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Cine

Septiembre 5

EL CINE (EN) VIVO

Las reconstrucciones históricas en el cine parecen estar siempre atravesadas por una lectura examinante acerca de un fundamento legitimador que sustente contar lo sabido. No es la idea argumentar sobre las cualidades del lenguaje cinematográfico en su favor para aportar un carácter estatutario de la documentación, pero sí hay una virtud por parte del cine en llegar tarde a ciertos hechos, esto es porque el proceso de hacer una película es largo, lo cual ofrece una distancia temporal necesaria, generadora de una membrana reflexiva sobre asuntos de los cuales en una cercanía inmediata impiden una lectura acabada o, al menos, distinta. Septiembre 5 es una mirada hacia adentro, a modo de un contraplano hacía la cuarta pared de una cobertura televisiva de la Masacre de Múnich durante los Juegos Olímpicos de 1972. Lo primero que vemos es la más reciente victoria de Mark Spitz, nadador estadounidense que se llevó 7 medallas de oro, el jefe de todo el equipo de ABC (un sutil Peter Sarsgaard) lo que le pide al director de cámaras es que ponche el primer plano del alemán derrotado. Tal decisión define a modo de germen la línea editorial -y moral- del canal porque en las horas posteriores el plan de transmitir el discurrir de las diferentes disciplinas del día se desliza hacia una transmisión en vivo de una toma de rehenes. Y la gracia de esta película es como se instrumenta el minuto a minuto de un hecho que no tiene un cronometro descendente, a pesar del tiempo límite establecido por los captores, es una noticia en desarrollo, cuya narrativa se traza casi a ciegas construyéndose a base de intuiciones y acciones creativas ante lo inédito. 

Podría decirse, a modo de simplificación, que la película propone un hilado narrativo sustentado por la técnica analógica, la ética y la improvisación productiva. Se ha dicho mucho sobre el uso de la nostalgia para fines cuasi explotativos, tanto en películas como en series, y parte de tal reclamo tiene su lógica por una representación formal idílica que muchas veces es tan solo una excusa, sin fines dramáticos sostenidos por la historia que se pretende contar. No sucede todo esto con Septiembre 5, construida bajo una plena conciencia del hecho real, del cual solo se sirve para reflejar un contracampo con recursos de montaje precisos, por ejemplo para ver en los monitores lo que sucede en el estudio y en los exteriores de la villa olímpica un material que es diegético y, a la vez, para los espectadores representa un archivo. 

Las ventanas temporales entre una idea y la concreción también representan un modo de hacer muy distinto al de las ansiedades actuales, cuando el jefe de control necesita una foto más grande de un atleta, para ponerlo en pantalla a modo ilustrativo, lo que se ve es un resumen de los pasos necesarios para lograr eso, desde la obtención analógica de una fotografía para luego revelarla y finalmente recortarla. Nuevamente, la representación de estos tiempos empleados para una tarea invisible en el resultado final de la transmisión no apela a una evocación, sino a una necesidad surgida dentro de la dinámica urgente vívida por estos personajes frente a una situación de rehenes. El uso del archivo ofrece, por otra parte, una posibilidad para narrar el miedo y lo hace tan solo presentando un plano: la icónica imagen del terrorista con un pasamontaña que se asoma por un balcón. Las decisiones éticas y periodísticas plantean conversaciones entre los personajes vinculas a la comunicación y su sentido, el término “terrorista” no se había empleado hasta entonces, aunque eso le obliga a afinar una precisión dentro del espectro de movimientos improbables un día antes, cuando la normalidad estaba en transmitir el desarrollo de las diferentes disciplinas deportivas. 

En el panorama de temas y pequeños motivos presentados está la mayor las polémicas, la que rodea a Alemania como nuevamente un epicentro de violencia contra la comunidad judía, si bien en la intención noble de mostrar una imagen renovada del país, contorneada por acciones simbólicas, lo que sucede es que en esa proclama existe un dorso negligente -al menos- en la conciencia de escenarios posibles que la organización ignoró. La única persona que habla alemán en el control es una joven, sobre la que descansa el lazo comunicativo entre las necesidades periodísticas de ABC y los cables emitidos por las agencias locales, que constituían en su momento la palabra oficial, pero también en ella se encarna una visión posible del futuro, tratándose de alguien nacido en suelo alemán perteneciente a una nueva generación, la que vislumbraba una necesidad de reconstrucción, idea que se empaña con este trágico hecho. Todas estas ideas no están explicadas en largos soliloquios o en fragmentos pensados para convertirse en clips en las redes sociales, están recubiertas por una manera de hacer algo anticuada -lamentablemente-, un discurrir cercano a un cine creyente del poder de las imágenes. Y vaya que Septiembre 5 cree y mantiene viva la fe del cine por aquello que distingue a este lenguaje de otros, la emancipación artística gracias al montaje de imágenes en movimiento para generar sentido. Simple y complejo, en partes iguales.  

(Alemania, Estados Unidos, 2024)

Dirección: Tim Fehlbaum. Guion: Moritz Binder, Tim Fehlbaum. Elenco: Peter Sarsgaard, John Magaro, Ben Chaplin, Georgina Rich. Producción: Tim Fehlbaum, Mark Nolting, John Ira Palmer, Sean Penn, Philip Trauer, John Wildermuth, Thomas Wöbke. Duración: 95 minutos.

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