. Él siempre llega tarde, nunca tiene tiempo para la familia y, por lo tanto, el supuesto balance entre el pasado y su identidad feroz con el presente y su identidad como padre de familia no existe.
Un paréntesis: la violencia que Hutch Mansell, el don nadie de Odenkirk ejerce, es una violencia moral (así lo plantea el film). Porque es un padre de familia es que él no es como los rusos que acosan a la joven del colectivo en el film del ruso Naishuller, y deja ir a la joven pareja de padres ladrones que asalta su hogar, al observar a su bebé con respiración asistida en un departamento raído de un barrio oscuro.
Esto es importante dado que la película tiene como uno de sus temas los valores o pecados que pueda un padre transmitir a sus hijos. La premisa es que dado el imbalance en este nuevo comienzo de los Mansell, Hutch se toma vacaciones, y la familia entera, incluyendo a su padre veterano (el grandioso Christopher Lloyd), viaja a un resort en un pueblito donde de niño Hutch pasó las únicas vacaciones familiares.
La película maneja muy bien el humor y la herencia de las road movies de familias, pensando sobre todo en aquella icónica manga de desquiciados de National Lampoons. Aquí tenemos personajes construidos, cada uno con un desarrollo propio y una problemática que gira en torno a qué heredará Hutch a sus hijos y qué justicia encontrará para con la mujer que lo apoya en la complejísima vida doble que este lleva. Así, es por una agresión al hijo y fundamentalmente a la hija que vemos a Odenkirk responder con violencia mayor a un grupo de matones de pueblo. El derrotero de Hutch y su naturaleza va en consonancia con el derrotero de qué legará a su familia, dado que surge la cuestión del hijo que evidentemente empieza a copiar los rasgos del padre pero en la vida civil, no en la lucha contra el crimen organizado, los terroristas, o quien sea.
Es importante porque el momento en que descubrimos a la villana, la errática y despiadada Lendina de Sharon Stone, Odenkirk intentará desescalar la situación, muy en detrimento de su naturaleza. “Por lo que enseño y transmito a mi familia, dialogaré y no reaccionaré, no utilizaré la violencia”. Algo así es la intención. Lo que evita la desescalada de tensiones es que en el momento en que está dialogando, un adolescente, el que tuvo la riña con su hijo, que no es tan distinto del joven Mansell, y cuyo padre comprendió la ley de la familia al dar la orden de que se deje ir a Hutch y los suyos (el padre, John Ortiz, es un involuntario hombre de Lendina, obligado, nuevamente, por los pecados del padre a pagar una deuda…) aparece secuestrado. Y Mansell, asesino y violento pero con una moral que le permite un uso justo de la violencia dado que es, sobre todo un hombre de familia, no puede hacerse el sota.
Hasta acá, el guión viene bien. La película balancea elementos narrativos fuertes entre la comedia y el drama con secuencias de acción espectaculares, hiperbólicas y al mismo tiempo narrativamente valorables. Un cruce entre elementos del cine más seco de John Wick con un humanismo más fuerte propio del cine de Leitch.
Posterior a esta secuencia, la película recae en el cliché absoluto tanto en su presentación de personajes, copiando descaradamente a la primera película, incorporando el cancherismo vacío en one liners desubicados, y, sobre todo, perdiendo la noción narrativa que venía trabajando. Lendina es un pastiche que aparece apenas un par de veces para gritar, babear y bailar como psicótica vestida en lentejuelas y con un perrito en brazos. No hay ningún tipo de caracterización más allá de la superficie, ni tampoco un trabajo del hiper estilo que la vuelva interesante como sí podría llegar a ser, aunque fallido, el del hermano adoptivo de Hutch, encarnado por RZA, conocido Wu-Tang Clan que juega acá a las katanas trayendo ecos degradados de la obra previa de Tjahjanto (de quien podemos ver trazos de elementos autorales en la mutilación física del héroe, las peleas de machetes y cuerpo a cuerpo con lo que sea que haya a mano, y el salvajismo en pos de defender a un menor).
La escena final de pelea no solo se siente excesivamente como un catálogo de asesinatos, sin la precisa rítmica de otras escenas, sino que su abuso de los efectos digitales trae un ruido visual que rompe con la impecable técnica visual que previamente trabajaba la saga y también las películas previas de los distintos involucrados en este film. Decepciona el monigote que se hace de Lendina, sobre todo por cómo se desaprovecha a una actriz de la talla de Sharon Stone, y hay un muy fuerte problema de ritmo que hace evidente una resolución precoz, sin el trabajo narrativo que sostenía en su primera mitad el film, y que deja una estúpida resolución del tema legado con una escena en la que el hijo de Hutch, de alguna forma, está por matar a un asesino entrenado, y frena porque este se lo pide…cuando todo se trata de proteger a su hermana de ser asesinada. Las intenciones son demasiado obvias, el trazo es muy grueso e irregular, y el absurdo se siente meramente como eso, absurdo, ausencia de desarrollo narrativo en la serie de peripecias que podrían llegar a narrar una piedad del hijo que muestre una evolución respecto del padre. Podría dar más ejemplos de esto, pero todo el tercer acto cae bajo esta misma serie de problemas para cada personaje y situación paralela planteada por la película.
El punto a favor es que el humor es eficaz, y la primera mitad muy sólida. Los personajes son entrañables y esto hace que la película se mantenga entretenida hasta el final, si bien eso no la salva de los problemas ya mencionados. Un intento interesante, desarrollado pero que queda a medio golpe de horno.
(Estados Unidos, 2025)
Dirección: Timo Tjahjanto. Guion: Derek Kolstad, Aaron Rabin. Elenco: Bob Odenkirk, Connie Nielsen, Christopher Lloyd, Sharon Stone, Colin Hanks. Producción: Braden Aftergood, David Leitch, Kelly McCormick, Bob Odenkirk, Marc Provissiero. Duración: 89 minutos.