Con la llegada de Glass a las salas M. Night Shyamalan completa una trilogía que tardó diecinueve años en cerrar, pero que en realidad tomó tal forma recién en 2016 con el estreno de Fragmentado (Split), película que al incluir una escena post-crédito que dejó boquiabierta a la audiencia mundial oficializó los lazos que la interconectaban con El protegido (Unbreakable, 2000), uno de los primeros trabajos del director. Una movida que, para quien escribe, no estaba planificada y era simplemente un guiño juguetón, una travesura inconsecuente. Pero ante la respuesta del público Shyamalan y compañía parecen haberse visto en la obligación de aprovechar el viento de cola para explayar este universo expandido de forma un tanto inesperada.
Dejando las cuestiones de génesis a un lado, es válido repasar rápidamente los sucesos: en El protegido Bruce Willis interpreta a David Dunn, único sobreviviente de un accidente de tren que dejó un saldo de 131 víctimas, quien a raíz de este incidente descubre que tiene una fuerza y una resistencia sobrehumanas. En la vereda de enfrente se encuentra Elijah Price (Samuel L. Jackson) un hombre tan frágil como el vidrio quien, en un elaborado y maquiavélico plan, orquestó el accidente de tren que sacó a la luz la verdadera naturaleza de Dunn, interpretando que era el superhéroe que su espíritu villanesco tanto necesitaba. En el año 2016 llego Fragmentado e introdujo otro tipo de “superhombre”, se trata de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) un joven que convive con veintitrés personalidades distintas dentro suyo. Una de estas personalidades toma de rehén a tres adolescentes y las mantiene en cautiverio en su escondite. Case Cooke (Anya Taylor-Joy) logra sobrevivir a esta odisea solo para ser testigo de la proyección más atemorizante de todas las personalidades que conviven en Crumb: la Bestia; una criatura con un poder y una fiereza impropios de un ser humano. Es así como Glass viene a cumplir con el sueño ferviente de los admiradores de esta saga y pone a los tres personajes (Dunn, Price y Crumb) en el mismo campo de acción.
Decir que el universo de esta saga convive con la temática superheróica sería una burda simplificación. No solo por esta coincidencia entre personajes cuyos nombres y apellidos comienzan con la misma letra (cual Peter Parker, Stephen Strange o Bruce Banner) ni tampoco por la harto transitada dicotomía planteada en la lucha del Bien contra el Mal y el equilibrio de dichas fuerzas. Decimos que este universo presta muchos elementos del mundo de los superhéroes porque son las acciones las que determinan en qué vereda se paran respectivamente Dunn, Price y Crumb; son sus actos los que los definen. El elemento fantástico juega todo el tiempo a aparecer y desaparecer, como queriéndonos hacer dudar sobre aquello que nos presenta: ¿Es el hombre más fuerte del mundo? ¿Es el hombre más frágil del mundo?¿Es una verdadera bestia? Ese condimento que es el combustible de cualquier cómic acá esta bajado a tierra, y todo lo heroico emerge anclado en una retórica del sufrimiento, y la forma en que atraviesan el calvario aquellos con ciertas particularidades es la que termina definiendo cada personalidad. La manera de transitar ese sufrimiento es lo que en última instancia determina de qué lado cae la moneda.
Glass representa un movida tan fuerte en el cine de entretenimiento que incluso logró que Disney y su subsidiaria Buena Vista International trabajen en conjunto con Universal Pictures. La primera posee los derechos El protegido y la segunda los de Fragmentado, dejando a las claras que cuando un producto tiene potencialidad para la industria, hasta los enemigos jurados aprenden a hacer pactos y dejar sus diferencias de lado. Tal como sucede en esas ediciones especiales de los cómics que unen a sus mejores personajes.
En este universo de Shyamalan todo se divide entre depredadores y presas. Los que elijen defender al prójimo, los que optan por someterlo a su voluntad y aquellos que sin saberlo son corderos que caminan con ojos vendados hacia el matadero. La inocencia de la víctima ignorante de su propia fatalidad es el campo de batalla sobre el cual se baten estos superhombres que buscan alternadamente anonimato y reconocimiento en un mundo distraído con sus tribulaciones banales, demasiado perdido como para notar aquello que acontece, sin importar la implicancia fantástico-heroíca. Porque ese es el destino de estos personajes: hacer de su condición un sufrimiento que escapa al sentir del mundo.
© Alejandro Turdó, 2019 | @AleTurdo
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