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CRÍTICAS - CINE

Rescate…, según Matías Abramowicz

(No leer si no se vio la película, tiene spoilers)

 

Hay una cosa que me llamó la atención en Rescate del metro 1 2 3 (en realidad son dos, si tenemos en cuenta la traducción chota del título latinoamericano), después de un tiempo y en una película situada en NY, el malo es Ryder (John Travolta) un hombre de Wall Street. Vaya si Hollywood habrá virado en su cine de acción que osó a poner a un villano de su nacionalidad y que encima trabajó en ese punto neurálgico de su país como lo es la famosa calle de los negocios. Para colmo, a este tipo no le hicieron nada jodido como para querer vengarse justamente, él simplemente cagó al Estado y fue preso. Pero otra cosa curiosa es que nuestro héroe también es de moral dudosa. Su nombre es Walter Garber (Denzel Washington) y era un directivo pesado en lo que confiere al manejo de los subtes. Sin embargo, la posible (o no) aceptación de una coima, lo puso a controlar el tráfico de subtes, justo en la línea que secuestra Ryder.

 

 

No hay que mentir, es de esta casualidad que existe la historia y con la que nos enganchamos, siguiendo una negociación entre dos personas que están en sus últimas y que crean un equilibrio interesante y divertido. Es ahí donde está lo bueno de la película, en las “charlas” que tienen estos dos hombres, ambos perdidos pero con distintas prioridades. Esto no significa que el desarrollo de la historia sea aburrido, quizás es medio soso en ciertos momentos (la historia que cuenta Ryder de la modelo e Islandia es demasiado obvia como para que descubran quién es), pero nunca pierde interés y se mantiene hasta el final en un típico final aleccionador de Hollywood que incluye un hombre redimido de matar por un negociador de la policía y el mismisimo alcalde de la ciudad. Para colmo, este tipo queda mejor aun cuando llega con las compras a una casa con cerca blanca con un perrito lindo esperándolo detrás.

 

El elenco está muy bien elegido y todos cumplen el papel que deben. Hubiese gustado más apariciones del genial Luis Guzman en un papel apagado que el guionista bien decide terminarlo con un tiro en la cabeza del personaje.; John Turturro como un negociador creíble, un papel ajustado, no muy jugado pero si bien ejecutado (menos el último plano que dan ganas que le bajen el helicóptero de un misilazo); y James Gandolfini demuestra que después de hacer a Tony Soprano cualquier papel le puede salir de taquito.

El último punto es objetable y es precisamente el director Tony Scott. Pueden gustar o no sus películas, joder alguna ideología o parecer pisteras, pero hay que reconocer que el hermano de Ridley (siempre será el eterno “hermano de…”) siempre marcó tendencia a la hora de cómo contar una película de acción. En los noventa impuso un modelo de héroe más destruido que pegaba más con la lengua que con los puños (El Último Boy Scout), luego inició una nueva idea sobre las películas de espionaje (Enemigo Público) y después empezó ésta nueva etapa de cámara frenética y planos cada un segundo y medio. Te puede gustar o no, pero no se puede discutir que Tony es un gran director de acción que sabe plantear sus películas.

 

 

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