Los Marziano (Ana Katz, Argentina 2011)
Tercer film de Katz que la define como una realizadora autora consolidada y a tener en cuenta a futuro. Que los nombres que incorpora en esta oportunidad no confundan. No se trata de una comedia costumbrista más del cine argentino contemporáneo. Más allá de su tono tragicómico y el ritmo que le impregna el Chango Spasiuk a la banda sonora, la realizadora construye un relato familiar dividido. La historia de dos hermanos: Luis y Juan, peleados hace bastantes años. Mientras que el primero tiene un vida hecha en un country del Gran Buenos Aires, junto a su esposa e hijos, Juan lleva una vida humilde en Misiones. La mayor preocupación de Luis es encontrar a los responsable que hacen pozos en el Country y provocan accidentes. De hecho, el mismo Luis se fracturó un brazo por culpa de uno de los pozos que aparecieron en el campo de golf. Mientras tanto Juan se quedo desempleado y de la noche a la mañana no entiende nada de lo que lee.
El vacío que cada uno tiene, en realidad, es la ausencia del “otro” en sus respectivas vidas. En el medio, están Delfina, la tercera hermana, y Nena, la esposa de Luis.
Cada uno de los hermanos son extraterrestres con el mundo que los rodea pero comparten mucho en común, más que nada esa capacidad de alienarse y al mismo tiempo no querer ayuda de los demás.
Katz va abriendo varias subtramas alrededor, tejiendo túneles para que ambos se encuentren. Pero ninguno de los dos pone voluntad para solucionar sus verdaderos problemas.
Justamente, lo atractivo y llamativo de Los Marziano es que la única trama que realmente cierra es la que tiene menos posibidades de solucionarse.
Los Marziano decepcionará a más de uno, porque deja demasiados pozos abiertos. Más de uno dirá que la directora no supo como terminar el film, pero yo creo que sí.
Katz encuentra un tono justo entre la comedia y el drama, el patetismo y la compasión por sus personajes. No se trata de crear una empatía con el espectador sino de demostrar, que incluso nos podemos identificar con las peores familias.
El humor es sutil, triste, melancólico. Entre la soberbia de Luis y la torpeza e inocencia de Juan, Katz pone las bases de Los Marziano. Francella y Puig juegan un verdadero duelo interpretativo que funciona mejor cuando finalmente están juntos y no puede denotar sus sentimientos. Lejos ha quedado el Francella de comedias picarescas o familiares. Lejos ha quedado el Puig, galancito de telenovelas. Ahora ambos asumen su edad, madurez interpretativa y la explotan al máximo.
Acompañan maravillosamente Rita Cortese, y en un rol bastante menor para su carrera, Mercedes Morán. Ana Katz retoma dos puntas que había comenzado en El Juego de la Silla y La Novia Errante. Por un lado el tema del pariente que viene de lejos para encontrarse con su familia, con la que se siente alienado en principio, pero finalmente reconoce el parentesco, y por otro lado, el del ser solitario, ermitaño que tiene que reconciliarse con su pasado, a través de un presente en otro lado.
Además, al igual que otras películas recientes como Una Semana Solos, Cara de Queso o la aburrida Las Viudas de los Jueves, se crítica la artificialidad, frialdad, aislamiento e inseguridad de los barrios cerrados.
Obra inteligente con interpretaciones profundas, que van a sorprender a más de uno, Los Marziano es algo más que una comedia con Francella, es un retrato de un micromundo demasiado creído de sí mismo, materialista, soberbio y banal que ha olvidado, que más allá de las diferencias sociales y económicas, básicamente (y como dirían los Benvenutto), ¡lo primero es la familia!
Como una vecina que espía tras la puerta
La apuesta de Ana Katz (El Juego de la Silla, Lucro Cesante) propone poner la mirada sobre una familia común–los Marziano- e invita al espectador a ser testigo, sin cuestionamientos profundos, de la complejidad de las relaciones. Tres hermanos, la esposa de uno de ellos y una historia de la que poco se sabe, pero que con mucha sutileza va descubriéndose a medida que avanza el film.
Los Marziano es una película diferente porque lo que allí ocurre no es un hecho fuerte que proponga un punto de giro en lo que se venía desarrollando. Si bien ocurren hechos que dan pie a la historia que sigue, más bien da la sensación de que uno mira desde afuera un segmento de la vida de los protagonistas –otra diferencia aquí: no hay un protagonista, sino que son cuatro los personajes importantes, cuyo peso podría hacer a cualquiera de ellos el principal del film-. Esa mirada podría ser la misma que tiene cualquier persona sobre alguien que conoce a una familia o a algunos de sus miembros. Lo que importa en esta propuesta es la observación de la evolución –o no- de esos personajes.
Juan, compuesto por Francella, es un hombre simple al que no le preocupan demasiado las cosas. Su problema visual –de pronto se da cuenta de que no puede leer porque no entiende las letras, luego no ve algunos objetos- es algo así como la puesta en concreto de lo que le ocurre personalmente: tiene problemas económicos y hace rato que no se comunica con su hermano. Sumado a esto, parece incapaz de ver lo que realmente ocurre a su alrededor y de darse cuenta de cuáles son las cosas importantes. Como en El Secreto de sus Ojos, Francella demuestra otra vez su capacidad actoral para representar papeles serios, lejos del cómico al que tiene a todos acostumbrados. Delfina, la hermana que protagoniza magistralmente Rita Cortese, intenta ayudarlo y hacerlo tomar conciencia de su problema. Sin embargo el hombre no acusa recibo y sigue, más preocupado por digitalizar unas cintas con grabaciones que por su salud o sus lazos familiares.
Por otro lado está Luis, interpretado por Arturo Puig, quien cae en uno de los misteriosos pozos que aparecen cavados en el campo de golf del country en el que vive junto a Nena, su mujer (protagonizada por una muy convincente Mercedes Morán). Luis está obstinado en descubrir al autor de los pozos, y en esa búsqueda se aísla del conflicto familiar.
Los encuentros y desencuentros de los Marziano se desarrollan a veces en amplios planos que muestran la apacibilidad del country o la comodidad de la casa de Luis; otras, en pequeños espacios como los del departamento de Delfina o los consultorios médicos que ella visita con Juan. La historia, con pequeños detalles cotidianos que dejan entrever grandes conflictos, podría haber ahondado más en las relaciones entre los hermanos. En cambio, la directora prefirió solamente observar, como espiando un poco la vida ajena. Una buena propuesta, aunque podría haberse sumergido un poco más en unos personajes cuyo interior podría haber sido rico.