TRAMPAS Y ESTRATEGIAS
Quizás a este lector le suene el nombre de Emerald Fennell y más aún el título de su primera película: Promisng Young Woman, largometraje multipremiado, con nominaciones al Oscar incluído y de espíritu woke. Esa clase de películas prestigiosas pero también oportunistas, subida a la ola del MeToo y el Hollywood pos Weinstein que podría entrar en esa categoría de películas intrascendentes pero correctamente diseñadas para un cine debate..,
Saltburn, el segundo largometraje de Fennell, no es tan distinta de Promising Young Woman, aún cuando Saltburn sea en el fondo más ambiciosa y apunte sus cañones en una dirección distinta (ya no el patriarcado, sino las clases altas).
Promising… se proponía como un relato sencillo donde su personaje justiciero y suicida nos iba narrando un derrotero que no tenía como otro destino la muerte. Saltburn en cambio decide contar la historia de un psicópata desde su punto de vista, y su camino es el de un cínico sin otra obsesión que la de parasitar una familia. Como el chico es ante todo un paciente estratega de algún modo esto justifica que la narración sea más dispersa. Lo que arranca como una película sobre un joven que se enamora de un chico lindo y millonario llamado Kevin, sigue como la historia de este mismo joven conociendo a distintos miembros de la familia de Felix, y termina siendo una mezcla entre melodrama trágico y humor negro . El problema que tiene Saltburn es que estos cambios de registro resultan a veces desprolijos y terminan dando la sensación de que la trama se está extendiendo demasiado hacia conflictos o personajes que no tienen demasiado interés.
Así y todo este no es el peor de los problemas. Como la película quiere dejar la psicopatía del protagonista como revelación final, entonces nos termina de revelar sus planes verdaderos en los últimos 15 minutos de película y ahí es cuando aparece la vuelta de tuerca como recurso ineludible. Digamos que a grandes rasgos hay dos grupos de vueltas de tuerca en cine. La primera es la buena, que es la que nos permite resignificar realmente lo que vimos, la que funciona como una suerte de revelación que le agrega profundidad al film y hace que uno no se cuestione por su verosímil. Digamos entonces que las buenas vueltas de tuerca son aquellas que al verlas sorprenden mucho, pero que al terminar de ver el relato parecen en el fondo el único final posible teniendo en cuenta lo que se vio desde el principio.
La otra es aquella que funciona como un recurso de sorpresa barata, una forma de tener el interés del espectador por unos minutos como un narrador mendigando por nuestra atención. Normalmente este tipo de vueltas de tuerca se las identifica fácil porque no sólo no suman a la narración sino que no tienen demasiado sentido dentro de la trama.
La vuelta de tuerca de Saltburn pertenece clarísimamente a este último caso. Allí la revelación final nos muestra un armado supuestamente maestro en el que forzosamente tuvieron que convivir la manipulación con una dosis ridícula de buena suerte y casualidades imposibles para que el protagonista psicópata triunfara. Se suma a esto que la vuelta de tuerca final de Saltburn, en la que el protagonista se muestra como alguien sin sentimiento alguno, no cierra desde ningún punto de vista con la cantidad de momentos del film donde veíamos al protagonista en soledad, mostrando sentimientos genuinos de tristeza y compasión hacia personajes que después asesinaría sin problemas.
Y así y todo, este no es nuevamente el peor de los problemas de Saltburn, como no lo son tampoco sus varias secuencias publicitarias, o el ridículo personaje que interpreta Carey Mulligan y que sólo parece hecho para justificar su participación. Su mayor defecto, esto que la vuelve una película lamentable, es la forma en la que Fennell simplifica el mundo que quiere retratar.
Saltburn comienza siendo una serie de estereotipos burdos de adolescentes y sigue siendo una serie de estereotipos burdos sobre la clase alta. Así es como pasamos de figuras como la del chico millonario, lindo y simpático; o el freak excéntrico y posiblemente genial pero outsider; a la familia de Saltburn compuesta por un padre millonario idiota e inmaduro, pasando por la adolescente rica sexoadicta pero en el fondo angustiada y necesitada de afecto y la madre aristocrática obsesionada por las apariencias. No falta el mayordomo fiel pero de aspecto perturbador, ni las escenas obligadas de cenas suntuosas con millonarios que en el fondo se desprecian entre sí, y muchas escenas en las que se nos quiere mostrar que tras ese mundo de ensueño lo que se esconde es la famosa pesadilla de la superficialidad.
Como la gracia está en que el espectador pueda estar seguro de todo, la película se encarga de mostrarnos en varios momentos discursos altisonantes donde los personajes se explican a sí mismo y a los otros. Entonces al protagonista se lo comparará con una araña que teje pacientemente su tela; aunque también una chica rica y chico rico le dirán que en el fondo es alguien que quiere pertenecer a una clase que en el fondo lo sabe afuera de ese mundo; al mismo tiempo, el propio protagonista se definirá como “vampiro” en la polémica (o al menos dicen que fue polémica, aunque no sé para quien) escena de la menstruación y este mismo protagonista le dirá a Kevin unas cuantas “verdades” sobre su persona antes de su última conversación juntos. Cuando uno cree haber visto suficiente trazo grueso, faltará como una de los momentos más vergonzosos del cine reciente: la escena del almuerzo pos muerte de Felix. Un momento de vergüenza ajena donde se nos muestra con un trazo grueso insoportable la obsesión de la gente rica por tapar sus tragedias mientras se usa el recurso de usar cortinas rojas para decirnos con la sutileza de una propaganda de laxante que aquella situación a la que estamos asistiendo está marcada por la muerte.
Este tipo de mundo simple y de ideas machacadas ya había sido expuesto en la mencionada Promising Young Woman. Allí para hablar del patriarcado Fennell reducía el mundo a mujeres casi siempre víctimas y hombres idiotas o canallas (o una combinación de las dos cosas). El problema de la película no era tanto su misandria en sí sino que esta misandria se creaba para poder sentenciar con comodidad sobre un mundo chato y por ende fácilmente descifrable. Con Saltburn el recurso es idéntico. Es una película que puede sentenciar sobre clases sociales porque estas se presentan tan transparentes en su mezquindad y sus limitaciones que es imposible no saber que decir sobre ellas. Puede ser una estrategia fácil para parecer astuto, para hacer creer que se está diciendo algo profundo o incluso trascendente, también para no tener que pensar la realidad en sus diferentes complejidades y matices y de paso también para no tener que hacer buen cine.
(Reino Unido, Estados Unidos, 2023)
Guion, dirección: Emerald Fennell. Elenco: Barry Keoghan, Rosamund Pike, Jacob Elordi, Richard E. Grant. Producción: Emerald Fennell, Josey McNamara, Margot Robbie. Duración: 131 minutos.