“Gladiador 2”, es lo que más de uno dijo al ver el trailer de Robin Hood. Era normal pensar eso: mismo actor, mismo director, escenas con batallas y otros elementos épicos diferentes a los tópicos de las historias de aquel que le robaba a los ricos para darle a los pobres. Y eso sucede porque la película se encarga de relatar cómo nace —o habría nacido— la leyenda de Robin Hood y su devoción por ayudar a quienes padecen hambre y frío. Por eso la película comienza cuando Robin y los suyos formaban parte del ejercito inglés que participó en las Cruzadas. En este aspecto hay una fuerte conexión con Cruzada, otra superproducción de Ridley Scott, aunque la película que hoy nos aúna es más corta, menos pretenciosa, muy lograda y muy entretenida. Por suerte, en eso sí se parece a Gladiador.
Russell Crowe sigue demostrando que esta clase de papeles le sientan perfecto. Al igual que Máximo en la ya mencionada epopeya romana de 2000, Robin es un guerrero atormentado al que las circunstancias lo convierten no sólo en un héroe sino en la esperanza de un pueblo desesperado y hambriento, sometido por un gobierno corrupto.
En cuanto al resto del elenco, Cate Blanchett se afirma como una actriz todoterreno, capaz de emocionar en una escena intimista y luego pelear contra un ejército como una verdadera luchadora, siempre de manera convincente. Ya no se discute el talento de William Hurt ni de Danny Huston ni de Max Vos Sidow, quien, aunque su personaje es ciego, sale a pelear con espada y todo. Interpretando al sádico Godfrey, un inglés amigo del Rey Juan que se alía con los franceses, Mark Strong confirma su status de villano cinematográfico de los últimos años (en unas semanas también lo veremos haciendo de mal tipo en Kick Ass). Mark Addy nació para encarnar al fraile Tuck, y Matthew Macfadyen está correcto como el Sheriff de Nottingham (Curiosamente, Nottingham era el título original del proyecto, e iba a estar centrado en el sheriff y en Robin Hood, al punto que Crowe estuvo por interpretar al primero). La revelación: Kevin Duran como el Pequeño Juan, aunque es verdad que la mayoría ya conoce a este actor canadiense por la serie Lost.
Ridley Scott es un director irregular. Filmó desde obras cumbres como Alien: El Octavo Pasajero y Blade Runner, hasta bodrios como Hannibal y 1492: La Conquista del Paraíso, pasando por películas del montón (Peligro en la Noche, Lluvia Negra, Corazón de Héroes, por nombrar algunas). Nunca se sabe qué esperar de este director británico. Esta vez logró otro de sus aciertos, y con otra historia de época, donde se lo nota más que cómodo. De hecho, Los Duelistas, su ópera prima, transcurría en tiempos de Napoleón. Mediante una reconstrucción de época y una fotografía soberbias, Scott indaga —con mayor o menor suerte— en la situación política, social, cultural y económica del período que elija retratar. Tanto en Gladiador como en Cruzada y en Robin Hood, muestra que los gobernantes nunca dejan de aprovecharse de las masas para su propio beneficio, y que sólo los códigos y la actitud de los más valientes y arriesgados pueden ayudar a cambiar las cosas. En lo referente a las secuencias de batallas, aquí ya no abusa tanto de los ralentis, que hacían quedar como muñequitos a los combatientes. Aquí la acción es más fremética.
Ya sabemos que la próxima obra de Ridley Scott significará su regreso al espacio… donde nadie escuchará tus gritos: la precuela de Alien.
En tanto, a disfrutar de esta historia de Robin Hood, que en realidad es la que da origen a todas las demás historias que ya conocemos. Es evidente que Scott se está familiarizando con el arte de filmar precuelas.