Hay grandes películas que no volveremos a ver, por las razones que fueran: el tiempo, las cosas, otras películas. Una de esas películas, para mí, es The Killer, de John Woo. Recuerdo perfectamente las condiciones en que la vi: hace un poco menos de veinte años en el microcine de la Casona del Parque Avellaneda, un sábado a la tarde, la primera parte de un programa doble. Yo recién me interesaba por el cine y trataba de ver todo lo que pudiera. La copia era en VHS, el piso estaba pegajoso, el cañón ya tenía el lente gastado y en la parte derecha de la pantalla era notoria una mancha que crecía un poco más cada sábado. Nada de eso impidió el deslumbramiento de las coreografías, los ralentis, las palomas, el hitman observado bajo el romanticismo de Woo, el erotismo con el que la película inviste a los rivales mancomunados. Como suele pasar, la memoria retiene esos fragmentos desordenados de experiencia y olvida las relaciones causales de la narración. Recordé algo de la estructura elemental del relato viendo The Killer, la remake que Woo hizo de su propia película, después de muchos proyectos fallidos encomendados a terceros.
The Killer es la película de un hombre libre. John Woo filma lo que le viene en gana: no hay nada parecido a un retorno al pasado o guiños al punto máximo de su carrera, tampoco queja o statement alguno sobre el cine de acción del presente, que en buena medida forjó él mismo con sus películas, primero desde Hong-Kong y después en Estados Unidos. ¿Qué puede hacer un director ante la tarea de filmar de nuevo su propio clásico? ¿Se apega al original, tratando de mejorarlo disimuladamente, como hizo Hawks con El Dorado? ¿Empieza de nuevo, como si nada, como hizo Hitchcock con la segunda El hombre que sabía demasiado? (¿Se puede también persistir en la abyección, si es que genera réditos, como Haneke en Funny Games?). Woo fue libre y filmó otra película a la que le puso el mismo título y de la que retuvo apenas un conflicto general y una o dos cosas más (la iglesia, las palomas). Como la crítica no entendió eso, que se trataba de otra película distinta y no de un regreso a las fuentes, los textos suelen empezar con el aburrido detalle de los cambios entre las versiones: protagonista femenina, París, ausencia de vínculo amoroso, mafia europea, y un larguísimo etcétera.
No es eso lo que quiere Woo, un inventario de diferencias que deje entrever las insistencias, las líneas de fuerza que para la crítica y el cinéfilo deberían constituir la mirada férrea del autor. Todo eso, es fácil de imaginar, le resulta una cuestión académica, el cine fluye por otros lugares. Y para Woo puede correr en cualquier parte, en verdad. The Killer narra la historia de una asesina que duda. Zee tiene un segundo de debilidad que anuncia el comienzo de su fin. La belleza simple de las inversiones: la hitman fría se consagra ahora a proteger una vida, la de Jenn, una cantante insulsa que no representa nada para la protagonista (ni para el público) salvo el recuerdo de una hermana menor. El guion alterna esa historia con la de Sey, un detective honesto que también camina hacia la perdición. En el medio, Woo se divierte haciéndolos jugar el juego de los enemigos galantes que se miden, se atraen y se repelen intercambiando retruécanos veloces y sobreentendidos. La trama se enreda voluntariamente con los códigos del melodrama y ahora todo adquiere la forma de una secuencia de ajustes emocionales, un hervidero de pasiones que Finn, el contratista de Zee, trata de calmar sin éxito. Woo se dedica a filmar planos cargados y tiroteos exagerados, pero sin que se le vaya la vida en eso: el hombre sabe que prácticamente todo el cine de acción actual puede hacer mejor esos gadgets. A sus 77 años Woo no quiere ser mejor que nadie, ni siquiera tan bueno como él mismo, le basta apenas con filmar algunas persecuciones en París, unas peleas cuerpo a cuerpo y un par de combates ligeramente acrobáticos. Es como si el corazón de la película estuviera en otra parte, lejos del horizonte prometido por el género. Algo de eso sugiere la fotografía, clara y nítida, y la forma en la que el relato alterna los espacios del crimen high class con los refugios simples de los protagonistas. Nathalie Emmanuel no puede revolear una patada pero sabe mirar hacia el off, Omar Sy mueve su torpe humanidad sin precisión pero con una entrega conmovedora; Cantona la pasa muy bien componiendo a un narco con ínfulas de marchand de arte moderno. Quien quiera dedicarse a la contabilidad de cambios con la primera The Killer, al balance de desvíos, de novedades o de impurezas podrá hacerlo tranquilamente, pero al costo de perder de vista la película que Woo filma hoy, para todo el mundo y en silencio, en los mismos términos en los que se estrenó en plataformas, con un afiche feo e impersonal que solo de casualidad podrá comunicar al espectador la identidad de su director. Una película casi secreta que, por las razones que fueran, y si no me traiciona el recuerdo, creo haber disfrutado tanto como la anterior.
(Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, 2024)
Dirección: John Woo. Guion: Brian Helgeland, Josh Campbell, Matt Stuecken. Elenco: Nathalie Emmanuel, Omar Sy, Sam Worthington, Diana Silvers. Producción: Alex Gartner, Charles Roven, Lori Tilkin, John Woo. Duración: 126 minutos.
1 comentario en “The Killer”
A mi tambien me encanto. La pase bomba.