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CRÍTICAS - CINE

Todos somos extraños

¿Cuán fiables son los procesos creativos para lograr la resolución de un duelo? Andrew Haigh mantiene esta inquietud con tal lucidez y valentía audiovisuales que agradecerle será finalmente lo más oportuno (enlace). El uso de los reflejos, las manos, los marcos y la música tendrán una potencia totalizante como la gestualidad y las miradas de los cuatro actores que interpretan sus historias.

Adam (Andrew Scott) es un escritor de cine “y de televisión cuando no hay suficiente trabajo”, como le dice a su mamá en su primer reencuentro. Para encarar el guion más reciente, hace visitas a la casa familiar. Entonces se despliega un hogar simbólico: el reencuentro con lo que pudo haber ocurrido y con lo que él hace de su presente para enfrentar el dolor. Estos viajes ficcionales emprendidos por él harán concientizar su intimidad (1) y la casa como cuerpo de imágenes (2).

La sensación de totalidad latente desde la primera escena de la obra consiste en una panorámica citadina que, en segundos, se convierte en un plano medio cuando aparece el reflejo de la figura de Adam. Para Haigh los planos aquí son alusiones simultáneas de lo traslúcido y el reflejo. Por lo tanto los cuerpos son una medianía movediza entre la realidad y la metáfora. Segundos luego, una parte de Adam coincide con un reflejo naranja. ¿Es el amanecer y sus destellos?

Aclarar los detalles de la trama como pistas de sentido importa poco para la búsqueda por espiritualidad emprendida desde este inicio. Nuestro protagonista se conocerá a sí mismo durante la historia a través de hacer memoria del pasado de sus padres y el vínculo con Harry (Paul Mescal), vecino y amante. Así lo sentimos por la mirada de Scott, entre un adulto que, con vergüenza y todo, se hace pasar por niño para saberse responsable y dolido por lo no dicho, lo no “superado”.

En el valor de la niñez radica la pureza de esta obra y la capacidad de nuestro creador (Adam y Andrew) en mantener despiertos los diálogos entre recuerdos y sexualidad, entre lo íntimo y lo familiar. La completitud sólo será sentida entonces, cuando los descubrimientos hechos en las vueltas al hogar se compaginan con su realidad actual. Las sobreimpresiones entre planos son claves para percibir esto, y el impulso de Adam de seguir conociendo a Harry.

Lo puro acá tiene que ver menos con tonos solemnes, y más con aceptar la vergüenza de no haber podido trabajar procesos vitales antes. La manera como Adam se desnuda ante Harry y ante su mamá (Claire Foy) ofrecen esta sensación. En general cada visita “familiar” funciona como disparador oportuno para conocerse a sí mismo porque papá (Jamie Bell) y mamá parecen pares que reconocen al protagonista adulto, no solo voces de autoridad, permiso o validación. Los matices en las caras de los cuatro actores asoman lo conmovedor y espiritual de muchas escenas.

Por otro lado, el primer encuentro sexual entre Adam y Harry fija mucha de nuestra atención en las manos acariciando sus piernas y brazos. Esta es una exploración total “protagonizada” por las partes del cuerpo que más nos definen como seres humanos.

Haigh también sabe que en cine importa más la capacidad mutable y duradera del recuerdo que un guion totalmente explicativo. Basándose en la novela Strangers de Taichi Yamada, él hace de la extrañeza que produce vivir, una oportunidad para crear. Y solo un recorrido puntilloso de tonalidades, elementos geométricos y propuestas musicales en todas sus películas precisaría como los personajes luchan por lograr una constancia acérrima a pesar de las complejidades de sus entornos y decisiones.

Así, al enfrentar ya adulto la ignorancia, la ingenuidad, la omisión o el corto alcance del calor familiar; Adam reafirma su soledad e independencia. De tales maneras el mismo realizador de Weekend (2011) y Lean on Pete (2016) revaloriza la intimidad homoerótica de sus inquietudes usuales para hacernos sentir lo que significa, en términos espirituales, crear. Esta otra cara de creer enriquece con múltiples sentidos las frustraciones cotidianas de sus protagonistas y, finalmente, de los espectadores que frecuentamos lo creativo como asomo de comprensión.

1) Si bien él no aborda lo cinematográfico en sus páginas, hagamos trampa y consideremos a José Luis Pardo en La intimidad: <<llamamos intimidad a la cara interna del doblez del lenguaje o del sujeto, en donde residen la distinción -la falta de identidad personal de los hombres- y el sentido implícito -la falta de significado- de las palabras>>.

2) “Para un estudio fenomenológico de los valores íntimos del espacio interior, la casa es, sin duda alguna, un ser privilegiado, siempre y cuando se considere a la vez en su unidad y su complejidad, tratando de integrar todos sus valores particulares en un valor fundamental. La casa nos brindará a la vez imágenes dispersas y un cuerpo de imágenes…”. Bachelard en La poética del espacio.

(Reino Unido, Estados Unidos, 2023)

Guion, dirección: Andrew Haigh. Basada en la novela de Taihi Yamada. Elenco: Andrew Scott, Paul Mescal, Jamie Bell, Claire Foy. Producción: Graham Broadbent, Peter Czernin, Sarah Harvey. Duración: 105 minutos.

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