Personalidad Múltiple (Possession, Estados Unidos, 2009)
Director: Simon Sandquist, Joel Bergvall. Guión: Michael Petroni. Elenco: Sarah Michelle Gellar, Paul Jarret, Michael Landes, Lee Pace. Fotografía: Gregory Meddleton. Música: Christian Sandquist. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 85 min.
Una singular historia es la que viven Jess (Sarah Michelle Gellar), su esposo Ryan (Landes) y el hermano de este, Roman (Jarret). El matrimonio se lleva de maravillas, pero comparte su casa con Roman, quien acaba de salir de la cárcel. La relación entre este y Jess no es muy buena y las actitudes del cuñado incomodan a la mujer.
Por un lado, el vínculo que une al matrimonio es especial; abunda el romanticismo, la simpleza, la sinceridad y los rodea un ambiente de calma. Ambos son frescos y espontáneos. El personaje de Jarret, en cambio, es oscuro; sus actitudes son ambiguas y parece cubierto por una coraza que no deja ver más allá de su rostro. Con falta de tacto y comentarios irreverentes, demuestra poco interés por generar vínculos afectivos, tanto con su cuñada como con su propia novia, a quien impone sus reglas.
Pronto un accidente automovilístico dejará al borde de la muerte a los hermanos. Inesperadamente Roman revive, pero en su cuerpo pareciera que es el espíritu de Ryan el que habita. A partir de allí, entre la lucha del hombre por convencer a su ¿esposa? de quién es él, y a través de algunos flash backs que surgen en una sesión de hipnosis, los directores mezclan en este drama el suficiente suspenso (ese que tan bien supieron sostener en The Ring) con una buena porción de mística, como para hacer de este un film atrapante y convencer de que lo que allí sucede es susceptible de ocurrir realmente.
Otra vez la claridad ilumina las escenas entre Jess y ¿Ryan? ¿Roman?, en un intento por volver a la vida normal. Los fundidos en blanco que encadenan tomas son significativos y correctamente utilizados, aportando misterio y confusión.
Una muy buena actuación la de Gellar (Verónika decide morir; Buffy, la cazavampiros), que se desenvuelve en este protagónico con soltura. También la de Paul Jarret, quien debe interpretar a dos personajes opuestos entre sí y lo hace a la perfección.
Es interesante cómo aprovechan los directores el estado de coma de los personajes como recurso para, a partir de ello, jugar con la fantasía del espíritu que está presente o no, de los cuerpos como simples portadores de un alma u otra. Manejan con destreza también la manipulación por parte del que vuelve de ese estado de inconsciencia sobre la mente de los demás, para obtener lo que desea desde hace mucho. Si bien puede parecer una historia descabellada, la manera en que está aquí planteada deja abierta la posibilidad, incluso hasta el final, de que sea cierta.