La caja misteriosa del efecto Cloverfield.
Super 8 desde un comienzo concentra su potencial en dos nombres claves dentro de la industria cinematográfica mundial: Steven Spilberg y J.J. Abrams. Imposible resulta no conocer al primer apelado, luego de su escena en producciones de toda índole, es por eso que me posaré en la figura de J.J Abrams: multifacético artista en el más amplio sentido del término, siendo a la fecha productor, escritor, director, actor y compositor. Responsable de éxitos taquilleros mundiales tanto televisivos como enfocados en celuloide como ser Perdidos (Lost, EE.UU. 2004-2010), Fringe (EE.UU. 2008-2011), la versión fílmica de Viaje a las Estrellas (Star Trek, EE.UU. 2009) y la nefasta Cloverfield: Monstruo (Cloverfield, EE.UU. 2008). No ahondaremos en la cuestión auteur de los Cahiers Du Cinema para catalogar su trabajo sino que nos conformaremos con que su mano haya estado presente en el planteamiento y realización desde cualquier rama artística de las obras.
Super 8, más allá de lo denotado por otras críticas, es una versión 2.0 y mejorada de la Cloverfield conceptual en el terror psicológico. Es que en eso se basa la representación de la historia de ciencia ficción en pantalla grande: no se sabe hasta avanzado el filme qué es lo que acosa la vida mundana del poblado de Ohio en el año 1979.
La voz hitchcockiana dirá “el monstruo corresponde a la denominación del McGuffin cinematográfico” y tendrá razones más que suficientes ya que el verdadero cometido del filme es relatar una pequeña historia pueblerina sobre chicos que quieren hacer una película y la seriedad que eso implica teniendo en cuenta la causa mayor de las cuestiones internas y relacionales entre lo humano de la pieza: la muerte de la madre del protagonista marca la personalidad de éste y condiciona sus reacciones respecto de su padre, su enamorada y sus amigos en el trayecto de los acontecimientos pero el disfraz del trauma se traduce en un accidente de tren que oculta una entidad extraterrestre en la Tierra y todo lo que acarrea en el juego verdad/mentira, secreto/conocimiento público, discriminación/aceptación y miles de dicotomías trilladas desde las bases del establishment americano.
La excusa como la base del progreso, denota y lleva al espectador de las narices por un único camino que no desprende interpretaciones propias más allá de lo puesto en cuadro. Distinto a aquello que se personificó en Lost, Super 8 resulta en una entidad plana, entretenida y apta para el sembrado extremo de todo lo que la ciencia ficción propone.
Cierto es que Super 8 proponía muchísimo más desde su lanzamiento publicitario al igual que en Avatar (EE.UU. 2009) de Cameron, luego no pudiendo mantener las promesas a un nivel adecuado o por lo menos, en un plano cartesiano, generando una constante ascendente a lo largo del cuentito.
- La caja vengadora. En una conferencia hecha en TED, Abrams se mostró fascinado por aquello que se desconoce, aquello que resulta un misterio, aquello que no se ve pero se percibe y suscita un interés implícito. Tal como lo sobrenatural se plantea en Lost como un algo que ni los más expertos comprenden, desde un planteamiento inicial se pone al espectador en una posición inferior respecto de la trama, lo que produce el reconocimiento a la vez que los protagonistas. Esta táctica es ampliamente aprovechada por Abrams ya que, al generar una extrema empatía por el simple desconocimiento de una causa, puede marcar una senda clara y universal para todos sus espectadores y guiar los ojos y las mentes en pos de la finalidad cinematográfica tal como Hitchcock filmaba. Abrams entonces utiliza el concepto de “caja misteriosa” en Super 8 desde una representación cognitiva de la Mamushka, donde un misterio siembra otro que da lugar a un tercero y así ligar una cadena sucesiva de suspense que atrapa desde el comienzo tal como Cloverfield actúa y Fringe intenta emular desde otro plano.
- E.T. como punto de partida. Super 8 en una sucesión de planos simples pero excelentemente rodados remite a la realidad sentimentalista de E.T., casualmente de Spilberg, socio de J.J. Abrams en lo que nos convoca. Es entonces que partimos desde una historia que promete originalidad desde todo punto visual, para luego desembocar en un delta de reminiscencias a otros filmes de género que retrotraen el valor y el sentimiento que “deben ser”. Super 8 quiere salir del terreno en el que se estanca pero la ambición de Abrams y sus detalles reticentes hacen que el nivel que la película presenta en los primeros diez minutos, no pueda superarse por más explosiones y brazos extraterrestres que se inserten en el fotograma.
- Chemical Mechanical. Subtítulo que remite a un pequeño chascarrillo de la serie nipona televisiva FL.CL. como excusa a la inclusión de elementos romerianos como único justificativo del humor sutil que presenta la pieza pero que se desarrolla independientemente y eficaz respecto de la estructura dramática que se construye. Pero atención, quien no haya visto una película de Romero no podrá apreciar las situaciones que el director evoca, tanto dentro de la progresión, como en forma de gags, tal es el caso de Chemical Romero, la ficticia empresa que desarrolla a los zombies en el corto de los muchachitos.
- Da crew. Hablamos de obsesiones, de las reminiscencias de Abrams a la hora de poner en escena una pieza audiovisual que muestre su potencial en las distintas ramas que desempeña. Aquí citaré brevemente a Michael Giachino, autor de la musicalización del éxito más importante del director: Lost. En Super 8 vuelve “y en forma de fichas”, ya que la labor del compositor se eleva nuevamente al nivel o un poco más que el de la nueva producción de Abrams. Climáticamente perfecto, Giachino recuerda en esta nueva puesta a lo mejor de sí, como en el caso del funcionalismo de “Of mice and Ben” para con el capítulo de Lost en donde se cita la obra de Steinbeck por parte de Benjamín Linus y Sawyer. Claramente de lo mejor en Super 8 y continúa su trabajo sin decepción alguna en todo lo que compuso.
Mucho se dirá y mucho quedará sin decir de la nueva película de Abrams, pero es indiscutible el talento cinematográfico que posee y la capacidad de deslumbrar, aún con imágenes y cuentos trillados, a todo aquel que aprecie o no el género para introducir y excluir consecutivamente nuevos adeptos expectantes de más, de más efecto Cloverfield suspense.