Anoche con el Chuchi nos escapamos a ver Nada es lo que Parece 2 a los cines de la Recoleta. Había sido un día muy intenso, así que decidimos escapar a ver algo de magia en la gran pantalla. La primera nos había encantado y, aunque esta venía un poco desinflada, decidimos ir a darnos panzada de papas fritas y a reencontrarnos con los jinetes mágicos. Así que a eso de las diez y cuarto ya nos habíamos acomodado.
La película es sumamente entretenida, eso se los concedo y transcurre buena parte en Macao, cosa que por algunos momentos se me antojó como un homenaje a Dante y a Gremlins, pero supongo que eso fue porque yo estaba un poco entusiasmada y muy decidida a leer entre líneas. Pero a la larga, me resultó innecesaria y casi, casi me arruina la experiencia maravillosa de la primera.
Esta retoma la historia un año y medio después, en lo que parece la venganza de Thaddeus Bradley, el personaje de Morgan Freeman y, por supuesto, termina siendo algo completamente diferente. Pero eso que termina siendo resulta verdaderamente sonso, demasiado complejo en la ejecución y, a los ojos de esta no modesta columnista, perjudicial para la historia maravillosa que nos venían contando. En esta se van realmente al carajo, las vidas están en juego, algunos personajes se vuelven asesinos y aparecen otros, entretenidos, pero un poco villanos de caricatura. Así, todo lo que la otra película tenía de inteligente, de mágica, de cinemática y cristalina, esta lo tiene de rebuscada, remanida y oscura. Y si bien en la anterior el espectador debía pactar con el verosímil, ese proceso se realizaba gustosamente, no así en esta segunda entrega. Aquí el proceso no se da naturalmente, lo que hace que el director decida explicarnos cada truco hasta el hartazgo, para que decidamos a regañadientes y con esfuerzo, creer lo que sucede. La vuelta de tuerca del final, da por tierra con la maravillosa plantilla “Conde de Montecristo” que habían sacado a relucir en la primera película y deja todo en un estado de “bobitud” y sinsentido absolutos. La búsqueda por cerrar la trama, por darle un destino de redención y pacificación, termina por anular absolutamente toda la gestión maravillosa de Rúfalo en la parte uno y eso, a esta hora de la mañana y con solo un mate cocido en el estómago, ya me está encabronando.
Mejor vayamos al hallazgo con el que me entretuve toda la noche.
El otro día le comentaba a mi querido amigo Tomás Luzani, submarino de por medio, que hace rato que vengo pensando que Ruffalo sería la opción ideal para llevar a Columbo a la pantalla grande. Siempre me pareció que el tipo podía retomar ese personaje y llevarlo al cine con mucha gracia, elegancia y justicia. Como me encanta analizar performances, descubrí no sin vanagloriarme, que la gestual del querido Hulk tiene un link directo con aquel teniente inolvidable que compusiera Peter Falk. Siguiendo en twitter a Mark, me enteré de que su padre lo joroba y joroba con que haga Columbo: ¡y eso me hizo sentir el genio del mundo! Es decir que, si el propio Ruffalo senior considera que su retoño es el ideal para llevar al teniente de homicidios al cine, yo por lo menos me merezco un pancho y una coca por haber cazado semejante mosca. Así que, una vez enterada de esto, atiborré a preguntas por twitter al chabón para decidirlo a producir la película. Sin respuesta por supuesto, sabe que estoy casada y esto lo frustra, pero sé que en el fondo me leyó y se enamoró de mí secretamente.
Por lo tanto, es justo decir que, si se da, ya saben a quién agradecerle…
Pero anoche, viendo esta nueva película y observando ya con saña la composición del detective Dylan Rhodes por parte del hombre verde, me di cuenta de que el pibe YA ESTÁ COMPONIENDO A COLUMBO en esta película. O por lo menos, ya lo está imitando, ya lo está buscando. Y si afilan un poco el ojito, verán que lo está encontrando, encontrando y encontrando.
En la primera aparición de su personaje en esta secuela, Rúfalo trata de meterle por la nariz a su superior una idea ridícula de palomas mensajeras, que descubriría la forma en que los jinetes se han estado comunicando. Una manera perfecta de no ser rastreados y de seguir ocultos. En esa escena Rúfalo directamente ES COLUMBO. Y lo hace lisa y llanamente, porque su personaje de Dylan Rhodes necesita parecer despistado o caído del catre. De hecho, uno de sus superiores se lo dice en la cara: “Usted es un hombre brillante, tratando de que creamos que es un tonto” (paráfrasis). Y como Columbo era exactamente eso, un tipo brillante que se hacía fundamentalmente el tonto, nuestro querido Mark decidió comenzar a buscarlo mientras hacía Rhodes.
Ahora bien, eso para algunos puede parecer choreo, pero para mí es total y absoluta búsqueda. Tal vez sea injusto para el personaje de Dylan Rhodes, porque se distancia un poco de cómo lo compuso para la película anterior: más dinámico, más romántico, menos despistado, enamorado. En esta segunda entrega en cambio se enfoca en parecer despistado, un poco echado hacia adelante y en apariencia, boleado. Agregale el ojo desviado y estás peligrosamente cerca de la remake.
Ahora bien, si me preguntan si la película fluye: sí, fluye. Si me gustó: más o menos. Si hacía falta: por lo menos con esta historieta, categóricamente NO.
Igualmente vayan a verla y saquen sus propias conclusiones con respecto de todo el asunto. Siempre es lindo ver a Woody Harrelson y a Dave Franco. A Jessie Eisemberg no tanto. Una vez más hace de egomaníaco y ya nos tiene con eso la genitalidad por el piso. Morgan Freeman económico y correcto, Kane un poco de taquito, y Harry Potter bastante bien, muy bien diría yo, aunque un poco pasado de rosca por esta característica villana de comic que le achacan. La nueva chica, medio sin pena ni gloria pobre. Isla Fisher le pasaba el trapito.
Pero sin duda, lo más divertido, es ir a ver a Ruffalo y su Teniente Columbo. Háganme caso y saquen el pañuelo del impermeable, limpien los anteojos y vean si confirman o no mi teoría.
Teniente, otra vez usted por aquí…
Laura Dariomerlo / @lauradariomerlo