It’s Showtime….
Ayer domingo a las 4 de la tarde salí junto a mi amiga María, gran compañera de recitales, rumbo a La Plata; la autopista, sorpresivamente, no estaba muy cargada así que terminamos entrando al estadio a eso de las 7.
Si hay algo que yo amo en la vida más que cualquier otra cosa, más que el cine, más que el volcán de chocolate y que el Dulce de Leche Tentación de Freddo, es la música, pero no cualquier música; no soy de esas personas que van a ver cualquier cosa en vivo; no, yo solo voy a ver lo que gusta, que no es poco pero tampoco es tanto. Y como buena enfermita de la música y de los recitales, solo los disfruto en el campo, idealmente atrincherada en la valla.
Cuando entramos al estadio (dicho sea de paso, muy buen estadio, ideal para recitales porque el campo no es muy grande y el escenario se ve bien casi desde cualquier ubicación) a las 7 de la tarde, mis esperanzas de llegar a la codiciada valla eran prácticamente nulas; sin embargo, cuando quiero puedo ser bastante tenaz y determinada, de modo que, a los trompazos y codazos limpios me abrí camino, y luego de una gran avalancha que supe aprovechar, logré llegar a la valla y ahí me quedé, agarrada, con las uñas clavadas, sin que nadie pudiera moverme (eh, cabe aclarar en este punto que, después de haber sobrevivido ilesa a Metallica en River, casi en la valla, esto parecía un paseo en calesita). Por supuesto, no entré al Inner Circle; solo 3000 almas afortunadas lo lograron pero yo estaba en la valla de la gran pasarela por la cual desfilaron los músicos varias veces así que no estuvo para nada mal.
El escenario era simplemente imponente; una garra gigante, que cubría todo el escenario, con una pantalla circular arriba (360º, ¡ahh, por eso se llama así la gira, dijo la tarada a la media hora de entrar al estadio!), simulando una especie de nave espacial; pasarelas varias, todas en círculo, escaleras móviles que conectaban las pasarelas con el escenario y muchas luces y muchas cámaras. La pantalla era como una especie de panal; cerrado era una gran placa circular en la que se proyectaban las imágenes del recital y otras imágenes que acompañaban los temas. En ciertos momentos se empezaba a abrir y llegaba casi hasta el suelo, tapando a los músicos, convirtiéndose en esta especie de panal, un tramado de pequeñas pantallas exagonales y estructuras de acero que subían y bajaban. INCREIBLE.
Y bueno, minutos antes de que el reloj en la pantalla diera las ficticias 12 (eran las 21.30) se largó a llover torrencialmente; por un momento pensé “ojala se largue mal así algunas de las minitas conchetas que están por acá empiezan a huir frente a la terrible amenaza del agua y puedo abrirme camino” –todavía no había llegado a la valla–, pero no; mis vaticinios fallaron y nadie no se movió y nos cagamos mojando. Del escenario se elevaron, cual cangrejos gigantes, tres paraguas enormes para tapar los instrumentos, que igual se mojaron, motivo por el cual nos avisaron que la cosa se iba a demorar un poco (el pensamiento recurrente de la hora que iba pasando y del posterior viaje por la autopista Buenos Aires – La Plata me daba cierto vértigo y sensación de asfixia.)
En algún momento paró de llover, los técnicos y sonidistas terminaron de secar todo y de sacar el agua del escenario, y de golpe se empezó a escuchar, a un volumen considerable, “Ground control to major Tom, Ground control to major Tom”; yo ya estaba extasiada, cantando con furia esa maravilla de David Bowie cuando, de repente, se apagó la luz, y por la pantalla empezamos a ver a Bono, Larry, The Edge y Adam que salían al escenario, por un pasarela, caminando lentamente, sonriendo y saludando al publico mientras “Space Oddity” sonaba al mango. Si digo que me largué a llorar como un marrano estaría haciendo una lisa y llana subestimación; ¡rompí en llanto como una hija de puta! A tal punto empecé a llorar que el mono de seguridad me miraba y yo leía en sus ojos “uhh, esta piba se está descompensando, ¡en cualquier momento la tenemos que sacar en camilla!”, pero ¡¡NO!! Lloré un rato hasta que empecé a saltar como desaforada, junto con las hordas desenfrenadas, al compás de “Beautiful Day”.
Y así fue todo el recital. Euforia, llanto y, por sobre toda la cosas, felicidad, dicha, alegría, fervor. Tocaron los grandes temas, los infaltables, “Where the Streets Have no Name”, “I Still Haven’t Found What I’m Looking For”, “Elevation”, “Stuck in a Moment”, “Sunday Bloody Sunday”, “Miss Sarajevo”, “City of Blinding Lights”, “With or Without You”, entre otras, y hubo hermosas sorpresas como “Bad”, “Until The End of the World”, “Hold Me, Thrill Me…”. La otra sorpresa fue León Gieco, a quien Bono invitó a cantar “Solo le pido a Dios”, acompañado de todo el público que vociferaba la letra con esa pasión que los argentinos sabemos tener con la música y con el fútbol; Bono lo acompañó con la guitarra e hizo los coros.
Después vino, por supuesto, “One”, y el clásico ritual de las luces apagadas y los celulares en alto y encendidos, con unos reflectores a lo largo de las pasarelas que habían dejado los chicos de Amnesty International.
Hicieron un bloque largo, después salieron del escenario y volvieron, esta vez Bono con una campera de luces, emulando el video de Batman Forever, para entonar “Hold Me, Thrill Me, Kiss Me, Kill Me”, y con un micrófono colgante con el que voló sobre el Inner Circle (no me resultó un momento memorable sinceramente, pero bueno, la canción sonó de puta madre y el publico respondió fervoroso temiendo el inminente final).
Cerraron con “Moment of Surrender” de No Line in the Horizon; dios, ¡¡¡qué tema!!! Dedicado a Aung San Suu Kyi (activista de los Derechos Humanos en Birmania; estuvo 20 años bajo arresto domiciliario y fue liberada el año pasado; en 1991 ganó el Premio Nobel de la Paz) y a todos los que luchan por los derechos humanos y la paz. Después los cuatros se juntaron en el escenario, se abrazaron, nos saludaron desde todos los ángulos, nos aplaudieron y nos agradecieron.
En resumen, una noche increíble, con un despliegue musical y visual de la hostia. El campo vibró durante más 2 de horas, todos extasiados frente a cuatro músicos que dejaron todo en el escenario, cuatro músicos que tocan hace 35 años y que prometen volver y que piden que no nos olvidemos de ellos, como si acaso eso fuera posible.
(Nota aparte. Muse, la banda soporte, fue otra de las gratas sorpresas de la noche. Jamás había escuchado nada de ellos pero la verdad anoche la rompieron. Una banda inglesa, de rock alternativo/progresivo, con un gran guitarrita/pianista/vocalista, un tecladista, un gran batero y un bajista. Una mezcla de música experimental, rock y música clásica, que dio como resultado una experiencia más que gratificante; el público vibró –vibramos– con cada uno de los temas durante aproximadamente una hora).
Volviendo a los protagonistas de la noche, quiero cerrar con algo de un matiz un poco más personal. Unos días antes del recital, una amiga mía tuvo la injusta fortuna de cruzarse a Bono en un boliche, de esos que yo no frecuento –digo injusta porque no le gusta U2 y para ella no significó casi nada, solo una anécdota para que yo después me quisiera cortar lo que no tengo–. Cuando me enteré de esto, mi mente se inquietó bastante y empecé una especie de campaña para lograr conocer a Bono. Hablé con medio mundo, periodistas, amigos con contactos, etc, mandé mail a decenas de personas (buee, por ahí exagero un toque), hasta anduve por Acassuso buscando la casa en la que supuestamente se alojaba Bono; en fin, todo, por supuesto, en vano, porque no conseguí nada; últimamente, como dijo una vez Laura en una de sus columnas, nada de lo que imagino sale como lo había planeado en mi cabeza; basta con fantasear con determinada situación para que después ocurra pero de manera diametralmente opuesta a como mi cabeza la había elucubrado. Y este caso no fue la excepción. Pero bueno, de cualquier forma, puse toda mi energía en el recital y salí extasiada e inundada de música y de felicidad.
Yo crecí escuchando a U2 y, como dije antes, para mi la música tiene algo que no puedo explicar del todo. A lo largo de mi vida, U2, entre otras grandes bandas, me acompañó en los momentos más difíciles, me sostuvo, me dio ganas de salir adelante y fuerzas cuando no las encontraba por ningún otro lado, así como también estuvo conmigo en los momentos felices, de paz y tranquilidad. Y así como me acompañó y me acompaña en este camino, me brinda estos momentos, estas sensaciones que yo tanto atesoro. Porque estas son las cosas que me hacen sentir viva, que me hacen sentir, por 2 horas o más, que todo es perfecto, que no hay otro momento mejor que este, que no hay mayor felicidad que esta, y que yo existo para y por esto, que nada me puede hacer mal, y que todo va a estar bien, que las cosas de mi vida que no caminan en este momento ya van a caminar, que todo va a ir encontrando su cauce, porque si yo tengo esta pasión adentro mío, esta fuerza y esta hermosa capacidad de emocionarme con la música, de llorar desconsoladamente, de haber llorado anoche y de que ahora se me caigan las lagrimas mientras escribo esto y revivo lo que sentí, entonces se que soy capaz de cualquier cosa y de ser completamente feliz. Porque no muchas personas tienen esto que yo tengo, esta pasión ferviente, este amor incondicional, este amor desenfrenado por y con la música. Y todo esto, toda esta felicidad, la viví anoche; anoche fui completamente feliz, en la ciudad de La Plata, “where the streets have no name”.