A lo largo de más de cien años de historia se intento manifestar al cine a través de diversas maneras como una expresión artística. A pesar de que antes de la Segunda Guerra Mundial hubo realizadores que se plantearon innovaciones en las expresiones formales y técnicas, fue después del atroz acontecimiento cuando surgieron distintas corrientes que propusieron construir films de maneras diferentas a las habituales.
Mayormente esto sucedería en Europa con el Neorrealismo Italiano y las películas de Roberto Rossellini y Vittorio De Sica, la Nouvelle Vague con Jean-Luc Godard y François Truffaut o el Nuevo Cine Alemán con Werner Herzog y Rainer Fassbinder. Con estas corrientes modernas se comienza a proyectar una nueva visión de la imagen tanto estética como narrativa, implementando una renovación a través de la explotación de los recursos cinematográficos como la revisión del cine dentro de sigo mismo.
En Estados Unidos en la década de 1970, una generación de jóvenes cineastas liderada por Steven Spielberg haría que el cine fantástico sea revindicado no sólo como arte sino que también sea ligado al entretenimiento y las culturas de masas. Mediante films de un gran poderío visual y narrativo, que no solo propondrían una majestuosidad en el plano formal, sino que harían que el cine se piense así mismo, ya sea en el plano histórico o de realización, plantearían esta enajenación entre lo artístico y lo multitudinario que hasta el momento se podría decir que estaban un tanto distanciados.
Fueron los casos de Spielberg con Encuentros Cercanos del Tercer Tipo y E.T. El Extraterrestre, George Lucas con La Guerra de Galaxias y Robert Zemeckis con la trilogía de Volver al Futuro, por nombrar a los más destacados. A diferencia de un cine destinado a un público relativamente erudito como en las vanguardias europeas anteriormente nombradas, estos directores lograrían dirigirse a un espectador más abarcativo con obras sobre hechos fantásticos o sobrenaturales que provocarían una revolución dentro del género de ciencia ficción.
Actualmente con el estreno de Super 8 de J.J. Abrams se manifiesta una reivindicación de este cine, y no solo se plantea un homenaje a los realizadores mencionados, sino que como estos lo hicieron en su momento se esboza una idea del cine a través de la magia y la ilusión de hacer una película.
El film del creador de la popular serie televisiva Lost narra como un grupo de adolescentes que se encuentra filmando una película casera de zombies, observa el descarrilamiento de un tren al chocar con una camioneta, a partir de esto y la fuerte conmoción de la debacle ocurrida se irán dando indicios de que algo no humano se encontraría en el interior de éste.
La obra de Abrams es un claro homenaje a la iniciativa de hacer cine, como lo hacen los chicos en la película, también Spielberg filmó en el formato de 8 milímetros cuando era muy joven, da la casualidad que el director de La Lista de Schindler también detalló la caída de un tren (de juguete en ese caso) y no es un dato menor que por ende participe de la producción de la película.
Tampoco será casualidad que Super 8 mantenga una conexión con el clásico Encuentros Cercanos del Tercer Tipo o que esté ambientada a fines de la década de 1970, manteniendo esa estética setento-ochentosa de los años dorados en dónde se realizaron los grandes films de la productora Amblin.
Super 8 es un homenaje a una época (la banda sonora con temas como «My Sharona» de The Knack es un ejemplo de esto) y a un conjunto de directores que revolucionaron el cine fantástico, que hicieron con éste productos sumamente artísticos como populares, que pueden manifestar distintas cuestiones filosóficas del mundo en sí, plantear la evolución de la imagen a través de la narración y la tecnología, y a su vez con efectos visuales esplendorosos cautivar a la gran mayoría del público, ya sea al espectador cinéfilo como al que solo busca entretenerse un buen rato en cualquier sala a la que concurra.