¿Qué interés tiene para el cine contemporáneo el anhelo del ser humano de pertenecer a un sitio en esta época de nomadismo digital? Un recorrido somero por las búsquedas del medio audiovisual en retratar las migraciones y la obra más reciente de Lipgot apuntan a varias respuestas. Esta lo logra acercándose a una decena de experiencias de inmigrantes y familiares chinos en Argentina. La inmigración, en sus múltiples perspectivas, integra la capacidad de los seres para vincular y reconsiderar sus orígenes en un sitio diferente.
En el documental del realizador neuquino, los testimonios de inmigrantes son puestos en diálogo con paisanos de nacimiento y de migración. Hablan de sus primeras experiencias, adaptarse al idioma, al ámbito laboral y habituarse a algunas añoranzas. La cámara, mientras, capta la voluntad de los personajes y las incomodidades para adaptarse. El dp Javier Pistani propone un reiterado acercamiento técnico. Los entrevistados aparecen en Argentina únicamente –China será solo lugar del afecto y del recuerdo en su hablar–, mientras el dp se desplaza hacia cada uno de ellos.
Si bien tal movimiento entorpece la fijeza de la imagen, traza una curva sobre el lugar donde se ejecuta la conversación a la vez que posibilita hallazgos: integra a ambas dialogantes en un solo plano, subraya la naturaleza imprevisible de todo moverse, despierta una mirada de incomodidad en quienes ocupan la imagen, y permite ver de dónde viene el encuadre final de la misma. Esa reiteración, hilada por el montaje de Leandro Tolchinsky, hace surgir lo inevitable: el cine para retratar la realidad también debe incomodar.
Gracias a esta certeza, cada experiencia tan particular descubre formas de pertenecer diversas como el caleidoscopio de matices ofrecidos por los personajes en la filmografía del mismo realizador de Moacir (2011) y ¡Viva el palíndromo! (2018). Aquí, los testimonios fluctúan entre la tristeza de lo dejado atrás en el país de nacimiento, la alegría de lo encontrado en el nuevo sitio, y las experiencias de sus hijos o nietos ya nacidos en Argentina.
Con tales emociones presentes, los apuros técnicos de la obra adquieren sentido al final. Por ejemplo, el uso de la pipa en la música de Pablo Urristi al inicio, forzando notas orientales mientras Yiyin Liu riega su jardín, aparentemente distrae. Pero luego, cuando aparecen personajes cantando, esa progresión da cuenta de cómo cada inmigrante quiere integrarse lo más pronto posible, pertenecer gracias a y a pesar de su diferencia. Y tal anhelo le permitirá lograrlo al menos durante la obra, aún si quien emigra en la realidad nunca lo alcanza tan rápido.Entonces, la misma Yiyin y su hija cantan en armonía, después del silencio que hubo en su relación, y los espectadores, de una manera más clara que cualquier entendimiento, lo sentimos: la metáfora o la metonimia de la emigración como siembra es mucho más poderosa con imágenes y confesiones, que con lo asomado por teorías, historias, análisis y juicios.
(Argentina, 2024)
Guion, dirección: Tomás Lipgot. Elenco: Yinyin Liu, Gustavo Ng, Qian Ma, Eva Blanco, Federico Chang, Teresa Yuan, Ana Kuo. Duración: 66 minutos.