Un antiguo proverbio hindú dice: “Criar hijas es como regar un jardín ajeno”. En la India las mujeres no son rentables, pero si moneda de cambio. Cada hija supone una carga económica para la familia, y son algo así como una inversión temporal, ya que tras el matrimonio la mujer dejará la casa familiar y pasará a ser propiedad de la del marido, con una dote concertada, que se debe pagar en el momento del casamiento.
Esto no ocurre sólo en India, en realidad sucede en Turquía, Irán y casi todo el continente asiático. Las madres a veces pueden consolar a sus hijas, pero otras son las primeras en entregarlas.
A pesar de los esfuerzos de Gandhi y de la nueva Constitución India de 1950, y la ley de 1961 que prohíbe este tipo de prácticas, algo así como un arranged marriages o matrimonios de conveniencia, continúan como una costumbre cultural muy arraigada, pero ha cambiado el nombre de “dote”, por el de “sistema de regalos”.
All We Imagine as Light (Todo lo que imaginamos como luz) es un film sin pretensiones, solo las de mostrar cuál es la realidad de la mujer en la India, en este caso la de dos enfermeras, Prabha (Kani Kusruti), Anu (Divya Prabha) y una viuda Parvaty (Chhaya Kadam), que alquilan un pequeño departamento juntas y sueñan escapar de la realidad que las rodea. Viven en Bombay o Mumbai, la mega ciudad de la India, en donde suceden cientos de asesinatos femeninos diarios, ya sea por violaciones o por no aceptar la ley impuesta por la familia a su matrimonio concertado.
Payal Kapadia presenta su segunda película (primera ficcionada) escapando de todos los estereotipos del cine hindú, referidos a las historia del Mahabharata y de su héroe Arjuna, o a los musicales masala de Bollywood, aunque aparece una breve escena de un baile improvisado, como un homenaje a la alegría, a la felicidad, hacia el final.
Para esta esta realizadora indie debe ser muy difícil no seguir los lineamientos de esquemas ya establecidos en una cinematografía que produce más de 1.500 películas al año. Para tener una idea de lo que significa su industria, al rescatar una escena de Raja Harishchandra (1913), se consideró que era la primera película india de larga duración. India es el mayor productor de films del mundo y la segunda industria cinematográfica más antigua.
Heredera de ese legado Payal Kapadia creó una película pequeña, sin otra pretensión que mostrar una cotidianidad ajena a la de occidente. Construyó su película con momentos de transición entre situaciones que van desde la tristeza disimulada, conversaciones interrumpidas o quebradas, malas noticias, una boda no deseada y el miedo a otra arreglada, un matrimonio aparente, porque el marido se fue a Alemania a trabajar y le manda una arrocera eléctrica de regalo, lo que hace suponer que la abandonará. En el otro extremo del triángulo femenino existe una integrante, viuda y casi desahuciada, está prácticamente en la calle, porque las viudas son consideradas impuras en la India, y en su caso el marido no arregló los papeles para que la casa quede a su nombre.
A través de una ventana los ojos de Prabha miran al vacío, lo de afuera son rascacielos, frías luces de neón, calles pobladas de gente que transita incesantemente sin detenerse a mirar un segundo quien marcha a su lado. Lluvia que entorpece el caminar, paraguas que se entrecruzan y un ruido de bocinas y parloteos incoherentes.
Dentro del cuarto compartido están los problemas de cada una. Los dramas que las acompañan. Afuera también está la fiesta de Ganesha, con cuerpo humano y cabeza de elefante, una de las deidades más conocidas y adoradas en la India, por ser removedor de los obstáculos, patrono de las artes, de las ciencias y el señor de la abundancia. No es casual que Kapadia lo haya puesto casi como un cameo en su film.
Payal Kapadia dibuja el perfil emocional de sus personajes partiendo siempre de esos tiempos aparentemente condenados a la trivialidad para evitar disonancias propias del melodrama. Lo importante para Kapadia es el rostro; y desde el rostro de las protagonistas penetra al espectador y lo involucra en su dinámica, y les posibilita entender los sentimientos: angustia, desesperación, sentirse perdidas en una ciudad llena de soledad que devora a sus habitantes, como Cronos a su hijo Urano.
Pero Cronos (el tiempo), ese devastador de la memoria permite que las mujeres escapen hacia un espacio rural, cerca del mar donde el agua todo lo limpia, para olvidar sus pesares y vislumbrar un futuro más prometedor.
Payal Kapadia juega con sus editores, Clément Pinteaux y Jeanne Sarfati, con todos los elementos con los que dotó a su filme. Utiliza la ciudad como centro entre los eventos de las vidas de sus personajes. Desde luces que se extienden como una carpeta de estrellas fosforescentes hasta Anu y Shiaz (Hridhu Haroon) su novio musulmán en un viaje de pie, juntos, mientras los movimientos del tren los mece, para obligarlos a tener roces furtivos. Lo mismo sucede en sus encuentros en el parque donde el erotismo es más trascendente, es el de un amor escondido a plena luz. O en las grutas, cercanas al mar, ya que Shiaz los siguió a pesar de los obstáculos que se interponen entre ellos.
Payal Kapadia y el director de fotografía Ranabir Das, crean sobre un espacio indiferente secuencias donde los personajes se mueven y toman conciencia de sus realidades. Ese espacio a la vez permite a los protagonistas respirar libremente otra vez: reír, bailar, hacer el amor dentro de una cueva entre una mujer hindú y hombre musulmán, donde los atavismos caen a pesar que el primer Ministro de la India, Modi, esté haciendo todo lo posible para enfrentar dos sistemas religiosos.
La metáfora de la luz se comprende en el final. Es como si al escapar de lo fantasmagórico de la ciudad y sus crudas luces de neón e internarse en ese bucólico mundo rural se hubiera consentido a éstos seres desangelados lograr el nirvana: la iluminación, la “luz” de una mañana radiante de sol, donde las tres amigas pueden hallar instantes de paz, luego de haberse deslizado entre las tinieblas.
(Francia, India, Países Bajos, Luxemburgo, Italia, 2024)
Guion, dirección: Payal Kapadia. Elenco: Kani Kusruti, Divya Prabha, Chhaya Kadam, Hridhu Haroon, Azees Nedumangad. Producción: Julien Graff, Thomas Hakim. Duración: 118 minutos.