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Cine

Septiembre 5

Acercarse a una creación despoja todo conocimiento previo para hacernos ver. Septiembre 5 presenta mínimo dos dificultades al respecto: el recuerdo de Munich (Spielberg, 2005) debido al hecho histórico narrado, y el de Network (Lumet, 1976) por la lucha mostrada allí entre cadenas televisivas en los años setenta. ¿Qué implica ver en medio de esta complejidad?

El 5 de septiembre de 1972 novecientos millones vieron la transmisión de ABC del atentado terrorista durante las Olimpíadas. Periodistas deportivos informaron desde Munich. Es con ese dato como cierra la “ficción” de Fehlbaum, destacando el lado cuantificable de la historia y el menos interesante para el arte. En su retrato de los hechos, este desenlace muestra cuánto pierde de vista el transmitir emociones, sentimientos e inquietudes sobre la historia. Se está narrando un tema urgente, lo sabemos: un atentado en vivo mientras se esperaba que las Olimpíadas transcurrieran en terreno alemán para enmendar, menos de veinte años después y de alguna vana manera, las secuelas del nazismo en el mundo.

Por esta y otras razones surgen varias desazones durante la obra. Entre ellos, la derrota aleccionadora en la mirada de Marianne (Leonie Benesch), la traductora alemana; los intereses supuestamente encubiertos de Roone (Peter Sarsgaard) y Marvin (Ben Chaplin), altos puestos de la televisora, por ganar rating. Hace falta algún personaje tan apasionado y cuestionable como la Diana de Faye Dunaway programando el próximo rating aun mientras follaba con William Holden, o todavía la timidez y el desenfreno de Eric Bana intentando proteger el futuro de su familia vengando a las víctimas del atentado. Aun los tonos fríos y encuadres sencillos del dp Markus Forderer dan poco lugar a algo más que intriga. Mientras, aquellas comparten un histrionismo llevado a lo estilístico, además de lo temático. Con sus guiones ambas hacen aparente la necesidad, sea del espectáculo, en el caso de Paddy Chayekfsky, o sea la de hacerse cargo de la venganza, en el caso de Tony Kushner y Tim Roth. Ambos engaños son tan enfermizos que tales películas continúan siendo apelaciones décadas después.

En contraste, si bien el interés de los guionistas y el director es diferente a un estilo melodramático o satírico, el problema de fondo en la reciente nominada al premio de la academia hollywoodense es la tibieza y la distancia cronológica. Cualquier fortaleza afilada por los detalles de época se frustra entonces entre personajes con poca intimidad. Aún en la de Lumet ella era palpable entre Holden, Dunaway y Straight; ni hablar del rol del sexo en la de Spielberg. En la que hoy nos convoca a salas, las actuaciones de todos cumplen su cometido y, a la vez, ninguno destaca. Ni las distintas nacionalidades retratadas para investigar, informar y transmitir en vivo polemizan, a expensas de transmitir la primicia. Y esta, pasados más de cuarenta años, es insuficiente para ver más allá de lo periodístico.

*La arista de lo histérico está enmarcado en estos párrafos como la búsqueda de intimidad apuntando una “solución sexual”. [Reconsiderando la clasificación psicopatológica desde el punto de vista psicoanalítico-relacional. Lo histérico/ histriónico como modelo]

(Alemania, Estados Unidos, 2024)

Dirección: Tim Fehlbaum. Guion: Moritz Binder, Tim Fehlbaum. Elenco: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Georgina Rich. Producción: Tim Fehlbaum, Mark Nolting, John Ira Palmer, Sean Penn, Philip Trauer, John Wildermuth, Thomas Wöbke. Duración: 95 minutos.

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