A Sala Llena

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DOSSIER

Pepe Soriano (1929-2023)

Cerca de cincuenta papeles en cine, principales y secundarios, desde mediados de los 60 hasta Nocturna (2021) de Gonzalo Calzada. Actor camaleónico que en ocasiones trascendía a sus propios personajes debido a su experiencia teatral y a sus contadas pero importantes incursiones en la televisión, el nombre de Pepe Soriano marcó un antes y un después en la profesión.

Por obvia relevancia y trascendencia de las propias películas Soriano siempre será recordado por un puñado de películas donde resalta su invalorable presencia actoral, también sus multifacéticas caras y cuerpos que pegaron en el espectador desde un gesto, una frase, un movimiento. Su cuerpo pequeño aparecía gigantesco a través de su desbordante energía, su clara expresión verbal, su compenetración y compromiso con esas criaturas de ficción a las que convertía en seres cercanos, frágiles y seguros al mismo tiempo, tiernos y de armas tomar.

No pueden pasarse por alto ni al revolucionario alemán Schultz de La Patagonia rebelde, al errático Francisco Franco en Espérame en el cielo, su composición de Lisandro de la Torre en Asesinato en el Senado de la Nación, al conflictivo Beto de barrio y familiar en Las venganzas de Beto Sánchez. No quiero olvidarme de uno de sus primeros papeles en El ayudante de Mario David, pequeño y poco recordado film basado en un texto de Bernardo Kordon. Y claro está, en La nona y su glotona metáfora de aquella Argentina de la dictadura, rol que enlaza con el del Nono en No toquen a la nena y, quienes lo vieron en las tablas, con el de El loro calabrés.

Sin embargo, el Soriano que más me impactó en cine es el de otras dos películas, hoy bastante olvidadas. A fines de los 60, en Tute cabrero de Juan José Jusid (el realizador que más veces lo dirigió), sobre el texto de Roberto Cossa, metido en la piel y el pesar interno del dibujante técnico más veterano de tres (los otros, Brandoni y Juan Carlos Gené) en una cruel fábula de aquello lastimosamente conocido como “flexibilización laboral” Allí Sosa, cuerpo enjuto y encorvado frente a la juventud de Sergio (Brandoni) y los cuarenta de Carlos (Gené) da una lección de actuación, al borde del patetismo (acá con su significado elogiable) y el temor de quedarse en la calle antes de la jubilación. Soriano tenía 39 años cuando construyó este papel y el momento en el que se da conocer la noticia de cuál de los tres empleados pasará a ser un desocupado, con su rostro en primer plano y ese plano detalle de la lapicera quebrándose en el dibujo laboral sintetiza su extraordinaria performance.

El otro rol refiere a Sentimental, réquiem para un amigo (1981) de Sergio Renán, sobre la novela “Los desangelados” de Geno Díaz. En este muy buen policial del director de La tregua, Soriano encarna a Piatti, amigo del personaje central (el mismo Renán), de un comisario (excelente Guillermo Rico) y de un cuarto que aparece muerto al comienzo de la película. En una historia donde la amistad se va cayendo a pedazos, Piatti es el desbordante amigo que se hizo millonario, conoce gente de arriba, no se sabe por qué tiene tanto dinero y poder, eructa en más de una ocasión y se intuye que anda fuera de la ley o metido de cabeza en el aspecto ilegal. Piatti parece un tipo de buen corazón, altruista y simpático, un personaje al que Soriano va sumando información en cada escena, se trate de un gesto, o gritando de manera desaforada al momento donde se reúne con Renán y pide unas medialunas) o sugiriendo con voz susurrante a su mejor amigo que se aparte del caso y de una acumulación de cadáveres sin pausas. El triste y melancólico final de la película con Solari (Renán) dejando atrás la figura y la voz de Piatti, quien allí desnuda sus responsabilidades, resume las virtudes de una película urgente de re-descubrir en estos días.

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