Torino (Argentina, 2010)
Dirección y Guión: Agustín Rolandelli. Elenco: Orestes Berta, Heriberto Pronello, Horacio Marasi, Ezequiel Rodríguez, Walter Jacob, Dafne Schilling, Horacio Marassi. Producción: Laura Ponte y Josefina Luchessi. Distribuidora: Independiente. Duración: 95 minutos.
Argentina puede jactarse de inventos que ya son parte de nuestra cultura: el dulce de leche, la birome, las huellas digitales, el by-pass, los dibujos animados… Pero pocos son tan icónicos como el Torino.
Aunque sus creadores eran alemanes, es un invento criollo, que llegó al resto del mundo gracias a competiciones internacionales y que hoy en día sigue generando admiración por parte de un enorme grupo de fanáticos. Pero estaba faltando su gran homenaje en el cine. Un tributo que por fin llegó, en clave de documental con elementos ficcionalizados.
Torino le permite al espectador adentrarse en el universo de este mítico vehículo, desde su creación, en los ‘60 -a partir de modelos de autos preexistentes, como el Rambler norteamericano- hasta las 84 Horas de Nürburgring, donde no ganó pero sí obtuvo el respeto y la admiración del mundo. En el medio, la reconstrucción de un viejo modelo en un taller mecánico, como una manera de conectar el pasado con el presente.
El director Agustín Rolandelli utiliza diferentes recursos para que el largometraje sea dinámico, informativo e interesante: imágenes de archivo, testimonios de aquellos pioneros que formaron parte de la fabricación y de las proezas (entre ellos, Oreste Berta, uno de los mecánicos más representativos del país) y dramatizaciones. Estas recreaciones de carreras fueron filmadas mediante la técnica conocida como back- projection, en la que se filma a los actores al volante de autos, dentro de un estudio, mientras en una pantalla ubicada detrás se proyectan imágenes de pistas y paisajes en movimiento, lo que da la sensación de que el vehículo está en plena marcha. Un viejo y eficaz recurso, usado hasta por maestros como Hitchcock. Estas secuencias, así como el film completo, contienen una fuerte impronta cinematográfica -Rolandelli viene de la ficción, no de los documentales- y adquieren un tono épico y emotivo gracias a la banda sonora compuesta por Mauro Conforti y Ezequiel Kronenberg.
Además, la película refleja a un país con un auge a nivel de industria, y una época en donde se forjaron héroes y leyendas; aunque Juan Manuel Fangio ya se había retirado, participó como asesor de los pilotos de Torino, empezando por Rubén Luis “El Loco” Di Palma. También confirma algunos mitos y termina con otros, al tiempo que nunca deja de revalorizar el status de este ícono argentino.
Torino resulta imprescindible para los fanáticos de esta joya motorizada y del automovilismo en sí, y también una estupenda puerta de entrada para quienes por primera vez llegan al terreno del acero, las llantas y la velocidad. No cae en simplezas, pero tampoco abusa de un lenguaje cerrado, permitiendo que pueda llegar a un público amplio.
Sin duda, la más sentida carta de amor que se le haya hecho al Torino.
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