Existen problemas recurrentes cuando aparecen films como Nickel Boys. Uno de ellos radica en la traslación de una obra literaria (en este caso, la novela ganadora del Pulitzer 2019 de Colson Whitehead, escritor que ya ha sido adaptado para la miniserie The Underground Railroad por Barry Jenkins) y pretender que lo literario se equipare a lo cinematográfico cuando hay involucrados artistas de estas dos ramas que, en casos como es este, son muy diferentes entre sí.
Según RaMell Ross, director del documental nominado al Oscar Hale County This Morning, This Evening y Nickel Boys, Whitehead no estuvo involucrado en el proyecto. Esto le habría brindado a RaMell la libertad necesaria para considerarlo cien por ciento de su autoría.
Es allí donde esta traslación, y por esas libertades que RaMell tomó para contar esta historia, que Nickel Boys resulta una experiencia fallida. Los recursos utilizados por el realizador se caracterizan por una alternancia entre la subjetiva a través de Elwood (Ethan Herisse), el personaje negro principal, y los sueños, alucinaciones y arcos temporales que se plantean, distrayendo la atención sobre el relato principal. Ejemplificación del qué se quiere contar y el cómo.
Nickel Boys transcurre en Florida durante 1962, alrededor de una institución denominada Nickel, basada en el verdadero reformatorio de menores Arthur G. Dozier, donde ocurrieron atrocidades referentes al maltrato, abuso y racismo sobre los internados. Elwood es un adolescente que, para trasladarse al establecimiento escolar de aprendizaje de tareas profesionales al que se enlistó, pide un aventón en la ruta y es detenido porque el vehículo de traslado había sido robado. Su destino termina siendo otro en la institución para reformarse, desde cumplir tareas de recolección en el campo hasta querer realizar un deporte al que solo podían acceder aquellos que sean blancos, creando así la distinción entre dos clases de reclusos referentes al color de piel.
Elwood conoce a Turner (Brandon Wilson), y entablan una relación de amistad tal que RaMell intenta vincularla a Fuga en cadenas, el clásico de Stanley Kramer interpretado por Tony Curtis y Sidney Poitier. Pero la distancia entre ambos films es atroz, en más de un sentido. Una comparación vaga, que termina por afirmarse frente a invocaciones a Martin Luther King y el sentido de la libertad. Tambien con muy poca presencia en pantalla, pero a quien se le brinda importancia dramática, es a Aunjunnue Ellis-Taylor en el rol de abuela de Elwood o nexo con el exterior y otra capa para demostrar el no progreso personal por más que se tenga libertad aunque sea una persona de color.
RaMell acerta en emplear al director de fotografía Jomo Gray, quien trabajó en la muy aceptable y olvidada All Dirt Roads Taste of Salt, película que no contó con una exhibición considerable en salas comerciales a nivel mundial. Gray ayuda a concretar la visión que RaMell tiene sobre una obra cinematográfica, las inclusiones de texturas de alucinaciones y rarezas que encontramos en Nickel Boys, representando ciertos climas de ensoñación cuasi lisérgicos de los que el director se vale como para embellecer un relato que, en definitiva, deja entrever un snobismo estético.
(Estados Unidos, 2024)
Dirección: RaMell Ross. Guion: RaMell Ross, Joslyn Barnes. Elenco: Sam Malone, Najah Bradley, Legacy Jones, Jimmie Fails, Ethan Herisse. Producción: Joslyn Barnes, Dede Gardner, Jeremy Kleiner, David Levine. Duración: 140 minutos.