EL PRODIGIO OCULTO
Calculo que cualquier persona que haya visto Rocky Balboa recuerda aquella escena en la que el protagonista hace un monólogo sobre la importancia de seguir adelante en la vida. Es un momento que en algún punto es desconcertante porque teniendo todas las posibilidades de salir mal, sale increíblemente bien. El concepto del monólogo en sí tiene la profundidad de una frase de sobrecito de azúcar, además de todo parece claramente insertada para que la película pueda explicarnos uno de sus conceptos centrales. Y así y todo es hermosamente emotiva. Esto se debe a dos motivos centrales. El primero es que es perfectamente consecuente con el pensamiento de su personaje: un hombre sencillo cuya mayor virtud reside en su perseverancia. El segundo, más importante aún, es la interpretación del propio Stallone. Sus inflexiones de voz, sus breves pero significativos movimientos de brazos, el grito final cuando dice, de pronto “¡eres mejor que eso!” para luego agregar en un tono calmo a su hijo que no se olvide de visitar a su mamá al cementerio. Hay más sofisticación ahí de la que uno cree, en buena parte porque Stallone es un intérprete muchísimo más sofisticado de lo que suele pensarse. Lo suficientemente sofisticado como para retransformar un clishé en otra cosa distinta. Una virtud enorme que habla entre otras cosas de la enorme inteligencia de este artista.
Sly, el documental sobre la figura del actor, es antes que nada un intento claro de mostrar que este héroe de acción icónico es una persona de un intelecto privilegiado. Quizás por eso también hay una insistencia particularmente significativa en esta película de mostrar a Stallone en su faceta de guionista y director, un oficio que uno no asocia precisamente con alguien de tamaña musculatura o fama de duro de acción. De hecho, la película no se dedica en ningún momento de sus pocos más de 90 minutos a hablar de las horas de gimnasio que Stallone ha invertido a lo largo de su vida o el culto a su propio cuerpo. Más bien, quiere dejar en claro que el actor está desesperado por mostrar más su propia voz, al punto tal que en más de una ocasión se nos cuenta como Stallone ha modificado películas en las que sólo actuaba y no participaba ni como director ni guionista.
Así y todo, más allá de esta enumeración de virtudes, Sly no busca ser un documental enteramente celebratorio. Por el contrario, hay una búsqueda de mostrar a Stallone desde un lugar de fragilidad antes que de fortaleza. De hecho la primera de sus imágenes lo tiene al intérprete en un gran plano general, como empequeñecido alrededor de una habitación gigantesca. Hay un indicio claro ahí de que esta película va a darle a este personaje una dimensión más humana que legendaria.
Como adelanta esa imagen, el Stallone que se muestra en Sly está lleno de arrepentimientos tanto profesionales como laborales, es una estrella que admite más de una vez haber fallado como padre, que habla más de una vez de sus fracasos en taquilla y de aquellos proyectos en los que se sintió incómodo porque no eran para él. También un Stallone que vuelve una y otra vez sobre la relación conflictiva con un padre violento y ocasionalmente cruel. También nos habla de sus casos de mala recepción crítica y de público de algunas películas suyas y hasta llega a corregir sus declaraciones pasadas (como en una escena excelente donde Stallone escucha una entrevista que le hicieron hace décadas y se trata a sí mismo de estúpido). Por supuesto que también la película recorre sus grandes éxitos, pero incluso cuando lo hace intenta ser pudoroso. No hay demasiadas menciones a los éxitos de taquilla, ni a las ganancias recibidas, ni a declaraciones de fans. Por el contrario, esos éxitos tienen un enfoque más intimista que masivo. Un ejemplo claro es cuando el film habla de Rocky y de Rambo, clarísimamente los dos personajes más icónicos de Stallone. En vez de hacer hincapié en el impacto que estas dos creaciones tuvieron en la cultura popular, lo que el documental Sly más quiere ahondar es en la forma en la que estos dos personajes hablan de Stallone y de la necesidad del actor de que se haga escuchar su propia voz.
Uno podría pensar que esto vuelve al documental un producto honesto, descarnado. Sin embargo uno no puede dejar de pensar que hay mucho de impostura y actuación acá. Basta ver Arnold (el documental sobre Schwarzenegger también producido por Netflix) para alimentar esa sospecha. Allí Stallone habla de las diferencias entre él y el protagonista de Terminator a la hora de hacer estereotipos de héroe de acción. Stallone mismo declara que mientras Schwarzenegger hacía duros invencibles, Stallone gustaba más de protagonizar a héroes de acción con algún pasado trágico y remordimientos.
No es imposible pensar que Stallone nos está vendiendo acá también ese mismo personaje pero en clave de supuesta autobiografía. La diferencia es que acá no es un hombre fuerte pero dolido, sino una megaestrella multimillonaria con características tan humanas que lo empequeñecen.
Hay otra cuestión sospechosa en el documental Sly y es la idea de hablar de redenciones finales, tanto para el propio Stallone como para su propio padre. El intento de darle al documental un lugar para la esperanza, una forma de final feliz, parece estar demasiado acorde con la propia filosofía de Stallone sobre lo que para él deben ser las películas. Lo dice el mismo protagonista cuando habla de que el público quiere ir al cine para pensar que el bien puede terminar triunfando.
¿Es entonces Sly otro de esos productos donde el actor maneja más los hilos de lo que uno podría pensar?, no es difícil interpretar, lo que haría que Sly sea un documental más sutil y ambivalente de lo que podría parecer en una primera visión. Aún con sus casi nulas ideas estéticas y sus convencionalismos, no hay que menospreciar a Sly como película. Acaso, como pasa en aquel monólogo que se señala al principio de la nota, su mensaje claro, casi obvio, esconde muchos más méritos artísticos de lo que pensamos.
(Estados Unidos, 2023)
Dirección: Thom Zimny. Guion: Aidin Sayar Sarie. Elenco: Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenegger, Quentin Tarantino. Producción: Sean M. Stuart. Duración: 95 minutos.