En Observados, el debut de Ishana Night Shyamalan (hija de M. Night Shyamalan), un grupo de personas quedan encerradas en contra de su voluntad en un refugio situado en medio de los vastos bosques irlandeses. Mientras, afuera, unas temibles criaturas milenarias, pertenecientes al folklore de la zona, los observan por las noches desde un enorme ventanal especialmente preparado para eso.
Vamos de a poco. La película arranca bien. Sus primeros diez minutos no están nada mal, quizás porque el sentido en su puesta en escena y simbólica guardan una organización más creíble y a su vez específica que todo el resto que vamos a describir a lo largo del texto.
Una vez que la protagonista llega al sitio descrito más arriba, cargando una jaula con un loro por motivos laborales, todo ese material se distorsiona gracias y por obra de una postura sumamente pretenciosa, un tono solemne y denso (por no decir aburrido) y una forzada imaginería alegórica y de lo más burdo que se haya visto en mucho tiempo (¿recuerdan esa grosería gratuita y subrayada de Alex Garland llamada Men? Bueno, por ese lado…).
La (aparente) crítica social que pretende estamparnos en la cara es tan literal y gritada a los ojos del espectador que genera risas involuntarias: si creían que los monstruos que observaban a los desafortunados encerrados era una alegoría espantosa sobre los realitys actuales y nos pone a nosotros en ese lugar de seres desagradables, consumidores voraces, esperen a ver cuando ponen a reproducir en una TV (?) unos DVDs que contienen justamente…capítulos de un reality show (?). Una grosería absoluta.
Todo en la película luce forzado para que “las representaciones” o, peor aún, alegorías funcionen. Por momentos busca desesperadamente ser profunda, simbolista (en el peor sentido de la palabra) y compleja. Todo es caprichoso en pos de su segunda historia (simbólica), escrita con tanto trazo grueso que parece querer evangelizar más que reflexionar y resolver. Al final tanto juego de “espejos” y dobles y esto y lo otro formulan una especie de maniobra burda sobre los aspectos psicológicos a los que pretende aludir y, supuestamente, resolver mediante la puesta en escena. Pero en realidad la cosa termina más por el lado de la terapia grupal psicológica barata de película inspiradora con mensajito sensiblero incluído. Ésto sin desmerecer la terapia grupal ni nada por el estilo.
Cuando acude a la autoconsciencia, le juega en contra: hay referencias al cine de Hitchcock (principalmente Los pájaros y Vértigo) que podrían tener mayor relevancia de no ser porque al final de cuentas parece no comprenderlo. Lo que transforma al relato en una parodia de género, una presuntuosa enciclopedia que acumula ideas engorrosas de forma arbitraria y que terminan siendo al final de cuentas una mera pose o un juego al que se accede desde su costado más fanfarrón, pomposo.
Para el final uno quiere que la cosa termine rápido y ni eso: parece tener tres finales distintos que se dilatan y por separado. Mientras nuestra paciencia y ganas de levantarnos de la butaca es más notoria que toda la basura que nos vomita la película a la cara durante su eterna duración.
(Estados Unidos, 2024)
Guion, dirección: Ishana Shyamalan. Elenco: Dakota Fanning, Georgina Campbell, Olwen Fouéré. Oliver Finnegan, John Lynch. Producción: Nimitt Mankad, Ashwin Rajan, M. Night Shyamalan. Duración: 102 minutos.