Sintió algo verdadero es un proyecto que en palabras de su director, Manuel Salomón, tardó más de diez años en poder realizarse. Esto puede entenderse dado que la película constantemente inserta material filmado en Super 8mm durante la década de los sesenta, que va configurando y resignificando a la ficción ambientada en la actualidad. Este choque de formatos logra llamar la atención apenas arrancado el film, constituyendo una temporalidad sumamente curiosa en la que el espacio de la película, la casa en la Patagonia, ya fue habitada previamente por personajes que aparecen en el super 8. Para bien o para mal esta idea que al iniciar la narración promete bastante se va abandonando poco a poco, haciendo que lo que uno entiende que sería el tema central del film, que es el conflicto entre dos hermanos que culminan con un final violento (como el mostrado en el celuloide) sea una antesala de lo que sucederá. Pero este augurio no se sostiene y la película vira hacia otra dirección.
Esta no es una película que precisamente se sostenga por la linealidad de su narración, o por seguir una estructura clásica, ya que hace completamente lo opuesto. Los momentos en donde el film brilla en su totalidad son aquellos en donde se despoja de esta temporalidad que la mantiene anclada en su tiempo presente. Específicamente hay una escena con tintes oníricos en donde el personaje principal, Leandro, pareciese haber caído en una dimensión paralela en donde lo desconocido se vuelve conocido, y aparecen personajes nuevos que parecieran estar desde el principio de la película. Después de esta secuencia, el film retoma una puesta en escena similar a la anterior, logrando confundir y extrañar al espectador. Sin embargo, este recurso no vuelve a aparecer ni se explora más profundamente.
La historia presentada es simple: Leandro, un hombre que trabaja en un laboratorio químico, decide irse por un tiempo a la casa de un amigo suyo en la patagonia para reflexionar sobre lo que quiere hacer con su vida. En esta encrucijada aparecen Marina y su hermano Felipe, con quien no tiene la mejor de las relaciones. Más allá de este pequeño argumento, la narración no sigue una estructura que vaya más allá de los tres capítulos en los que está partida la historia. No busca explicar mucho, deja que uno interprete las imágenes y le agregue sentido, como sucede con el montaje con el material en 8mm, cuyo propósito no está del todo claro dentro de la película. Al fin y al cabo este film termina cayendo en una antitrama (que podría no ser algo negativo), pero que deja un sabor amargo viendo la impresionante locación en la cual está ubicada la historia y la potencialidad que ésta tenía para resignificar con las imágenes de archivo.
La película tiene toques de genialidad que llaman mucho la atención, pero no los utiliza constantemente. Prefiere recaer en las imágenes despampanantes sobre los paisajes y la fauna patagónica, que si bien están filmados de manera bella, no terminan de constituir un sentido más allá que el de ver a la naturaleza. Estas secuencias de imágenes entorpecen ligeramente el ritmo de su narración, y provocan que un film con una duración sumamente accesible se sienta mucho más difícil de digerir. Esta contemplación de las imágenes invitan a la reflexión, a ponernos en el lugar de Leandro sobre que queremos hacer con nuestra vida. Y finalmente a pensar en las relaciones que nos hacen quienes somos.
(Argentina, 2025)
Dirección: Manuel Salomón. Guion: Denise Goldman, Manuel Salomón. Elenco: Pablo Sigal, Katia Szechtman, Nicolás Yaya. Producción: Pablo Solomón. Duración: 82 minutos.